Traducción: Malika Embarek López
Editorial: Tránsito
Año de publicación original: 2024
Hay libros que se leen como si se abriera un viejo álbum de fotos. Las páginas de Un gran señor, de Nina Bouraoui, huelen a tardes de verano en casas llenas de recuerdos, a silencios compartidos entre padre e hija, y a esas palabras que nunca se dicen pero que resuenan toda la vida. Este es un libro escrito desde el corazón, pero también desde el duelo, como quien recoge las piezas rotas de un jarrón para recomponer algo nuevo y valioso.
Bouraoui lo presenta como ese hombre fuerte pero humano, protector pero también frágil
En el centro de esta historia está él, el gran señor. Un padre que no es un personaje, sino una presencia, un cimiento, un refugio. En cierto modo, podría recordarnos a Madre de corazón atómico de Agustín Fernández Mallo en el sentido de que es una autora inmortalizando a su padre por escrito.
En el caso de Bouraoui, nos lo presenta como ese hombre fuerte pero humano, protector pero también frágil, capaz de sostener un mundo entero sobre sus hombros mientras lucha contra sus propias tormentas. La autora lo describe con una ternura que traspasa el papel, como si lo pintara con palabras para que nunca se borre.
El regreso a lo perdido
El libro es un viaje de ida y vuelta. La infancia en Argel, con su luz deslumbrante y sus calles llenas de misterio, contrasta con la adultez en París, más gris, más introspectiva. Pero no hay líneas rectas en esta historia. Bouraoui salta de un recuerdo a otro como quien rebusca en un cajón de viejas cartas. Y en ese ir y venir, va uniendo la historia de su padre a la suya propia, como si quisiera demostrar que el amor filial no conoce fronteras temporales.
La infancia en Argel contrasta con la adultez en París, más gris, más introspectiva
Lo más impresionante de este libro es cómo Bouraoui usa las palabras como refugio. No hay lamentos ni exageraciones; hay belleza en la herida y fuerza en la vulnerabilidad. Su escritura es como un susurro en la oscuridad, una conversación entre ella y el lector que deja entrever lo que siente sin necesidad de gritarlo. Leerla es como entrar en una casa llena de ecos, donde cada esquina tiene una historia que contar.
Pero Un gran señor no es solo un homenaje a un padre. También es un libro sobre el miedo a perder, sobre las raíces que nos atan a quienes amamos y sobre el proceso de despedirse sin dejar de recordar. Bouraoui habla de identidad, de amor y de pérdida sin artificios, pero con una elegancia que convierte el dolor en algo casi hermoso.
La autora también se adentra en los rincones más oscuros de su propia vida: los primeros amores, las inseguridades, la búsqueda de un lugar donde encajar. Y lo hace sin pudor, como quien se desnuda en medio de una multitud porque sabe que no tiene nada que esconder. En este sentido, esta novela es también un libro sobre crecer, sobre aprender a ser uno mismo mientras se sigue llevando a cuestas la herencia emocional de la familia.
El amor filial más humano
Es difícil no emocionarse mientras se lee. Cada página tiene algo de confesionario, de diario personal escrito para no olvidar. La historia se siente universal porque todos hemos tenido un "gran señor" en nuestras vidas. Puede ser un padre, una madre, un abuelo o incluso un amigo. Esa figura que nos hace sentir protegidos y que, cuando desaparece, nos obliga a crecer de golpe.
Cada página tiene algo de confesionario, de diario personal escrito para no olvidar
Un gran señor deja huella. No solo por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta. Bouraoui escribe con la delicadeza de quien sabe que el recuerdo es frágil y necesita ser tratado con cuidado. Y lo consigue. Su libro es un homenaje al amor, a la pérdida y a la memoria, pero también una invitación a mirar hacia adentro y encontrar en nuestras propias historias las semillas de algo eterno.
Es de esos libros que, cuando lo cierras, te deja pensando en tu propia vida. En los rostros que ya no están, en las palabras que no se dijeron, en los abrazos que deberíamos haber dado. Y quizás por eso, cuando terminas la última página, sientes el impulso de llamar a alguien importante y decirle: "Gracias".
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