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Paisajes llenos de sal

Tres salinas para aliñar la vida

Estos parajes, en los que luego se extrae la sal que nos condimenta las comidas, se han convertido en parques naturales para avistar todo tipo de aves y que encandilan por sus paisajes de colores rojizos y, por qué no, extraños, como de otro mundo. Aquí van los tres mejores de España.

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1. Salinas de d'Es Trenc

Al sureste de Mallorca se despliega esta playa natural de 3,5 kilómetros de longitud en la que, ya en la antigüedad, romanos y fenicios recolectaban sal marina. En una extensión de ciento setenta hectáreas a través de canales, el agua del mar corre hacia las salinas a unas balsas anchas de poca profundidad y es ahí donde el sol y el viento ‘elaboran’ en la superficie del agua cristales, cuya forma se asemeja a la de una flor. Viento, sol y agua, los tres elementos que crean esa maravilla llamada Flor de Sal d’Es Trenc.

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Es Trenc se encuentra en un Parque Natural catalogado dentro de los Espacios Protegidos de Baleares, y es un importante refugio para más de ciento ochenta aves protegidas, como flamencos, avocetas, chorlitejos o alcavarenes (contemplarlos es un placer). Una variedad de ambientes que hace que la vegetación sea pintoresca, diversa, desde la típica dunar con especies como el cardo marino, hasta la de marismas, repleta de juncos y salicornias, e incluso rincones de bosques mediterráneos.

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Además, existe la oportunidad de pasear por este idílico paraje natural y conocer su historia y el proceso de fabricación de la sal marina gracias a las visitas guiadas, de 45 minutos, que ofrecen: martes, jueves y viernes a las 11.30, 13.00 y 14.30 horas; y miércoles a las 13.30 y 15 horas.

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2. Salinas de Fuencaliente

De una isla a otra. En este caso hacia La Palma. Allí, en 1967, Don Fernando Hernández emprende la misión de crear una estructura salinera que abasteciera de sal al lugar, con la ayuda del maestro salinero Don Luis Rodríguez. Y ahí continúa la tercera generación familiar, elaborando Sal Marina Teneguía (en homenaje a la última erupción del volcán Teneguía, que paralizó con sus cenizas la producción durante un año) y cuidando con mimo este paraje de 35.000 metros cuadrados que, en 1994, fue declarado Espacio Natural de Interés Científico.

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Ahora, este complejo salinero es un punto de referencia dentro de las visitas naturales y paisajísticas de la isla, un lugar en el que descansan, y crían, muchas aves migratorias. Desde el otoño y hasta la primavera, muchas aves recalan aquí antes de aterrizar en África, y acercarse a verlas es una de las maravillosas experiencias que se pueden vivir en las Salinas de Fuencaliente: más de 40 especies entre las que se encuentran los chorlitejos, correlimos, vuelvepiedras, andarríos, flamencos y tarros blancos.

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3. Salinas de San Pedro

Ubicado estratégicamente entre el mar Mediterráneo y el mar Menor, sus estanques salineros brillan con una variedad cromática que van desde el azul del mar hasta el rosa intenso, y donde la riqueza faunística de las especies que habitan este Parque Regional impresiona a los visitantes. El ‘oro blanco’ que se extrae en San Pedro del Pinatar, realizado por Salinera Española, han convertido este enclave en uno de los rincones turísticos por excelencia en la región de Murcia.

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El Parque Regional Salinas y Arenales de San Pedro, con sus 856 hectáreas de superficie, atrae durante todo el año a un sinfín de familias que acuden a deleitarse con el entorno natural, con su paisaje de estanques, motas, dunas y pinares (la mayoría de los pinos carrascos están tumbados por la acción del viento). Aquí se pueden avistar flamencos rosados, zampullines, gallinetas, gaviotas, garzas reales y lechuzas y dispone de cómodas sendas preparadas para recorrer a pie o en bicicleta.

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