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El Templo Dorado

Amritsar, el oro de India

Amritsar brilla con luz propia y buena parte de culpa de esto la tiene el Templo Dorado, que se alza majestuoso como lugar sagrado para la novena religión más seguida del mundo.

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En el estado de Punyab, que cuenta con unos 25 millones de habitantes, encontramos una de las primeras civilizaciones, la civilización del valle del Indo, y un territorio que merece la pena conocer pues, como sucede en India, tiene verdaderas joyas a la espera de ser descubiertas.

Es el caso de Amritsar, una ciudad situada al norte del país cuyo nombre significa “estanque del néctar de la inmortalidad”. Sus calles, sus templos, sus gentes, se presentan de esta manera: como inmortales, inmunes al paso del tiempo. Y aunque todo en Amritsar podría ser protagonista de estas líneas, es un lugar concreto el que concentra todas las miradas, todas las atenciones, todas las alabanzas.

Hablamos del Templo Dorado de Amritsar, conocido como Harmandir Sahib. En una región en la que el 60% de la población practica el sikismo -religión fundada en el siglo XV en un intento de reunir lo mejor del hinduismo y el islamismo-, este templo consagrado a ello resulta atractivo para los espíritus entregados a ésta y también para aquellos que solo quieren admirar su belleza, de todo tipo.

Y es que el carácter abierto de los Sikhs hace que sea posible visitar el Templo, maravillarte con él, incluso aunque no compartas su creencias -hay que descalzarse, cubrirse la cabeza y los hombros y no mostrar las piernas pero, por lo demás, no habrá ningún problema.

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El Templo Dorado te sobrecoge desde el primer momento en que quedas frente a él. Está adornado con 750 kilos de oro que brillan también en un gran lago artificial por el que puedes pasear a cualquier hora del día. Cuando el templo fue fundado, en el siglo XVI, su construcción se inició a partir de una fosa cavada por el Gurú Ram Das donde ahora se encuentra el lago.

En su misma arquitectura encontramos aspectos que caracterizan el pensamiento sikh; por ejemplo, el templo está abierto por cuatro entradas que simbolizan precisamente la apertura de la religión a otras religiones.

Sin embargo, su historia también contiene un capítulo sangriento. En los primeros días de junio de 1984, un líder sij llamado Bhundranwale y sus seguidores se atrincheraron en el templo en un intento de independizarse. La primera ministra, Indira Gandhi, ordenó entonces la intervención del ejército de India y la operación militar terminó con 83 soldados muertos y 492 civiles; meses más tarde, la propia Indira fue asesinada por tres miembros de su guardia personal, seguidores de la religión, por considerar que se había profanado el lugar más sagrado para éstos.

Lamentablemente, estos hechos no pueden borrarse de la memoria popular pero con el paso de los años el Templo Dorado ha vuelto a brillar con la fuerza con la que fue concebido. La paz que se respira y la variedad de personas que lo visitan, el ambiente espiritual que rodea a todo el conjunto y la belleza del lugar, lo convierten en un imprescindible a la hora de visitar India.

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