LOGROÑO
Historia del Palacio de Espartero: origen, sus usos y por qué tiene ese nombre
Viajamos hasta La Rioja, concretamente a Logroño, para descubrir la historia que esconde el conocido Palacio de Espartero.
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Es el momento más que perfecto para poner rumbo a Logroño, la capital de La Rioja. Como no puede ser de otra forma, allí encontramos un gran número de construcciones y monumentos verdaderamente sorprendentes y espectaculares. Un claro ejemplo lo encontramos en el conocido como Palacio de Espartero.
Este edificio, que actualmente alberga el Museo de La Rioja, se erigió en el siglo XVIII. Fue el lugar en el que vivió el general Baldomero Espartero tras retirarse de la política y haber contraído matrimonio con María Jacinta Martínez. Hoy en día, en él se exponen diversas esculturas y pinturas que datan de los siglos XII al XIX. Además, cuenta con grandes tallas de madera, mobiliario antiguo y diversos hallazgos arqueológicos.
El Palacio de Espartero, a través de su historia
Esta construcción está ubicada en el centro de la capital de La Rioja. Se trata de un edificio de estilo neoclásico que cuenta con una imponente torre central. Se construyó en el año 1752 tras las órdenes de Pedro Ruiz de la Porta, regidor perpetuo de la ciudad. A su muerte, este espectacular palacio pasó a manos de la reconocida familia Martínez de Sicilia.
Ahora bien, ¿por qué es conocido como ‘Palacio de Espartero’? Precisamente porque el general Baldomero Espartero tomó la decisión de retirarse a vivir a esta construcción tras dejar, de forma definitiva, la política. Es por eso que, desde el año 1856 y hasta su muerte, que se produjo en 1879, residió en este Palacio. Éste era propiedad de la familia de Jacinta Martínez de Sicilia, su mujer.
El matrimonio murió sin descendencia, por lo que el Palacio de Espartero pasó a manos de Vicenta Martínez de Sicilia y Fernández de Luco, hermanastra de Jacinta y Marquesa de La Habana. Fue ella quien tomó la decisión de alquilar este edificio al Estado para que, a partir del año 1881, se convirtiese en nada más y nada menos que sede del Gobierno Militar.
Pero todo quedó en saco roto tan solo un año después, cuando el Gobierno dictó un Decreto con el objetivo de trasladar las sedes episcopales a las capitales de provincia. Y todo para cumplir, de forma tajante, el Concordato que se firmó con la Santa Sede. Por lo tanto, había una nueva necesidad, que era que Logroño tuviese un palacio episcopal puesto que, hasta entonces, la sede estaba en Calahorra.
Ante esta situación, la Marquesa de La Habana no dudó en ofrecer el Palacio de Espartero al Estado pero para otro fin: que fuese Palacio Episcopal y Tribunal Eclesiástico. Esta venta se hizo efectiva en 1884, por un importe de 110.000 pesetas. De esta forma, entre los años 1886 y 1888 se llevaron a cabo una serie de reformas que fueron dirigidas por Luis Barrón, reconocido arquitecto. Entre otras cuestiones, dio el paso de cambiar el escudo nobiliario que había en la fachada por uno episcopal. A pesar de estas obras, lo cierto es que el obispo jamás llegó a trasladarse al edificio, por lo que quedó desocupado.
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