Lindsey Fitzharris

Traducción: Virginia Maza

Editorial: Capitán Swing

Año de publicación original: 2023

Si hay un personaje al que le he cogido un cariño especial en los últimos años, ese es el soldado Édouard Péricourt, protagonista de la rocambolesca y entretenidísima Nos vemos allá arriba con la que Pierre Lemaitre ganó el Premio Goncourt en 2013.

A pocos días del armisticio de la Primera Guerra Mundial, Péricourt, en plena batalla, es alcanzado por la metralla, que le cercena la mitad inferior de la cara. Él mismo, gracias a su talento con las manualidades –y llevado por la necesidad de combatir el rechazo social–, se fabrica unas preciosas máscaras con las que ocultar el enorme agujero de la cara.

Harold Gillies se dedicó a recomponer el rostro de los conocidos como 'caras rotas'

Aquella imagen me fascinó y me ha acompañado durante años. Por eso me interesó tanto la publicación de El reconstructor de caras, la biografía de Harold Gillies, uno de los cirujanos que se dedicó a recomponer el rostro de otros Édouard Péricourt. Los reales. Los conocidos como 'caras rotas'.

La batalla después de la batalla

Los hombres que sobrevivieron a la Gran Guerra tuvieron que enfrentarse a una segunda batalla: la del trauma de las heridas y el proceso de recuperación. Les arrebataron el rostro, la identidad, y se convirtieron, a ojos de la sociedad, en monstruos. "Si una pierna amputada podía despertar simpatía y respeto, lo habitual era que una cara deformada causara asco y aversión", explica Lindsey Fitzharris.

Los pie de página están repletos de referencias: artículos de prensa, libros, pódcasts, cartas y documentos privados

Las parejas les abandonaban, los hijos huían de ellos e incluso había médicos que se negaban a mirarlos, como cuenta la autora a través testimonios reales. Este es, precisamente, uno de los puntos fuertes del libro, la extensísima documentación.

Los pie de página están repletos de referencias: artículos de prensa, libros, pódcasts, cartas y documentos privados de los que la autora extrae citas tan impactantes como esta: "Apenas le quedaba cara; una bala le había dado en la boca y explotó llevándose las mejillas, le hizo añicos la mandíbula y la lengua se la arrancó de cuajo, solo le colgaba un trozo, mientras la sangre salía sin parar y a borbotones de tan espantosas heridas. ¿Acaso lo habría reconocido su propia madre en ese estado?".

Harold Gillies y el hospital de las segundas oportunidades

Uno de los encargados de "reparar rostros y espíritus rotos por el infierno de las trincheras" fue el mencionado Harold Gillies, considerado hoy el padre de la cirugía plástica.

Era el menor de ocho hermanos y decía haber estudiado medicina para diferenciarse de ellos, todos abogados. Con 32 años se alistó en la Cruz Roja y puso rumbo a Francia para ofrecer sus servicios. Era 1915 y pronto se daría cuenta de que sus conocimientos no eran suficientes para afrontar semejante carnicería.

Gillies fundó uno de los primeros hospitales del mundo dedicados en exclusiva a la reconstrucción facial

Pasaron dos años hasta que Gillies, ya preparado, fundara en Sidcup, Inglaterra, uno de los primeros hospitales del mundo dedicados en exclusiva a la reconstrucción facial. Por el Queen’s Hospital pasaron más de 5.000 pacientes, y algunas de sus historias se encuentran en las páginas de El reconstructor de caras.

Como la del teniente William Spreckley, que perdió por completo la nariz que Gillies recompuso extrayéndole cartílago de las costillas y creando un colgajo. Parecía el "morro de un oso hormiguero", dijo el cirujano, pero mejor eso que un boquete en la cara.

Mucho más que una biografía

Sin embargo, lo que parecían operaciones milagrosas (sorpresa: los milagros no existen) se basaban en años de aprendizaje y en la ayuda de un amplio equipo multidisciplinar, algo extraordinario para la época. Gillies no solo comprendió lo importante que era contar, por ejemplo, con dentistas, sino que incorporó a escultores y fabricantes de máscaras. Y aquí reside otro de los grandes aciertos de El reconstructor de caras, que no se queda en una mera biografía de Harold Gillies.

Harold Gillies supo poner en común las prácticas más innovadoras de todos los profesionales que conoció

Lindsey Fitzharris realiza también un recorrido por los avances armamentísticos que hicieron tan cruenta la Primera Guerra Mundial, repasa algunas de las mejoras más significativas en el campo de la medicina y aporta interesantes y valiosos detalles de todas las personas que inspiraron a Gillies, que supo poner en común las prácticas más innovadoras de todos los profesionales que conoció.

Todo ello se cuenta con un estilo sencillo, directo y accesible. Las continuas anécdotas, los datos históricos y los historias anónimas, acompañadas de testimonios reales, hacen de El reconstructor de carasuna obra fascinante.

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