Carme López Mercader
Editorial: Reino de Redonda
Año de publicación editorial: 2024
"Si me muero primero, volveré para asustarte", le decía Carme López Mercader a Javier Marías. Pasaron treinta años juntos, y ahora es ella la que se pregunta en Duelo sin brújula si el fantasma de su marido estará cerca, cuidándola.
López Mercader nos descubre en un puñado de páginas a una persona amable, tierna y graciosa. Recuerda cuando a Javier, su Javier, le daba por hablar un catalán inventado, o cuando explicaba su teoría de que las caídas en las ciudades grandes debían llamarse de manera distinta a las caídas en ciudades pequeñas (no es lo mismo, por lo tanto, darse un porrazo que una toña), o cuando preguntaba: "¿Tú crees que bailo mal porque soy sagitario?". Y ella estallaba de la risa. Javier Marías era virgo.
"Es una reflexión sobre el duelo y especialmente sobre mi duelo por Javier"
Pero, aunque estas pequeñas anécdotas privadas iluminan de manera intermitente un texto doloroso, este no es un libro sobre el escritor. "No es ni siquiera un libro", escribe López Mercader, "sino una reflexión sobre el duelo y especialmente sobre mi duelo por Javier". Una reflexión, añado, que pronto se convierte en universal, porque todos, en algún momento, vamos a encarnar la mayoría de los pensamientos plasmados en estas 126 páginas.
Un desierto sin puntos de referencia
En Duelo sin brújula no hay ni una sola respuesta. Hay dolor, frustración e incomprensión, muchas dudas y también alguna certeza: "Nada nos prepara para la pérdida".
López Mercader se agarra a la escritura para deconstruir el duelo, el suyo, "un desierto sin puntos de referencias" que está recorriendo a duras penas. Aquel 11 de septiembre de 2022 "un dolor feroz" se apoderó de ella, le arrebató la razón, la zarandeó y la convirtió en otra persona. Una que, inmersa en una desolación infinita, debía hacer frente a todo tipo de tareas burocráticas, entre ellas, resolver el futuro de la editorial Reino de Redonda, el sello fundado por Javier Marías.
Hay dolor, frustración e incomprensión, muchas dudas y también alguna certeza: "Nada nos prepara para la pérdida".
Ha decidido cerrarla. Este Duelo sin brújula será el último libro publicado y los ingresos se destinarán a la recién creada Fundación Javier Marías para la investigación del impacto neurológico del SDRA (Síndrome de dificultad respiratoria aguda), la enfermedad que se llevó al escritor.
Como decía, aquí no hay respuestas, pero sí hay alguna enseñanza para quienes vemos desde fuera a los dolientes que, como Carme López Mercader, tienen que aprender a vivir con la tan presente ausencia del amor de su vida. "En esa existencia vaciada van a convivir dos realidades, la nuestra, la de los que hemos sufrido directamente la muerte de nuestro muerto, y la de todos los demás. Separados por un abismo que parece imposible de salvar".
Cuando las palabras no valen nada
Cuenta la autora que uno de los primeros descubrimientos que le trajo el duelo fue descubrir que "las palabras no valen nada y de contenido contienen muy poco". Se refiere a todas esas personas que, de buena fe, se han acercado a ella cargadas de frases manidas, empujándola a olvidar y a pasar página cuanto antes. "Acaban convirtiendo en tabú mi sentimiento de pérdida", lamenta.
Por no hablar de quienes creen que conocen a Javier Marías mejor que ella. "A mí, que compartí gran parte de mi vida con Javier y fuimos interlocutores permanentes y de largo vuelo el uno del otro, hay personas que me vienen a explicar cómo era o qué le gustaba".
La reflexión de Carme López Mercader, que es también una historia de amor, es tremendamente cercana y conmovedora
Tal vez la mejor forma de acompañar a un doliente sea con el silencio. Con una mirada, un gesto cómplice o un abrazo. Con la paciencia que necesita alguien a quien le han cambiado la inclinación del eje del mundo. Porque si algo queda claro en Duelo sin brújula es que lo peor que nos puede pasar no es morir, sino vivir la muerte de las personas que dan sentido a nuestra vida.
La reflexión de Carme López Mercader, que es también una historia de amor, es tremendamente cercana y conmovedora. Ha hecho de "una catástrofe vital absoluta" una experiencia compartida que, como lectores, no podemos más que agradecer. Un texto en el que, a pesar del dolor inmenso de cada página, deja entrever algo de esperanza, aunque sea en la última línea y en contra de la razón: "...que esa eternidad que decía concebir sólo conmigo exista y que él esté aguardándome pacientemente en ella. Que me haga soñar con lo que no puede ser".
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