Los efectos de la guerra
Así era Siria como destino turístico antes de que estallara la guerra
Cuando pensamos en Siria, nos viene a la cabeza destrucción y devastación. La guerra civil que estalló en 2011 ha transformado por completo al país y lo ha convertido en uno de esos lugares que la gran mayoría de la humanidad no pisaría por nada del mundo. Sin embargo, en su día fue un destino turístico admirado.
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El 15 de marzo de 2011 está señalado como la fecha que marca el inicio de la guerra civil siria. Una guerra que aún sigue activa y que día tras día deja decenas de muertos en diferentes rincones del país. Lo que comenzó como un movimiento pacífico dentro del marco de la Primavera Árabe, que tan sólo buscaba una suavización de las políticas de Al Asad, ha terminado siendo una de las situaciones más grotescas y horríficas de la historia de la humanidad. Y lo peor de todo es que da la sensación de que ha sido ignorada en todo momento.
Ahora cuando pensamos en Siria sólo viene a nuestra mente destrucción, muerte, enfrentamientos armados, bombardeos… El escenario de una guerra que parece que siempre ha estado activa y que nunca va a terminar. Sin embargo, el país llegó a ser considerado como un destino turístico de interés internacional, uno de esos lugares con los que la gente soñaba, a los que se organizaban viajes que cambiaban la vida de los turistas en el mejor de los sentidos. Una realidad que ahora mismo somos incluso incapaces de imaginar. Por eso, para que logres abrir los ojos, queremos contarte cómo era Siria como destino turístico antes de la guerra.
Para empezar, las grandes ciudades sirias siempre habían logrado captar la atención del turista por su belleza. Un ejemplo lo encontramos en Aleppo, cuyo centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Pero no es ni mucho menos el único. Damasco, su capital, también solía recibir turistas que paseaban maravillados por sus calles. Ahora, de esas calles, esas plazas y esos zocos tan solo quedan ruinas y la prueba tangente del horror de una guerra.
Pero sin duda ha sido lo ocurrido con las ruinas y con los monumentos antiguos que tan bien se conservaban en el país lo que ha causado estupor en quienes lograron visitarlos antes y en quienes soñaban con hacerlo. El de Palmira es el caso más conocido. Se trata de un conjunto histórico considerado también Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que en su día atrajo a turistas al igual que lo hacen otros destinos similares como Petra. Sin embargo, tras el estallido de la guerra, el conjunto ha sufrido daños irreparables. El DASH, que tomó Palmira por completo, ha derribado algunos de sus enclaves más importantes, como el templo de Bel o varias torres funerarias.
Las ruinas romanas de Apamea, entre Homs y Aleppo, también han perdido, por supuesto, la enorme asiduidad de turistas que siempre las acompañaba. Y, como no podía ser de otra forma en medio de esta horrible guerra, también han sido víctimas de bombardeos. Unas ruinas que han permanecido en pie siglos, maravillando a aquellos que se topaban con ellas, y que pueden desaparecer para siempre. Está claro que nosotros mismos somos nuestro mayor enemigo.
Podríamos continuar largo rato enumerando zonas turísticas de Siria que han pasado de estar abarrotadas a ser la viva imagen de la desolación y la soledad, no terminaríamos nunca. Pero queremos hablarte también de otra parte del turismo, de esa que nunca se menciona. Antes de la guerra, las gentes de Siria disfrutaban con las visitas de extranjeros, hablaban con ellos, aprendían de su cultura, por un momento sentían que los muros del gobierno de Al Asad caían. Un pueblo amable, cariñoso, del que solo había buenas palabras, y que ha sido completamente masacrado, física y psicológicamente.
Siria era un país en crecimiento, uno de esos lugares que prometía un futuro mejor, una evolución, y que no sólo se ha quedado parado en el tiempo, sino que ha sido olvidado por muchos. Sus zocos ya no están repletos de diferentes culturas buscando la mejor oferta, ya no vemos cómo una familia árabe y otra occidental comparten un té mientras comparan sus estilos de vida y aprenden los unos de los otros, ya no hay turistas mudos frente a la espectacular Palmira. Esa Siria se nos empezó a ir el 15 de marzo de 2011, y muchos ni siquiera se han dado cuenta.
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