Adela Cortina
Editorial: Paidós
Año de publicación original: 2024
La humanidad se encuentra en una encrucijada de caminos. O más bien, en el borde de un precipicio. Abajo nos espera un lago en el que algunos ven un futuro repleto de posibilidades y progreso mientras que otros ven el fin de nuestros días como especie dominante sobre la Tierra. Y ese lago tiene un nombre: inteligencia artificial.
¿Cómo dotar a la inteligencia artificial de ética global que sirva para que pueda discernir entre qué es bueno y qué no?
La capacidad que tiene esta nueva tecnología de trastocar nuestra vida puede llevarnos a una sociedad donde enfermedad, vejez e incluso muerte se queden a un lado, si somos capaces de desarrollarla de un modo eficaz, justo y ético. Pero aquí viene uno de los problemas clave: ¿Cómo dotar a la inteligencia artificial de ética global que sirva para que pueda discernir entre qué es bueno y qué no?
La catedrática de Ética y Filosofía Política, Adela Cortina, ha decidido afrontar el tremendo reto que es este punto ciego de nuestro futuro más cercano en este libro de título incierto pero de contenido de alto interés. Y lo hace con un lenguaje sencillo, desenrollando la madeja desde el primer nudo, para avanzar con pase firme por las incógnitas que pueden aparecer ante nosotros.
La educación como respuesta
Desde qué tipo de ética implantar en las inteligencias artificiales, hasta la diferencia entre ética e ideología, clave para saber qué dirección queremos emprender como sociedad, Cortina desgrana todos los temores y los enclaves donde el desarrollo de nuestro futuro se va a encallar.
Si ahora nos cuesta distinguir un mensaje veraz de otro manipulador, nos va a costar enseñarle a las máquinas a dar más valor a la verdad
Y no lo hace desde un plano teórico únicamente, sino que le aporta una perspectiva muy pegada a la realidad. Uno de los primeros análisis que realiza en este libro es cómo la inteligencia comunicativa está perdiendo importancia respecto a la inteligencia estratégica. Es decir, como cada vez más las comunicaciones no se basan en la veracidad, sino en cómo sacar provecho del hecho comunicativo.
Si ahora mismo como humanos nos cuesta mucho distinguir un mensaje veraz de uno que solo pretende manipularnos, nos va a costar mucho enseñarle a las máquinas a dar más valor a la verdad. O lo que es lo mismo, si no hay un desarrollo educativo de tal calibre que como sociedad seamos conscientes del mundo en el que vivimos, su estructura y su funcionamiento, no podremos jamás esperar un futuro en el que la inteligencia artificial no sea utilizada por un grupo de humanos para tratar de controlar a los demás.
Mantengamos la esencia humana
Leer a Adela Cortina es realmente útil. Al igual que en otros de sus libros como Ética cosmopolita, su pensamiento es afilado, analiza la realidad, la tecnología y la manera en la que se relacionan y aporta no solo sus conclusiones, sino también los análisis de colegas suyos de gran prestigio con los que, asegura, mantiene conversaciones constantes.
Al leer ¿Ética o ideología de la inteligencia artificial? seremos conscientes de que no podemos culpar a las máquinas de un futuro terror si este llega. Sino que el problema vendrá, siempre, del ser humano. Nosotros somos, al final, los responsables de enseñar a las máquinas un camino ético y respetuoso, por muy complicado que pueda resultar traducir a algoritmos un sistema de valores y principios lo suficientemente general para que todas las culturas y sociedades de la humanidad se sientan representadas.
No debemos permitir que las máquinas nos roben la humanidad, que usurpen nuestra esencia
Y en nuestra mano está cambiar el rumbo de los desarrollos de las inteligencias artificiales. Si prestamos más atención a los productos de IA correctos, si exigimos como sociedad una que sea más justa y no permitimos mentiras o corrupción en la política, el futuro tiene que virar hacia tecnologías respetuosas, justas y cordiales con todos los seres humanos, sin discriminaciones ni sesgos.
Actuando así, impediríamos que las máquinas nos roben la humanidad, que usurpen nuestra esencia. Dando más peso a nuestra racionalidad más comunicativa y menos estratégica, con la que nos reconocemos unos a otros como interlocutores válidos y no como objetos a los que controlar o de los que poder sacar provecho. Solo juntos, unidos, seremos capaces de desarrollar un futuro en el que la inteligencia artificial nos ayude y no nos separe.