PORTUGAL
Faro: una ciudad portuguesa para disfrutar de temperaturas cálidas en invierno
Es una ciudad olvidada, pero merece la pena recorrer sus calles con olor a azahar.
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Cuando llega el invierno, a la hora de viajar, tenemos dos opciones. La primera de ellas es escoger destinos en los que el frío lo envuelve todo de una magia especial, como Laponia, los Alpes suizos o alguna capital europea en la que de tanto en tanto se puede ver nevar. La otra opción es optar por un destino más cálido al que escaparse para huir de las bajas temperaturas, y en este caso se nos ocurre Canarias o, por qué no, Faro.
Si nunca has escuchado hablar de Faro, debes saber que se trata de una ciudad portuguesa situada en la región del Algarve. Hay quienes deciden hacer una parada en ella cuando recorren los alrededores, pero lo cierto es que en sí misma también merece mucho la pena. Incluso en invierno, pese a tener mar. Y es que allí se puede disfrutar de unas temperaturas agradables todo el año, pero en esta época, además, se puede pasear por todos sus rincones con un extra de calma.
En una visita a Faro, claro está, resulta imprescindible recorrer su casco histórico. Tiene un patrimonio histórico riquísimo y callejeando por allí, por su Cidade Velha, se puede conocer parte de su pasado. Faro cuenta con unas murallas árabes que rodean el casco antiguo de la ciudad y también con un majestuoso edificio religioso, la Catedral Sé, que muestra en su fachada el paso del tiempo.
La Catedral Sé está construida en diferentes estilos arquitectónicos y desde lo alto de su torre ofrece unas vistas fascinantes de la ciudad. Pero hay algo que debes saber: los campanarios de las iglesias sirven para algo más, y ese algo es darle cobijo a multitud de cigüeñas que han decidido anidar en este tipo de construcciones de esta localidad portuguesa.
Los nidos de cigüeña se encuentran también en otros rincones, como ruinas y carteles de las calles. Unas calles que debes saber que son estrechas y adoquinadas y que en ellas se alzan casas tradicionales decoradas, como no podía ser de otro modo tratándose de Portugal, con azulejos. Por si todo esto no tuviese suficiente encanto, Faro tiene repartidos aquí y allá multitud de naranjos que tiñen la ciudad de color y que desprenden un delicioso aroma a azahar.
Para terminar, no debemos olvidar que Faro es una ciudad con mar, así que en un itinerario por la ciudad se debe incluir una visita a su puerto. No es demasiado grande, pero tiene mucha vida. Desde allí salen barcos para pasear por la zona, es un buen punto para ver despegar o aterrizar los aviones del aeropuerto más cercano y cuenta con restaurantes en sus extremos en los que sentarse a comer algo rico. Y claro está, no muy lejos tiene algunas playas en las que desconectar aunque sea invierno.
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