Andrés Trapiello

Editorial: Destino

Año de publicación original: 2024

'Madrid se divierte' es el título de uno de los capítulos de Me piden que regrese, la última novela del escritor y político a ratos Andrés Trapiello y puede ser un poco el resumen de toda ella. Porque en los años cuarenta Madrid se divertía a pesar del hambre, de la opresión y de toda la mierda que acababa de pasar y ni intuía lo que le quedaba por vivir en los años venideros.

O quizá se divertía precisamente por ello, porque no hay nada más humano que sentirse vivo y, a La ciudad del millón de cadáveres que describía Dámaso Alonso (versos que se recuerdan en esta novela) si algo le sobra es humanidad. Y es toda esa humanidad la que retrata con tanto cariño Trapiello en Me piden que regrese.

Madrid, 1945

En 1945 Madrid acababa, como el que dice, de poner fin a su guerra, la de todos, la que fue la antesala de la II Guerra Mundial que los Aliados le ganaron al Eje y acabó durante un tiempo con el fascismo en casi toda Europa. No en toda porque en España siguió vivo unos cuantos años más.

Y en ese contexto, Madrid quiso ser moderna como pudo, quiso sentirse viva a pesar de mierda como la muchacha pobre que en las películas acude al baile con el mejor de sus vestidos que resulta un harapo comparado con el del resto de las invitadas y que se gana la simpatía de todos gracias a su carisma. Dicen de Berlín que es "pobre, pero sexy", y algo parecido se podría decir del Madrid de aquellos días.

Siempre hay algo de Galdós y de Baroja en cada buena novela escrita sobre ese tipo de Madrid del siglo XIX hasta bien entrado el XX, porque parece que hay consenso en que ellos supieron describirla mejor que nadie.

Trapiello inventa a un hombre de los bajos fondos que vuelve a Madrid convertido en un hombre con poderío para viajar a ambos mundos a la vez

Esa ciudad de las tertulias "de derechas o de izquierdas, o mezcladas, en las que se podía hablar de casi todo menos de la guerra y del gobierno", como escribe Trapiello, la de los cines como vía de escape, de las gentes de la alta sociedad y del Pasapoga y las gentes que vivían en el Olvido, uno que fue real porque no existieron para nadie y otro que fue y es la calle del barrio de Usera, uno de los más pobres del Madrid de aquellos días, de los vencedores y los vencidos en la que había belleza, pero que también, como describe tan bien Ignacio Martínez de Pisón en Castillos de fuego, fue uno de los lugares más inhóspitos para vivir.

Una ciudad y un momento que leímos en La colmena de Cela (ambientada en 1942) y en la colmena particular de José Luis Garci que fue Tiovivo c. 1950, ambas historias corales protagonizadas por los que construyeron una ciudad que nunca les dio las gracias.

Trapiello inventa a Benjamin Smith, un hombre de los bajos fondos que regresa a su amada ciudad convertido en alguien capaz para navegar entre las fiestas de gente con dinero y las casas de corralas alquiladas. A través de él nos adentraremos en un Madrid que sí, es cierto que a veces se cae en el error de romantizar. Por qué no admitirlo. La excusa para todo ello es una misión secreta para acabar con el régimen.

Sí, otra gran novela sobre la posguerra

Siento a veces, la mayoría, inmenso pudor con este trabajo al tener que recomendar leer autores con tanto talento como Trapiello. Qué puedo decir yo que sea mejor que su propia novela. No sé. Cómo te voy a convencer yo de que leas a quien ganó el Premio Nadal porLos amigos del crimen perfecto.

Es que escribe muy bien, las cosas como son, y como muestra el primer párrafo que subrayé de la novela mientras la leía para preparar este texto: "Al retirar la servilleta, el amplio recinto de la Agencia se llenó de un intenso y verbenero olor a churros recién hechos, confirmando de ese modo que más aún que las palabras, son los olores los que nos franquean las puertas del pasado". De alguien que describe de una forma tan bella y tan precisa ese sentimiento, qué puedo decir yo, que no soy nadie.

Trapiello describe cada personaje, cada ambiente y cada detalle con precisión y belleza

Trapiello describe cada personaje, cada ambiente y cada detalle con una precisión y una belleza que casi nos permite oler el tabaco en los salones del Palace, el café recién servido en una mesa o sentir el peso del abrigo del protagonista sobre tus hombros.

Habrá quien le canse una novela más sobre el Madrid de aquellos días. No a mí, que tengo la costumbre de vagabundear por las calles del centro imaginando a quienes las pisaron antes que yo, quienes se asomaron a esos balcones, se besaron furtivamente en los quicios de las puertas que dan a la calle o qué locales abrieron y cerraron aquí y allí antes que este. El pasado de una ciudad que tuvo su propio carácter antes de que se empeñara en ser un decorado de cartón piedra sin alma plagado de franquicias de comida basura norteamericana.

Me gusta mucho ver fotografías antiguas y películas que me ayuden a completar el mapa emocional de Madrid, y esta novela me ha gustado especialmente por todo ello, porque reconozco sus calles y sus costumbres y a mi padre en el personaje de Chito, un niño al que el hambre agudiza el ingenio tanto como mengua sus huesos.

Reconozco las calles de Madrid y sus costumbres en el personaje de Chito, un niño al que el hambre agudiza el ingenio

Vendedor de tabaco y otras cosas a quien puede pagarlo, y trabajador en un cine que sueña con regentar mientras se deleita con las películas que solo puede ver gratis. Si no supiera que es imposible que Trapiello y mi padre se hayan conocido pensaría que este personaje se basa en él. La otra posibilidad es que haya muchos Chitos por ahí y la historia de mi padre sea la de tantos.