Un país por descubrir
Belleza en estado puro en Filipinas
En la cordillera central de Luzon Norte, el cielo y la tierra parecen unirse. Majestuosas montañas tapizadas de bosques de pinos sobresalen místicamente en un cielo azul. Exóticos campos de arroz en forma de escalera se elevan hasta tocar el cielo. Lugares como la excitante ciudad de Sagada o la ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad, Vigan. Bienvenido a Filipinas.
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Éstas son sólo algunas de las razones por las cuales esta zona de Filipinas es una visita obligada.
Las terrazas de arroz
Consideradas la octava maravilla del mundo, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, las terrazas de arroz son indiscutiblemente bellas, dejando a los visitantes sin palabras cuando las ven por primera vez. Se estima que las terrazas de arroz más antiguas de Luzon tienen unos 300 años y fueron construidas por los agricultores de la montaña de Ifugao, que empezaron a servirse de rudimentarias herramientas para crear estos escalones en la ladera de la montaña y sucesivamente añadieron muros y paredes protectoras. Cinco de las más famosas de Filipinas están situadas en Banaue, cada una se distingue por sus características y merece la pena visitarlas todas. Una experiencia inolvidable. Aunque las terrazas son increíbles durante todo el año, es recomendable verlas dos meses antes de la cosecha, cuando el verde todavía es muy brillante.
Las cuevas de Sagada
Situado a una altitud de 1500 metros, perteneciente a la región montañosa, Sagada fue un antiguo refugio de todos los intelectuales críticos con la dictadura de Marcos. Este lugar tiene un aire místico debido a la visión de los ataúdes colgados en lo alto de los acantilados de caliza, ya que, según la tradición, los espíritus de los muertos preferían estar lo más cerca posible del cielo. Los ataúdes están hechos de madera de pino y se cuelgan en las paredes de roca de las cuevas utilizadas como cementerios. El ritual de entierros de los aborígenes se sigue practicando, pero sólo en raras ocasiones y los restos de sus tradicionales celebraciones se pueden todavía observar en los alrededores de Sagada. Es muy recomendable visitar las cuevas de Lumiang, en cuya entrada se amontonan unos 100 ataúdes, los más viejos con unos 500 años de antigüedad, y las cuevas de Sumaging, con formaciones rocosas sobrenaturales, que pueden ser visitadas con expertos guías locales.
Vigan, ciudad Patrimonio de la Humanidad
El paisaje urbano de Vigan fue construido hace más de 300 años, cuando los españoles gobernaban en Filipinas. En 1999, la Unesco declaró el lugar Patrimonio de la Humanidad, por su combinación de antiguos edificios asiáticos y arquitectura europea colonial. La ciudad cuenta con dos plazas principales en las que se centran sus principales atractivos: la Plaza Salcedo, dominada por la Catedral de San Pedro, y la Plaza Burgos. El distrito mestizo encuentra su alma en la calle de Crisologo, donde se agrupan la mayoría de las casas, distintivas por su arquitectura única, con la combinación de dos estéticas increíbles, la china y la española.mAparte, sus grandes mansiones, el tradicional negocio artesanal en la vieja ciudad, los museos, los mercados y las iglesias históricas hacen de Vigan una visita destacable de la costa oeste del archipiélago.
Visitar el Monte Pinatubo
Otra parada que merece la pena hacer en la Cordillera Central es visitar el monte Pinatubo, un volcán activo de 1.486 metros de altura y situado a 90 km de la capital. En 1991 sufrió una erupción tan violenta que la cima del volcán se volatilizó. Desde ese momento, las lluvias han formado en el cráter un lago ácido. Es posible organizar una excursión para visitar las aguas termales que se encuentran en las laderas volcánicas, a las cuales se llega pasando por afilados precipicios, paisajes salvajes y el mismo borde del cráter. ¡Un chute de adrenalina para los más aventureros!
Interactuar con la comunidad local
Los Ifugaos fueron unos de los primeros pueblos, juntos con los Bontocs, Kalingas y Apayaos, en llegar a Filipinas hace más de 3.000 años. El estilo de vida humilde contrasta con sus poderosas terrazas de arroz. La mayoría de ellos vive en chozas sencillas, construidas sobre pilotes con techos de paja y viste el traje tradicional, tejido con tonos vivos, considerado un símbolo de estatus.
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