Valenciana de adopción, Beatriz Serrano confiesa que "está pasando muchas noches sin dormir" a pesar de la alegría de presentar Fuego en la garganta, novela finalista del Premio Planeta 2024.
Con su segunda obra ya en librerías, arranca un año de promoción junto a la ganadora, Paloma Sánchez-Garnica, en el que promete seguir hablando de las zonas afectadas por la DANA para que no olvidemos lo ocurrido "como ha pasado con otras tragedias".
Tras el enorme éxito de su primera novela, El descontento, Serrano, periodista de profesión, regresa con una historia que recorre la infancia y la adolescencia de una chica con poderes sobrenaturales que no encuentra su lugar en el mundo.
PREGUNTA. Has cogido los años 90 y los has metido en una novela.
RESPUESTA. Era un poco la idea. Pensé en hacer una novela de iniciación y esa idea me llevó a mi infancia, a los 90, principios de los 2000.
Es una época muy interesante porque con la llegada de internet a nuestras casas llegó la verdadera cultura de masas. Estábamos constantemente atentos a las historias, a los referentes, a qué pasaba alrededor. Fue este momento en el que empezamos a no distinguir entre productos culturales.
Ahora ya hemos llegado al momento Netflix, pero en ese momento estaba la piratería, que era la manera en la que podías ver una serie que se estaba estrenando en Estados Unidos. Era como si hubieses metido toda la cultura en una coctelera, lo hubieses agitado y te lo hubieses bebido.
P. El Messenger tiene mucha importancia en la novela, sobre todo para la protagonista, Blanca. ¿Qué impacto tuvo esta ventana para los que éramos un poco raros y buscábamos encontrarnos con otros raros del mundo?
R. Ahora estamos en un punto en el que buscamos salir de internet, quitarnos las redes sociales, hacer un detox digital, comprarnos teléfonos tontos en lugar de smartphones...
"Antes íbamos a internet para buscar respuestas y encontrarnos a nosotros mismos"
Pero en aquel momento íbamos a internet para buscar respuestas y para encontrarnos a nosotros mismos. Las personas que tuvieron unas infancias solitarias, que se sentían fuera de lugar por venir de una familia desestructurada o por pertenecer, por ejemplo, a la comunidad LGTB, encontraban en internet una salida a ese mundo hostil al que pertenecían y que se les desmoronaba.
Íbamos a internet a encontrar esa felicidad, como si fuera una especie de oasis, y ahora queremos salir de ahí.
P. Blanca y su madre son dos mujeres que necesitan un lugar y lo buscan de muy diferentes maneras.
R. Lo buscan de muy diferentes maneras, pero a mí me parece que la historia de Blanca y de su madre van en paralelo. Tienen muchos puntos en común, que es sentirse distintas, sentirse fuera de lugar, pero también quieren encontrar a sus familias escogidas. La madre de Blanca la encontrará en una casa okupa de la Malvarrosa y Blanca en internet. Pero al final son mujeres buscando salidas y caminos.
P. Quizás el mundo no ha sabido comprender a las mujeres que no se sienten en el sitio, que no son como las otras madres y, en esa diferencia, se las trataba de locas.
R. Mira, en los años 90 -esto además lo he hablado con Paloma [Sánchez-Garnica], mi compañera de aventuras- sucedió una cosa que es que a las mujeres les exigieron hacer absolutamente todo.
Es decir, al mismo tiempo que se incorporaban al mercado laboral, y mientras estaban buscando sus propias cotas de poder en sus oficios, seguían trabajando de la misma forma en casa. Seguían teniendo que ser las esposas perfectas, las madres perfectas, y ahora también las trabajadoras perfectas.
"En los 90, las mujeres tenían que ser las esposas perfectas, las madres perfectas y también las trabajadoras perfectas"
Era una olla a presión para esas mujeres que no sabían muy bien por dónde tirar y que se les venía todo eso encima. Ese es el perfil de la madre de Blanca. Y sí que es cierto que hubo muchos hombres que no las entendieron.
Eran mujeres que no encontraban su sitio, no sabían qué tenían que hacer, por dónde tenían que tirar exactamente y lo hicieron todo. Entonces sí, creo que hubo muchísima incomprensión por parte de los hombres, y hubo muchísima incomprensión también por parte de las mujeres que tampoco entendían lo que se pedía de ellas.
P. La novela transcurre en Valencia y tú eres valenciana de adopción. ¿Cómo estás viviendo todo lo ocurrido con la DANA?
R. Bueno, es que no solo soy de Valencia, soy de Alfafar. Me crie en Alfafar, que es una de las zonas más afectadas por la DANA.
Mi infancia transcurrió en el barrio de Parque Alcosa. Afortunadamente mi familia está bien, pero la ayuda ha tardado muchísimo en llegar. Estoy viviendo la presentación de la novela con mucha alegría, pero también estoy pasando noches sin dormir porque estoy muy preocupada.
Me gustaría que no pasase como con otras tragedias y que todo se olvide en el momento en el que deje de ser noticioso, porque estamos hablando de poblaciones de clase obrera. Estamos hablando del cordón que hay alrededor de Valencia, hay muchos trabajadores que lo han perdido todo. Tendríamos que seguir hablando del tema, yo lo voy a hacer durante todo este año. Haré todo lo que esté en mi mano para que se pueda recuperar todo cuanto antes.
P. Por cierto, ¿qué recuerdas de la gala del Premio Planeta? ¿Qué se te pasó por la cabeza cuando escuchaste tu nombre? ¿Eras consciente de lo que se te venía encima?
R. En ese momento no llegas a pensar lo que se viene, no llegas a hacerte una idea. Sientes muchos nervios por tener que hablar de repente delante de los reyes de España, que es una cosa para la que no te preparan (ríe). Y, si te digo la verdad, tengo recuerdos difusos de esa noche.
"Hay que seguir hablando de lo ocurrido con la DANA, yo lo voy a hacer durante todo este año"
Le comentaba a Paloma [Sánchez-Garnica]: tengo el recuerdo de cuando dijeron mi nombre, y el siguiente es tú y yo a las siete y media de la mañana siguiente dando entrevistas. Todavía no lo he procesado.
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