Haruki Murakami
Traductor: Juan Francisco González Sánchez
Editorial: Tusquets
Año de publicación original: 2023
Gabriel García Márquez decía: "Hay heridas que nunca dejan de doler, aunque el tiempo pase". La ciudad y sus muros inciertos trata esta cuestión. Su protagonista, un chico de secundaria de diecisiete años, conoce a una chica de dieciséis en un concurso de literatura. Ambos empiezan a salir, se escriben con asiduidad y terminan enamorándose durante el periodo estival.
En sus encuentros, sentados sobre un tapiz de hierba a la orilla de un río, ella le comentará que es solo una sombra efímera y que su "verdadero yo" habita en una ciudad tan enigmática como lejana, rodeada por una muralla. La joven desaparecerá inexplicablemente de la vida del chico, dejándolo herido emocionalmente y obligándole a acudir a esta urbe de fantasía, en la que para acceder tendrá que desprenderse de las sombras.
Las cicatrices no curadas son compañeras de por vida y terminan convirtiéndose en una sombra de lo que podrían llegar a ser
En el epílogo, el propio Murakami declara que la historia nace de un relato del propio autor escrito en los años ochenta bajo el mismo nombre. Además, menciona que las tres partes en las que se divide la obra son tres libros diferentes.
Dichas partes, redactadas con un lenguaje cautivador, rebosan de situaciones que desafían la lógica: "¿Acaso no te has dado cuenta de que esto parece un parque temático? -preguntó la sombra, y sonrió con desgana-. El portón se abre por la mañana y se cierra a la puesta del sol, y hasta donde alcanza la vista, todo parece el decorado de un escenario, con los unicornios vagabundeando entre bastidores".
Un relato de fantasía que ahonda, mediante una prosa contemplativa, en la idea de que las cicatrices no curadas son compañeras de por vida de las personas, y cómo estas terminan convirtiéndose en una sombra de lo que podrían llegar a ser.
Una historia reescrita en pandemia
En el año 2020, la pandemia de COVID-19 dejó una marca indeleble en la historia. Al llegar a mediados de marzo, Japón se encontraba entre los países más afectados. Fue en este momento que Murakami opta por resguardarse en su hogar para dar vida a esta novela, basada en un relato homónimo que escribió a los treinta y un años para la revista literaria Bungaku-kai.
Cuarenta años después de aquella publicación, y consciente de cuáles son sus habilidades y limitaciones como escritor, Murakami decide reescribir aquel viejo relato. En esta nueva versión, incorpora una variedad de elementos y motivos que son distintivamente propios de su prosa; como la dicotomía mente-cuerpo, la soledad, un amor extraño pero conmovedor, la desaparición de personas u objetos, y experiencias enigmáticas.
Como es característico en las obras de Murakami, el desenlace de esta novela deja una sensación de ambigüedad
Otra de las distinciones de la novela es su enfoque metaliterario; la importancia de la biblioteca, los libros, las propias historias y sus interpretaciones. El hecho de que el joven chico trabaje en un principio como agente de libros y más tarde se convierta en bibliotecario, no es algo anecdótico. E incluso la propia creación de la ciudad y de sus distintos escenarios e historias está influida por la literatura.
De hecho, esta novela parece una especie de amalgama de las diferentes etapas de Murakami como escritor. La primera parte evoca a una estética más de sus inicios con la utilización de personajes algo indefinidos y sin nombre, con temáticas de pérdida y duelo. Mientras que en la segunda parte se sumerge en la realidad con un nivel de detalle mucho mayor.
Como es característico en las obras de Murakami, el desenlace de esta novela deja una sensación de ambigüedad. En el epílogo, da por acabada esta novela, aunque no sabemos si en los años venideros se atreverá a añadir algún volumen más como hizo, por ejemplo, con su novela Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Solo el futuro sabrá si Murakami decide seguir desarrollando esta historia.
Un autor diferente
Murakami destaca por ser uno de los escritores más aclamados y debatidos en el ámbito de la literatura internacional. A caballo entre el éxito de crítica y de público pero sin caer jamás en el saco de la literatura comercial ni en el de la alta literatura, sus opciones de ganar el premio Nobel se diluyen un poco más cada año.
Sin duda, un autor muy peculiar que se atrevió a responder a la pregunta de por qué se hizo escritor con las siguientes palabras: "En abril de 1978, un día tuve la repentina urgencia de escribir una novela... Esa tarde estaba viendo béisbol, sentado en los jardines, bebiendo cerveza... Mi equipo favorito era Yakult, y ese día jugaba contra Hiroshima. Bateaba un estadounidense, Dave Hilton... Y. Ahí fue cuando se me ocurrió la idea: podía escribir una novela".