Vivimos de discursos y los compramos constantemente. A través de ellos intentamos acercarnos a una idea de bondad que se asiente sobre algo más o menos fijo, en un mundo de moral cambiante, de arenas movedizas. En el proceso perdemos el contacto con nuestros propios deseo y nos convertimos en practicantes de una 'mala bondad' que tiene como origen nuestra infancia.

En El problema de ser demasiado bueno, el psicólogo y divulgador Xavier Guix trata de poner en orden el concepto de realización personal, tan manido en este tipo de literatura, para enseñarnos que aquello que damos por hecho no es más que un reflejo de la sumisión a la que se nos expone desde pequeños.

El "pórtate bien" termina por convertirse en "no eres suficiente" y si renunciamos a nosotros mismos para complacer a otros, nos terminaremos por convertir en nuestros mayores enemigos.

PREGUNTA. ¿Qué es la mala bondad de la que se habla en El problema de ser demasiado bueno?

RESPUESTA. La mala bondad es cualquier acción hacia los demás que me perjudica. Es decir, si la bondad se asienta en hacer el bien y el deber de hacerlo, siempre tiene que partir de la base de que el el primer bien me lo tengo que hacer a mí mismo. Si hago el bien a los demás y no me lo hago a mí mismo, eso es la mala bondad.

P. En el libro se menciona mucho la crianza, esa idea que muchas veces padres o educadores nos introducen con respecto a la obediencia y el portarse bien. Pero eso puede tener un efecto negativo después como adultos.

R. Tenemos que tener en cuenta el sentido del deber. Cuando nos dicen que debemos cumplir y obedecer, se nos enseña a hacerlo porque 'es lo que toca'. Ese deber obligado, que siempre viene de fuera, es el que nos enseña a comportarnos con la autoridad. Desde nuestros jefes a la policía, el gobierno...

"Cuando no somos capaces de estar a la altura es cuando la frustración y la ira aparecen en nuestra vida"

Hay cuatro puntos principales en el libro: El principio de la obediencia, aquel que se nos inculca en la infancia; el mandato de portarnos bien, que tiene como objetivo a las normas de decoro y pulcritud a las que se nos obliga; la angustia de no ser bueno y la ira contenida.

La base fundamental está en el sentido del deber, porque crecemos haciéndonos responsables de lo que tenemos que hacer. Cuando no somos capaces de estar a la altura es cuando la frustración y la ira aparecen en nuestra vida.

P. La infancia se menciona muy a menudo. Hay mensajes que podrían ser inocuos pero que nos acompañan hasta nuestra vida adulta, lastrándola muchas veces. ¿Cómo podemos evitar criar a nuestros hijos en esa 'mala bondad'?

R. Hay que ver cuál es la inclinación de la criatura y hay que conocerla para ver de qué forma se comporta para ayudarle a pulir lo que sea necesario. Pero es vital saber qué es lo que le gusta y lo que le apetece para entenderles mejor. Ahí está la dificultad, los padres quieren corregirlo todo de entrada para moldearlos a la cultura y a las necesidades de los padres. El niño se va desconectando de todo lo que siente, de todo lo propio para amoldarse a lo ajeno.

"Están los padres que permiten todo y los que no permiten nada. En ninguno de los casos nos va a ir bien"

Y por encima de todo eso, termina por entender que es el precio que debe pagar para ser querido. El miedo principal a ser 'malos' o desobedecer es siempre al abandono, a que dejen de quererte por el hecho de no ser lo que esperan de ti. En el caso de los padres de hoy nos encontramos con los dos extremos: los que permiten todo y los que no permiten nada. En ninguno de los casos nos va a ir bien. Es muy interesante educar en la frustración.

P. Eso me resulta muy curioso. Los niños no conocen el concepto de paciencia, es algo que desarrollamos como adultos para entender que no siempre obtendremos un estímulo positivo inmediato.

R. Se debe siempre corregir sobre la acción. Y hay que frustrar a los niños desde que son pequeños para que entiendan que no van a obtener lo que quieren. Los niños no aprenden sobre relatos, conceptos o ideas, eso es algo que se les escapa. Aprenden sobre las experiencias y es así como debemos educarles para evitar problemas de adultos.

P. En el libro se habla sobre crecer en la era de los likes. ¿Se han agudizado los problemas que tenemos con respecto a la percepción de nuestra bondad y necesidades con la llegada de las redes sociales?

R. Como adultos, las redes sociales se convierten en espejos de este tipo de estímulos que recibimos en la infancia y que nos acompañan. Aquel que solo quiere que le quieran y que de pequeño le hicieron creer que cambiaría el mundo hoy es narcisista y busca la satisfacción a través de los likes, Fueron idealizados de pequeños y de mayores siguen buscando lo mismo.

"Al que le hicieron creer de pequeño que cambiaría el mundo hoy es narcisista y busca satisfacción en los likes"

Por otro lado, están las personas que cuando reciben críticas o estímulos escasos se sienten abandonados y rechazados, manifiestan un dolor oculto que es el del abandono. Esto en las redes se ve claramente porque nos coloca a merced de la respuesta de los demás. Hay una correlación directa entre las heridas de la infancia que arrastramos y nuestro comportamiento como adultos.

P. En el libro se menciona a Marco Aurelio, uno de los mayores exponentes del estoicismo. Encontramos sus Meditaciones entre las novedades editoriales. ¿Qué opinión le merece el resurgimiento de doctrinas como esta? ¿No dejan de tener un regusto judeocristiano en el planteamiento que hacen del sufrimiento y del deber?

R. Cada diez años hay un boom del estoicismo, cada generación lo redescubre de alguna forma. Sobre todo resurge con la sensación de que hay desorden moral o social en ese momento. En estos casos siempre se vuelve a los clásicos. Los estoicos fueron los primeros en hablar de cómo ser buenos y los epicúreos de cómo vivir bien. Son quienes nos han dado los principios fundamentales para enfrentarnos a mundos y tiempos enrarecidos.

Esos principios siempre nos sirven y tienen sentido de alguna forma porque son los que nos enseñan que tenemos que dejar de darle importancia a los demás. Y claro, incluso editorialmente interesa que vuelvan aparecer los clásicos.

P. Hace poco se reeditó otra obra que tuvo muchas críticas en su momento: La muerte: un amanecer, de Elisabeth Kübler-Ross, que fue muy criticada por no contar con un fondo científico y por defender posturas irreconciliables con la ciencia con respecto a las experiencias cercanas a la muerte. Parece que este tipo de literatura, que muchos catalogan de acientífica y supersticiosa, está volviendo.

R. Efectivamente, solo hay que ver el caso del doctor Manuel Sans sobre las experiencias cercanas a la muerte. Ha movilizado un interés que se ha convertido en un fenómeno en los últimos años. Llena teatros con este tipo de charlas. Lo de Kübler-Ross sale, supongo, ahora en la dirección de las experiencias cercanas a la muerte.

P. Es algo que tengo la sensación de que va en paralelo con casos como el de Llados y los falsos gurús de internet.

R. Hay toda una industria del autoconocimiento y de ideas universales bien conocidas pero que transforman en material de nueva religión. Hay que tener sentido crítico para no caer en la trampa de las modas. No hay nada nuevo en el frente, todo lo que se habla hoy está escrito desde hace miles de años: libros sobre la abundancia, sobre cómo conseguir el éxito, el amor...

"No hay nada nuevo en el frente, todo lo que se habla hoy está escrito desde hace miles de años"

En la Grecia antigua existía una actitud vital que era la Epimeleia heautou, traducido como el 'ocúpate de ti mismo', grosso modo. El bienestar para estas doctrinas era para quienes se centraban en su propio cuerpo, dinero, espiritualidad... Eso se ha convertido en un lifestyle en la actualidad, y mucha gente está comprándolo. El problema está en que comprar un lifestyle es comprarlo, pero no es vivirlo.

Para que todo esto funcione hay que experimentarlo y en la cultura del rendimiento y la rapidez eso es imposible. Sentimos que no tenemos tiempo y todo tiene que llegar ya. Eso lleva a que la gente cometa este tipo de locuras y compre este tipo de discursos.

P. Con Sun-Tzu y El arte de la guerra ocurrió algo similar. Resulta chocante que un libro sobre estrategia y filosofía militar se terminase por convertir en el siglo XX en un precepto sobre cómo comportarnos en el trabajo, negocios... La propia retórica de la guerra dice mucho en este caso.

R. Hay que entender el contexto en el que se escribieron estas obras y ser críticos para entenderlo, saber por qué vuelven. Qué cosas ocurren ahora mismo para que ese lenguaje referente a la guerra funcione, porque alguien ha decidido que eso se puede trasplantar a nuestra cultura.

"Por desgracia, nos hemos convertido en sofistas y compramos discursos constantemente"

Cuando el Dalai Lama vino a Barcelona hace años, leí un titular que decía: "Por favor no se hagan budistas", instando a que la gente no se convirtiese porque sí. Hoy hay mucho picoteo, mucho menú y mucha fenomenología sobre todo. Ir a cursos y lugares donde vas a vivir cosas extraordinarias. Todo eso para motivarte está muy bien pero luego es necesario un compromiso. Por eso volvemos a quienes nos dieron las pautas de vida. Aunque por desgracia nos hemos convertido en sofistas y compramos discursos constantemente.