REINO UNIDO
Reading Abbey: ¿sabías que llegó a albergar hasta 230 reliquias?
Es el momento de conocer la historia que hay detrás de la Abadía de Reading, una de las más importantes de Reino Unido. ¡Estamos seguros de que no te dejará indiferente!
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Reading es una de las ciudades más sorprendentes que podemos encontrar en Reino Unido. Y siendo honestos, no es para menos. Es evidente que cada vez son más las personas que deciden conocer este lugar que no deja indiferente a quien decide visitarlo.
Una de las construcciones de Reading que más llaman la atención es, sin lugar a dudas, lo que conocemos como Reading Abbey. Se trata de una abadía en ruinas que podemos encontrar el mismo centro de la ciudad. Se fundó en el año 1121 por Enrique I, y con un fin muy concreto: “Para la salvación de mi alma y de las almas del rey Guillermo, mi padre, y del rey Guillermo, mi hermano, y de la reina Maud, mi esposa, y de todos mis antepasados y sucesores”.
Durante muchísimos años, la Abadía de Reading fue considerada como uno de los monasterios más importantes e influyentes de toda Europa. Sus tradiciones se siguen manteniendo en la histórica iglesia de Saint James, que se construyó con un gran número de piedras de las ruinas de esta Abadía.
Reading Abbey, a través de su historia
Como hemos mencionado, Enrique I fue parte fundamental en esta construcción. Tras su fundación real, en este lugar se establecieron un grupo de monjes que pertenecían a la Abadía de Cluny, situada en Borgoña. Pero no fueron los únicos, ya que también había monjes del priorato cluniacense de Saint Pancras de Lewes.
Debemos tener en cuenta que esta Abadía de Reading no solamente estaba dedicada a la Virgen María, sino también a San Juan Evangelista. El primer abad fue Hugo de Amiens, y fue nombrado en 1123. Con el paso del tiempo, terminó convirtiéndose en nada más y nada menos que arzobispo de Rouen. Motivo por el cual sus restos descansan en la catedral de esa ciudad.
El lugar escogido para la construcción de esta Abadía no es producto de la casualidad, ya que es una zona verdaderamente estratégica. Concretamente, entre los ríos Támesis y Kennet. De hecho, se establecieron diversos muelles en este último río. A su vez, debemos tener en cuenta que el Kennet proporcionó una gran cantidad de energía para los molinos de agua que se encontraban en esta Abadía. Por si fuera poco, es importante saber que, debido al patrocinio real que tenía, este lugar se convirtió en uno de los grandes centros de peregrinación de Inglaterra en su época medieval.
Al haber sido clave en la construcción de esta Abadía, los restos de Enrique I se enterraron allí a pesar de haber fallecido, en 1135, en Normandía. Es más, se enterraron frente al altar cuando la construcción de la Abadía aún no había terminado. Un lugar realmente importante, a su vez, a nivel religioso.
Y es que albergaba hasta 230 reliquias. Entre ellas, nada más y nada menos que la mano de Santiago. Por si fuera poco, en las ruinas durante el trabajo de demolición en 1786, se encontró una mano humana arrugada. Lejos de que todo quede ahí, la canción ‘Sumer is icumen in’ se escribió en la Abadía, aproximadamente en 1240. Siendo una de las más antiguas conocidas de la historia de Gran Bretaña.
Reading Abbey era una de las construcciones más visitadas por la realeza, sobre todo por Enrique III. Es más, podía llegar a visitarla unas tres o cuatro veces al año, aproximadamente. Por si fuera poco, esta edificación ha sido testigo de numerosos sucesos históricos. Entre ellos, la boda de Juan de Gante y Blanca de Lancaster, que se celebró en 1359.
El año 1538 fue clave para la historia de Reading Abbey, ya que quedó prácticamente destruida como consecuencia de la disolución de los monasterios del rey Enrique VIII. Es más Hugh Faringdon, último abad, fue juzgado y condenado por alta traición. Motivo por el cual murió ahorcado y fue descuartizado frente a la iglesia de la abadía.
Durante los siguientes 200 años, ese antiguo edificio sirvió como Ayuntamiento de Reading. Entre los años 1765 y 1766 fue desmantelado y reemplazado. Por si fuera poco, en 1787, Henry Seymour Conway decidió hacerse con una gran cantidad de piedras de la Abadía para construir nada más y nada menos que el puente de Conway que podemos encontrar a las afueras de Henley.
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