Convento de San Antonio de Padua de Izamal: la historia tras la Virgen de Izamal y otros datos curiosos

Es el momento de viajar hasta México, concretamente a Izamal, situado en el estado de Yucatán. Estamos ante una de las zonas más sorprendentes del país, no solamente por su historia y cultura, sino también por su gente. Es el instante más que perfecto para conocer la historia de una de sus grandes edificaciones.

Estamos hablando, cómo no, del Convento de San Antonio de Padua. Para comenzar, tenemos que tener en cuenta que éste fue fundado por los frailes franciscanos sobre el año 1549. A pesar de todo, su construcción no comenzó hasta pasados varios años, con Fray Diego de Landa como personaje principal de la historia.

Este Convento de San Antonio de Padua se construyó sobre las ruinas de Pap-Hol-Chac, un antiguo edificio prehispánico. El arquitecto Fray Juan de Mérida fue quien se encargó de elaborar este proyecto, que se asemejaba a la gran mayoría de conventos que se erigieron en el siglo XVI. Es decir, un imponente atrio con cuatro capillas, la iglesia y el convento con su propio huerto.

Dieron las obras por finalizadas en el año 1562. Fue entonces cuando Fray Diego de Landa decidió traer de Guatemala una imagen de la Inmaculada Concepción, conocida con el tiempo como Virgen de Izamal. Esta imagen se encuentra en un imponente retablo de estilo barroco, bañado en oro. En este elemento encontramos varias pinturas que representan la Visitación del Ángel Gabriel a la Virgen, la visita de la Virgen a Santa Isabel, el Nacimiento de Cristo y hasta su Muerte, entre otras cuestiones.

Respecto a la Virgen de Izamal, cuenta con una historia de lo más peculiar. Y es que, cuando Fray Diego de Landa decidió llevarla al Convento, lo hizo con otra imagen idéntica. Éstas eran conocidas como “las Vírgenes Hermanas”. Una se quedó en Izamal mientras que la otra puso rumbo a Mérida, también en México.

Lo que pocos saben es que la de Izamal quedó destruida como consecuencia de un incendio que se desató a mediados de abril de 1829. Por ese mismo motivo, las autoridades eclesiásticas mandaron traer esa otra Virgen. Una imagen que fue donada por Narcisa de la Cámara y que, desde ese momento, permanece en el convento.

A lo largo del siglo XVII, se tomó la decisión de construir unos imponentes corredores para unir las capillas. Su objetivo era dar cobijo a los que participaban en las procesiones. Para poder llevar a cabo esta idea, se procedió a la destrucción de la nave de materiales indios.

Por si fuera poco, a la parte trasera de la nave de la Iglesia, se añadió nada más y nada menos que el camarín de la virgen, con su correspondiente escalinata. Cabe destacar que la fachada de la iglesia fue reformada en el siglo XVIII, mientras que las pinturas murales se realizaron entre finales del siglo XVI y principios del siglo XVII.