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El Puente Colgante de Valladolid declarado como Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento

El Consejo de Gobierno de la Junta de Castilla y León ha aprobado la declaración del Puente Colgante de Valladolid como Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento.

El Puente Colgante de Valladolid

El Puente Colgante de Valladolid iStock

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El Consejo de Gobierno de la Junta de Castilla y León ha aprobado la declaración del Puente Colgante de Valladolid, cuya construcción finalizó en 1865, como Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento.

La Dirección General de Patrimonio Cultural de la Junta de Castilla y León acordó el pasado mes de enero incoar procedimiento de declaración del Puente Colgante de Valladolid como Bien de Interés Cultural (BIC) con categoría de Monumento.

Según recogió el Bocyl, la resolución del 12 de enero proponía la declaración del Puente Colgante de Valladolid como Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento, por resultar la categoría más adecuada para la protección de este bien.

Todo ello de acuerdo con la Ley de Patrimonio Cultural de Castilla y León, de 2002, que en su artículo 8.1 señala que "los bienes muebles e inmuebles y actividades integrantes del Patrimonio Cultural de Castilla y León, que reúnan de forma singular y relevante las características del artículo 1.2 de esta Ley serán declarados Bienes de Interés Cultural".

La iniciación del procedimiento, según establece la mencionada Ley determinará respecto al bien afectado, la aplicación inmediata y provisional del régimen de protección previsto en la citada ley para los bienes declarados de interés cultural.

Asimismo, en aplicación de lo dispuesto en el artículo 36 de dicha ley, todas las obras que hubiesen de realizarse en el área afectada por la declaración no podrán llevarse a cabo sin la aprobación previa de proyecto correspondiente por la Comisión Territorial de Patrimonio Cultural, o si es el caso, por esta Dirección General.

En la rueda de prensa posterior al Consejo de Gobierno de la Junta, celebrada este jueves, el portavoz del ejecutivo autonómico, Carlos Fernández Carriedo, ha precisado que esta declaración no supondrá la supresión de la circulación de vehículos por el puente.

En este sentido, el pasado mes de enero el alcalde de Valladolid, Jesús Julio Carnero, precisó que será el estado de conservación de este viaducto el que determine las decisiones sobre su uso.

En el comunicado publicado este jueves por la Junta de Castilla y León se destaca que en la estructura confluyen un conjunto de valores históricos, técnicos e inmateriales singulares y excepcionales que lo convierten en un bien único en el patrimonio cultural de Castilla y León y que ha sobrevivido hasta nuestros días.

El Puente Colgante de Valladolid, conocido también, según la Junta, como Puente de Hierro, constituye uno de los elementos urbanos históricos más característicos e identificadores de Valladolid e imagen icónica de la relación de la ciudad con el río Pisuerga. Por ello, se delimita en esta declaración el entorno mínimo de protección que forma la visual paisajística esencial del monumento para preservar su relación con el medio físico en el que está ubicado.

Constituye un elemento patrimonial único, relevante ejemplo del avance tecnológico de una época, hito en el contexto de la arquitectura de hierro en España al ser el primer puente construido en nuestro país y el cuarto en Europa con el sistema arco-tirante, abriendo, de este modo, el camino a la implantación de esta tipología de puente carretero metálico en el resto del territorio nacional.

Ubicado junto al Monasterio de Nuestra Señora de Prado, a las afueras del conjunto histórico de Valladolid, también se le conocía como Puente del Prado. No es en realidad un puente colgante, sino que se trata más bien de una estructura en hierro forjado, con sistema de arco atirantado o Bow-String, sobre apoyos laterales de fábrica de sillería y pedestales de fundición. Tiene un tablero de 75,70 metros de largo y 7 metros de anchura, con un único vano de 68,70 metros, que en origen presentaba un suelo de madera de pino.

La primera aplicación en España del sistema Bow-String tuvo lugar en Valladolid en 1865, con el Puente Colgante y, aunque el sistema no tuvo en principio mucha aceptación, se fue popularizando en los primeros años del siglo XX entre los carreteros, ya que competía en economía con los de viga a partir de los 40 metros de luz.

Historia del Puente Colgante de Valladolid

La gestación del Puente Colgante de Valladolid, segundo puente de la ciudad después del Puente Mayor, comienza a finales del siglo XVIII y principios XIX, en el contexto de la incipiente industrialización del país y la articulación de un sistema de comunicaciones moderno, que situaría a Valladolid en la vanguardia tecnológica del país con la mejora de las comunicaciones y la llegada del ferrocarril a la ciudad.

El proceso de construcción comenzó en 1851 con la elección del enclave para la construcción de un auténtico puente colgante, bajo la dirección del ingeniero Andrés de Mendizábal, apadrinado por la reina Isabel II. Las obras se iniciaron en 1852, pero pronto surgieron dudas sobre la estabilidad de la novedosa estructura de puente colgante y, aunque se presentó un segundo proyecto del mismo autor con el sistema Vergniais, finalmente se optó por la suspensión definitiva de las obras en 1854 y la construcción de un puente de arco atirantado. Aunque no existe constancia documental, la autoría del nuevo proyecto se atribuye a una de las figuras más importantes en el desarrollo de la ingeniería en España, Lucio del Valle.

Las características de este tipo de puentes permiten la elaboración y montaje de las piezas fuera de su ubicación final. En este caso, la fabricación en hierro forjado y fundido del Puente Colgante se llevó a cabo en Inglaterra, por John Henderson Porter, en los talleres de Ebro Works en Tividale, cerca de Birmingham, según consta en dos inscripciones conservadas en el Puente.

Las piezas, elaboradas en los talleres ingleses y enviadas a España a través de los puertos de Santander y Bilbao, llegaron a Valladolid en abril de 1864; su colocación, ajuste y roblonado duró siete meses bajo la vigilancia facultativa de los ingenieros Carlos Campuzano y Antonio Borregón, aprovechando los estribos ya ejecutados y sin necesidad de utilizar grandes medios ni un elevado número de operarios, para la puesta en obra.

Una vez montado el Puente en la orilla derecha del río, se construyeron tres caballetes provisionales de madera a través de los cuales deslizarían el Puente hasta colocarlo en su posición definitiva.

En abril de 1864 se realizó la prueba de carga que resulto un éxito, y finalmente se pudo inaugurar el 20 de abril de 1865. En su construcción se mantuvieron las dimensiones iniciales de anchura del tablero y longitud total, con un peso de 400 toneladas mayor al inicialmente previsto, y con un presupuesto de 991.000 reales, bastante más bajo que el inicial.

Desde ese momento y hasta la actualidad, el Puente ha conservado su uso, si bien ha sufrido numerosos trabajos de mantenimiento y reparación que han permitido el tránsito rodado hasta nuestros días, sin perder su diseño original y sus valores simbólicos y estéticos y que han convertido su imagen en símbolo inequívoco de la ciudad de la capital vallisoletana.

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