Leyendas de miedo
Casa de las Muertes de Salamanca: Esta es la curiosa historia que esconde
La Casa de las Muertes, ubicada en la ciudad de Salamanca, tiene una curiosa historia y leyenda que muy pocos conocen. ¿Te atreves a descubrirla?
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La Casa de las Muertes es una de las viviendas más singulares y visitadas, año tras año, en la ciudad de Salamanca. Fue diseñada por el conocido arquitecto Juan de Álava y, como es de esperar, esta casa se encuentra en pleno centro histórico de la ciudad castellano-leonesa.
Esta Casa de las Muertes es una de las más conocidas, puesto que mezcla a la perfección tanto la leyenda popular como, por supuesto, la historia. Una de las grandes características de esta casa es que cuenta con cuatro espectaculares calaveras, que están talladas en piedra. Parece, de hecho, que están colgadas de las jambas de las dos ventanas situadas en la parte superior de la fachada.
Esta peculiar característica, junto al presunto asesinato de cuatro habitantes en el siglo XIX, hizo que este nombre de “Casa de las Muertes” se tornara más habitual de lo esperado. Esta vivienda se encuentra en la transitada calle de los Tapiceros (actualmente conocida como Calle de Bordadores). Nos tenemos que remontar hasta el año 1500, cuando Alfonso de Fonseca decidió construir esta casa, situada muy próxima al precioso Palacio de la Salina.
Unos cuantos siglos más tarde, concretamente en el XIX, tuvo lugar un cuádruple asesinato de una familia que habitaba en su interior. Este suceso llegó a sorprender tanto a los salmantinos que acrecentó, sin lugar a dudas, esa denominación popular de “Casa de las Muertes”. ¡Pero no todo queda ahí!
En 1835, concretamente en el mes de mayo, una señorita que anteriormente despidió a sus criados apareció asesinada en el pozo del patio de esta casa. Por lo tanto, este tipo de situaciones no hacían más que aumentar el hecho de que los habitantes de Salamanca denominaran de esta manera a esta casa. Durante muchísimos años y a causa de estos sucesos, la vivienda estuvo deshabitada hasta que, a finales del siglo XIX, volvió a tener inquilinos.
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