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El monasterio de Soria que está abandonado y es Monumento Nacional
El Monasterio de San Juan de Duero, en Soria, es una de las joyas del románico en nuestro país, está abandonado y fue declarado Monumento Nacional. Te contamos todo lo que sabemos sobre esta maravilla.
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En muchas ocasiones os hemos hablado de iglesias, catedrales y templos de lo más impresionantes, como el Real Monasterio de Santo Tomás de Ávila, donde está enterrado el hijo de los Reyes Católicos. Y ahora queremos hablaros de uno situado en Castilla y León.
Se llama Monasterio de San Juan de Duero, conocido también como Arcos de San Juan de Duero, es un conjunto de arquitectura románica castellana situado a las afueras de la ciudad de Soria, en la provincia de Castilla y León.
Fue construido entre los siglos XII y XIII, a partir de la reforma de un templo religioso que ya existía. Lo que hoy se ve, la iglesia y el claustro, no son sino los restos de un monasterio de la Orden militar de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén o caballeros sanjuanistas.
Declarado Monumento Nacional en agosto de 1882, destaca por su impresionante claustro, que conserva una colección de estilos en sus arcos de lo más sorprendente. Románico, mudéjar, árabe se dan la mano en sus arcos, sumando a su belleza la singularidad de ser diferentes entre sí.
El Centro de Estudios del Románico (CER) de la Fundación Santa María la Real puso en marcha, entre el 3 de noviembre y el 28 de diciembre de 2008, el concurso Maravillas del Románico Español para elegir los siete edificios preferidos por los aficionados a este estilo artístico.
Tras una primera selección realizada por un equipo de expertos, San Juan de Duero quedó en cuarto puesto con 1706 votos, tras San Isidoro de León, la catedral de Santiago de Compostela y la catedral Vieja de Salamanca.
Lo que más destaca es, más allá del claustro, es la Iglesia y sus templetes. La iglesia es muy sencilla, de una sola nave con presbiterio y ábside; aquel, con bóveda de medio cañón apuntado, y éste, semicircular con bóveda de horno. Sin embargo, no sería nada sin los dos templetes, dispuestos uno a cada lado del presbiterio a modo de iconostasio.
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