CANADÁ

Puente colgante de Capilano: una caminata entre las copas de los árboles canadienses

Puede producir vértigo, pero quien se atreva a recorrerlo vivirá una experiencia inolvidable.

Puente colgante de Capilano

Puente colgante de CapilanoDe Markus Säynevirta, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=57619535

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Canadá es un país con grandes ciudades, pero también con mucha naturaleza. Cataratas famosas alrededor del mundo como las del Niágara, lagos gigantes que se congelan cuando llega el invierno, río larguísimos que recorren un buen puñado de kilómetros de su territorio y bosques enormes en los que solamente se ve vegetación. Justamente, lo mismo que se alcanza a ver desde el protagonista de estas líneas: el puente colgante de Capilano.

El puente colgante de Capilano cruza un río que lleva el mismo nombre y se encuentra en el Distrito de Vancouver Norte, en la ciudad de Vancouver. Mide nada más y nada menos que 140 metros de longitud y se encuentra suspendido a una altura de 70 metros. Aunque cada año se acercan hasta este lugar tan popular alrededor de 800.000 personas, te adelantamos algo: no es apto para personas con vértigo.

Siempre que uno no sufra de miedo a las alturas, el puente colgante de Capilano es un monumento fascinante desde el que disfrutar desde un punto de vista diferente de la naturaleza canadiense. Porque lo cierto es que en el parque en que se encuentra situado hay bosques, jardines y senderos naturales en los que perderse dando un paseo de lo más agradable. Y eso no es todo, pues además existe la posibilidad de ver allí una exposición privada de tótems y otras que realzan el valor del bosque.

Puente colgante de Capilano
Puente colgante de Capilano | Pixabay

Pero volviendo al puente, que es lo que nos interesa verdaderamente en esta ocasión, te diremos que fue construido en el año 1889 por George Grant Mackay. Este ingeniero escocés decidió darle forma al que hoy es uno de los puentes más turísticos del país con cuerdas de cáñamo y tablas de cedro. No obstante, hoy en día su diseño se aleja bastante al original.

En el año 1903, el cáñamo del puente fue sustituido por cables de alambre para aportarle una mayor resistencia. Tiempo después, no sin antes pasar de dueño en dueño hasta quedarse en manos de Henri Aubeneau, el puente fue sometido a una reforma integral en el año 1956. Y esta no es la única fecha a señalar: no debemos olvidar hacer mención al hecho de que en 1983 volvió a venderse, en este caso a Nancy Stibbard.

En realidad, es posible que no importe en exceso quién es el propietario de este puente tan fascinante capaz de regalar una aventura son igual a mayores y pequeños. Lo que sí que importa es esto último: el hecho de que recorrerlo resulta una experiencia inolvidable, no solo por la adrenalina que produce, sino por la posibilidad de poder ver desde arriba las copas de los árboles canadienses, los senderos de alrededor e incluso picos de montañas a lo lejos.

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