SUPERMUJERES, SUPERINVENTORAS VISIBILIZA LOS INVENTOS FEMENINOS
La mujer que inventó el móvil más barato del mundo antes de que Steve Jobs lanzara el iPhone
Imagina un móvil ultrabarato, de uso limitado y que no contamine al cambiarlo por otro. Ese terminal ya se creó en los años 90 y era de papel reciclado. Ni siquiera te sonará el nombre de su inventora, pero ella logró que esa idea derivará en el primer móvil con tarjeta prepago. Ocurrió una década antes de que Steve Jobs lanzara el primer iPhone y lo vendiera por 500 dólares.
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Tal vez no te suene de nada el nombre de esta inventora. Se llama Randice-Lisa Altschul, nacida en 1960 en EE UU. A los 26 años ya era millonaria.
Altschul diseñó desde juguetes a videojuegos –el más popular el de la serie Miami Vice-, pero también un teléfono móvil que incluso hoy sería disruptivo: bueno, bonito, ecológico y baratísimo.
A Altschul se le ocurrió la idea, cuando se quedó sin cobertura en una autopista y le dieron ganas de tirar el móvil por la ventana del coche. Entonces, acostumbrada a diseñar juguetes, se preguntó por qué no fabricar un teléfono que tuviera un uso limitado, solo para varias llamadas, para que luego pudiera reciclarse.
El invento en sí estaba destinado a niños. Era ultraligero y muy barato. ¿Te acuerdas de las viejas cámaras de fotos de usar y tirar? El concepto era el mismo.
Ese teléfono reciclable fue la primera incursión de Altschul en la electrónica. Su prototipo luego derivó en el pionero móvil de tarjeta prepago.
No en vano, en 1999, le otorgaron una serie de patentes para el teléfono móvil prepago inalámbrico. Aquel teléfono se llamaba Phone-Card-Phone, de menos de medio centímetro de grosor, del tamaño de una tarjeta de crédito y hecho con papel reciclado.
Los fabricantes de móviles, en aquellos años, copiaron la idea de Altschul antes de que ella misma pudiera comercializar su invento. Y, poco a poco, se fueron popularizando las tarjetas prepago. Pese a todo, el Phone-Card-Phone se consideró el Producto del Año en 2002.
La lista de inventos de Randice-Lisa Altschul es larguísima. Ese móvil fue uno de ellos, pero también pergeñó un sistema no invasivo de pruebas de diabetes o fármacos para los cánceres de mama y de ovario, entre otras. Ha logrado patentar más de 250 proyectos en todo el mundo desde que fundó su primera compañía, Dieceland, en 1985.
Es una de esas mujeres poco conocidas dentro de los ámbitos de la tecnología y la ciencia. Conoces, seguro, a Marie Curie (primera mujer que ganó un Premio Nobel ), pero igual tampoco te suena el nombre de Ellen Ochoa, la primera astronauta de origen hispano, ingeniera e inventora de muchos avances para la NASA. Por citar a otra inventora además de a Altschul. Pero hay muchas más.
Son esos grandes olvidos de la Historia, que parece que siempre se escribe en mayúsculas cuando el nombre se escribe en masculino. Por ese motivo, ‘Supermujeres. Superinventoras’, el libro compendio de Sandra Uve (Lunwerg), quiere acabar con esa invisibilidad.
La autora reúne en este título microbiografías ilustradas de más de cien mujeres -104 exactamente- que dejaron huella en la sociedad gracias a sus inventos, pero que hoy son, como bien dice en su prólogo, fotos borrosas desvanecidas en la historia.
Mujeres, recuerda Sandra Uve, muchas, que se ocultaban por miedo a represalias de su marido, de la familia o de la empresa donde trabajaba. Constata Uve que, por ese motivo, en los registros y concesiones de sus patentes sus nombres no fueron más que un par de siglas, casi anónimas (cuando no acababa el esposo suplantándolas como signatario).
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