¿FACEBOOK? ¿EL USUARIO? ¿ALGUIEN MÁS?
El dilema del streaming: ¿quién tiene la culpa de que un asesinato se retransmita en directo?
El streaming es maravilloso, pero algunas emisiones malintencionadas lo pueden echar todo a perder.
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El 16 de abril Steve Stephens, un ciudadano de Ohio, asesina a un hombre totalmente desconocido pegándole un tiro desde la ventanilla de su coche sin apenas inmutarse. Pocos días después, en plena persecución policial, este americano decide pegarse un tiro a sí mismo, con lo que la Policía se lo encuentra muerto.
El relato, por desgracia, no debería ser más que un suceso sin más si no fuera por un detalle clave: Steve Stephens retransmitió el asesinato a través de Facebook Live, la herramienta de streaming de la red social. Millones de personas, por tanto, pudieron presenciar en directo la muerte del anciano de Cleveland.
No fue un hecho totalmente aislado además: lo cierto es que el asesino grabó hasta tres vídeos en directo en Facebook, uno contando lo que tenía en mente, otro cometiendo el asesinato y otro confesando el delito ante la audiencia que le observaba delante de la red social más conocida y usada de todo el planeta.
El suceso estremece a cualquiera, pero además lanza una pregunta con una muy difícil respuesta: ¿quién tiene la culpa de esto? Aparte de lo que hizo el propio asesino, ¿pudo haber hecho más Facebook, debió haber actuado antes? ¿O es simplemente culpa del usuario? ¿Cabe exigirle responsabilidades a la plataforma, o no puede hacer nada para controlar que se emitan secuencias como esa en directo?
Facebook: “Pudimos hacerlo mejor”
Desde Facebook han preferido no poner demasiados paños calientes. El pasado lunes Justin Osofsky, el vicepresidente de la compañía, lanzó un comunicado en el que se sinceraba: “Pudimos hacerlo mejor”. Para él, los mayores errores se cometieron en los diversos procesos de vigilancia de todos los vídeos que los usuarios suben a la plataforma o emiten en directo en cualquier momento.
¿Es cierto que Facebook pudo hacerlo mejor? Parece evidente que sí. En primer lugar, porque Steve Stephens subió hasta tres vídeos, en el primero de los cuales ya anunciaba sus planes. En segundo lugar, porque el segundo vídeo estuvo online cerca de dos horas, durante las que pudo ser visto por varios millones de personas.
“Vamos a mejorar los procesos”
En cualquier caso, a Facebook no le llegó ningún aviso de denuncia de ese vídeo hasta pasada la hora y media desde su retransmisión. Una vez notificado el reporte, la compañía tardó 23 minutos exactos en retirar el vídeo del asesinato.
Desde Facebook aseguran que piensan mejorar los procesos de vigilancia: la compañía ya ha aumentado su equipo destinado a este fin y también ha establecido mayores protocolos de vigilancia manual, con lo que personas de su propio equipo mirarán con lupa los vídeos que estén siendo retransmitidos... aunque cabe la lógica duda de si podrán llegar a todo.
En cualquier caso, hay una cuestión que están esgrimiendo muchas compañías tecnológicas que se han solidarizado con Facebook y que también debería hacernos reflexionar a todos: si una plataforma agrega herramientas para retransmitir vídeo en directo, poco puede hacer al momento si un usuario decide usarla para retransmitir un crimen o cualquier otro delito.
El debate es complejo. La posibilidad de retransmitir vídeo en directo no sólo es una ventaja tecnológica, sino que también supone la democratización de un servicio que, hasta hace bien poco, sólo estaba al alcance de quien pudiese pagar por hacerlo en una plataforma web lo suficientemente grande. Sin embargo, situaciones como esta acaban perjudicando a todos, también a los usuarios, que nos arriesgamos a perder una de las mayores utilidades de estos años y uno de los servicios más al alza dentro de la red social.
Habrá que ver si Facebook consigue mejorar sus procesos y, sobre todo, si conseguimos evitar que un asesino recurra a una herramienta así para retransmitir semejante barbaridad. Porque además de poder quedarnos sin herramientas de streaming online, podríamos también empezar a perder servicios tecnológicos por miedo al uso que otros puedan darle.
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