"La justicia, el ermitaño, el emperador, la luna...". María Larrea tenía 27 años cuando acudió a la lectura de un tarot. "El carro, la papisa, el arcano sin nombre, el papa". Estas cartas pusieron patas arriba su vida. "Tu padre no es tu padre", le dijeron aquel día.
Y fue así como descubrió que había sido adoptada. "Como mi vida tenía mucha ficción y muchas mentiras usé las mismas armas de la ficción, las mentiras, pero esta vez era yo la que las manejaba", cuenta la escritora, que ha plasmado su historia en su primera novela, Los de Bilbao nacen donde quieren.
Novelar para procesar la realidad
Así, la literatura se convierte en arma para enfrentarse a la verdad dolorosa de que la vida no es como se la contaron. "Escribir era como una muleta. Había algo mágico, como si lo que escribiera fuera a ocurrir en la vida real. Cuanto más escribía más me acercaba a la verdad", asegura. Porque el proceso creativo de la novela ocurre en paralelo a esa desgarrada búsqueda de su identidad.
"Me encanta tener este libro entre mis manos porque es mi acta de nacimiento"
La novela se estructura en dos partes: una prospección hacia sus antepasados no biológicos en la que nos hace partícipes de cómo encuentra esa valiosísima información cruda y visceral, y una segunda en la que busca las respuestas sobre su ADN. Ambas unidas por una pregunta que vertebra todo el relato: ¿qué es una familia?
La prosa es una generosa invitación a acompañarla en ese viaje por su ascendencia. Salpicados por el estupor de descubrir que su acta de nacimiento es ilegal, consigue contagiarnos la estupefacción de saberse víctima de una adopción ilegal. Desde esa desolación decide convertir esta novela en su nuevo DNI: "Yo tuve un acta de nacimiento ilegal y un libro es algo muy legal. Tiene un ISBN, un código de barras... Es muy oficial y es el que yo he decidido, el que yo he escrito", cuenta. "Por eso me encanta tenerlo entre mis manos, porque es mi acta de nacimiento".
Bilbao, el otro protagonista
Bilbao comparte protagonismo con la narradora. A través de las páginas nos sitúa en varios momentos de la historia reciente de la ciudad: los años 40, los años 70 y la actualidad. La profunda transformación a la que ha sido sometida la ciudad, el azote del terrorismo y el fuerte sentimiento de pertenencia que allí late impregnan el relato. "Los vascos son más fuertes que sus partidas de nacimiento", leemos en la novela. Y, claro, esa frase que tanto le repetía su padre ("Las vascos nacen donde quieren") se convirtió irremediablemente en el título. "Al abrir el documento fue lo primero que escribí de la novela. Al ir a guardar me lo propuso como título y me pareció que recogía muy bien la esencia", reconoce.
Esa inmersión en sus raíces vascas resuena en toda la novela. "Yo estudié en Francia y conocía muy poco de la historia española. Había apenas media página del libro. Creo que escribí también para poder entender nuestra historia y la del país".
Liberándose del sentimiento de deuda y de culpa
En su interior siempre resonó la duda y cuando las cartas revelaron que no era hija de quienes creía sintió que siempre había estado en lo cierto. "Fue una sorpresa, pero a la vez no fue una sorpresa en absoluto. Yo llevaba dentro una inquietud sobre quién era, siempre preguntándome si ese era mi lugar, el de una niña de clase obrera en un entorno burgués y de origen español en otro país que es Francia", reconoce.
La escritura también le ha servido para despojarse de un asfixiante sentimiento de culpa, como refleja en la primera parte del relato: "Buscar me hacía sentir culpable". La culpa, además, se entremezcla con la frustración en esos pasajes en los que no encuentra respuestas a sus grandes preguntas.
"Buscar me hacía sentir culpable"
Y a ese cóctel hay que añadir el sentimiento de constante de deuda. Prueba de ello es el doloroso "te he dado la vida" que le espetó su madre biológica al conocerse en persona. "Una persona adoptada, si conoce su origen, se monta mil historias, y muchas veces nos podemos sentir en deuda con los padres y la familia adoptiva", reflexiona. "Hay un momento en el que te tienes que librar de esa deuda y decir: no, somos libres, no debemos nada a nadie y tenemos que seguir adelante".
La historia de María Larrea vuelve a demostrarnos que la realidad es un potente caldo de cultivo para la ficción. La búsqueda de su familia biológica adquiere tintes de novela negra con test de ADN, denuncias ante la Ertzaintza, investigaciones por Facebook y guardias infructuosas frente a un portal de Bilbao.
El libro es una potente declaración de amor a sus dos patrias: Bilbao y sus padres adoptivos
Uno de los grandes hallazgos es que la autora descubre que tiene tres madres, y uno de los momentos álgidos es cuando conoce a la tercera, a su madre de leche, la mujer que la amamantó después de nacer y que siempre se preguntó qué habría sido de aquel bebé. "Begoña es una mujer maravillosa, ayer me estuvo acompañando en la presentación del libro".
Su libro es una potente declaración de amor a sus dos patrias: Bilbao y sus padres adoptivos, Victoria y Julián. Y cimienta un potente canto a la libertad al (re)escribir su historia.