Roque Nublo: un atardecer de película en Gran Canaria

Son muchas las personas que disfrutan de ver una puesta de sol. Son muchas las veces que se habla de las mejores que se pueden contemplar en las islas Baleares. Pero también las islas Canarias tienen rincones de ensueño en los que presenciar atardeceres de película. En Gran Canaria, por ejemplo, está Roque Nublo, el que está considerado como una de las peñas naturales de mayores dimensiones de todo el planeta.

Se trata de un roque de origen volcánico, como muchos otros espacios de estas islas, que se levanta 80 metros hacia el cielo desde su base a una altitud de 1.813 metros sobre el nivel del mar. Para los aborígenes era un lugar de culto y, aunque eso ha cambiado en la actualidad, desde 1987 tanto Roque Nublo como sus alrededores están catalogados como espacio natural protegido.

Para ubicarlo mejor, diremos que se encuentra en el interior del parque rural del Nublo, concretamente en una zona que pertenece al municipio de Tejeda. Aunque se trata de la formación rocosa que más destaca del lugar, está rodeado por otras rocas con formas bastante llamativas y particulares.

El Roque Nublo en concreto es un monolito formado a partir del resto erosivo de una colada de bloques y cenizas que surgió como consecuencia de la erupción de un estratovolcán. De igual modo que los monolitos vecinos, tiene una forma curiosa y ese es el motivo por el que se ha convertido en todo un símbolo de Gran Canaria. Pero además, su imponente presencia ayuda a que desde allí se pueda observar uno de los atardeceres más bonitos de toda la isla.

En realidad, debe apuntarse que desde donde mejor se observa es desde la distancia. Desde el Pico de las Nieves, por ejemplo, hay espacio suficiente como para admirar la belleza del Roque Nublo con un poco de perspectiva. Cuando el sol empieza a ponerse, sobre todo en los días en que el monolito queda rodeado por un manto de nubes, la estampa es verdaderamente preciosa. Pero si no las hay tampoco tiene desperdicio, pues los colores anaranjados de los que se tiñe el cielo justo por detrás del roque son lo suficientemente bellos como para no necesitar más adornos.