Se confiesa aprendiz de todo, experto en nada y un hombre sin oficio, salvo la época en la que fue guitarrista profesional. "Ahí sí. Ahí sí me sentí profesional y que realmente tenía un oficio. Si uno tiene que tocar una soleá o una bulería tiene que hacerlo bien, al compás, a tono con el cantaor y a ritmo con el bailaor".
Luis Landero es una caja de sorpresas: fue mozo de almacén, mecánico, trabajador en un ultramarinos, profesor... pero, sobre todo, escritor. Uno que escribe todas sus novelas a mano, a cinco colores para que se vean bien las correcciones.
Contar la verdad a través de los recuerdos
Lo cierto es que ha sido tantas cosas y ha vivido tantas vidas que lo tiene claro: cuando uno siente la necesidad de escribir, lo más acertado es inspirarse en sus recuerdos. Solo así, dice el autor extremeño, uno contará la verdad. "A mí la niñez es la época que más me inspira. No sé qué tiene, no se acaba nunca, es como un pozo sin fondo", cuenta.
"La niñez no se acaba nunca, es como un pozo sin fondo"
Y en ese pozo sin fondo parece que ha rebuscado concienzudamente para escribir su nueva novela, 'El huerto de Emerson', un emotivo viaje a su infancia, a la Extremadura de los años 50. "Yo soy hijo de campesinos y en todo el ámbito familiar no había un puñetero libro. Yo los descubrí más tarde, pero bueno, a cambio, descubrí historias orales que son maravillosas".
Hoy, algunas de esas historias reales y de quienes se las contaron, como su abuela o su tía, coprotagonizan junto a personajes ficticios de la literatura universal esta emotiva novela.
El poder de la memoria
'El huerto de Emerson' es algo así como "el huerto emocional" de Landero, los frutos de todo lo que el autor ha ido cultivando con mimo en su memoria a lo largo de siete décadas. "Siempre tienes que reconstruir porque el olvido va destrozando, va rompiendo todo, pero la imaginación va remendando todos los rotos que hace el olvido".
"La imaginación va remendando todos los rotos que hace el olvido"
Luis Landero es una voz imprescindible en la nuestra literatura y en esta ocasión, como ya hizo en 'El balcón en invierno', nos invita a indagar en nuestra memoria, pero a hacerlo con asombro, con la mirada del niño que fuimos.