Antony Penrose
Traductora: Cecilia Furió Vilaseca
Editorial: Blume
Año de publicación original: 1985
Si nos tuviésemos que detener en una sola de las imágenes que Lee Miller tomó a lo largo de su carrera, la respuesta más obvia nos llevaría hasta el 30 de abril de 1945. Unas botas de campaña contrastan con la elegancia de una bañera en la que la fotógrafa, corresponsal de guerra en ese momento, se encuentra sumergida. Imposible pensar que, en ese mismo baño, Adolf Hitler se había atusado y perfumado durante el tiempo que duraron los horrores del Tercer Reich.El hijo de Lee Miller, Antony Penrose, recoge las vivencias de una existencia fascinante y en constante cambio
Si viajásemos veinte años hacia atrás, el rostro de Miller se empezaba a convertir en sinónimo de sofisticación en la portada de Vogue. Cinco años más tarde lo era de surrealismo, de experimentación fotográfica y de colaboraciones con Man Ray. Si avanzásemos otros cinco años la encontraríamos en medio del desierto egipcio, organizando improvisadas excursiones para registrar un mundo que desaparecería con el avance de la II Guerra Mundial.
Pocas veces los títulos de los libros se ajustan a los personajes a los que contienen. Pero, este Las vidas de Lee Miller (Blume) no podría ser más preciso. Su hijo, Antony Penrose, recoge las vivencias de una mujer que hizo historia, fascinante y en constante cambio. Un relato que bien podría acompañar los devaneos del siglo XX, de la frivolidad más absoluta del París de entreguerras hasta los horrores de los campos de exterminio nazis.
Un demonio por dentro
Nacida en el seno de una familia de descendientes de colonos americanos, el apellido Miller formaba parte de la pequeña burguesía del estado de Nueva York al comenzar el siglo XX. La vida de Miller podría haber estado ligada a los requerimientos que su posición disponía a las mujeres de su edad, pero la pequeña comunidad de Poughkeepsie se le quedó pequeña tras la Primera Guerra Mundial.
En 1925 viajó por primera vez a París, pero no sería hasta cuatro años más tarde cuando por fin se asentó en la capital francesa y se acercó a la fotografía. La curiosidad y tenacidad siempre fueron la marca de la casa. La estadounidense llegó a decir de sí misma que a pesar de su aspecto angelical ella misma se sentía "como un demonio por dentro".
En París entabló amistad con los principales representantes de las vanguardias dadaístas y surrealistas
Un espíritu que quizás fue el que le llevó a entablar amistad con los principales representantes de las vanguardias dadaístas y surrealistas en París. Man Ray destacó entre todos ellos y rápidamente Miller se convirtió en pupila y amante del artista.
Penrose describe en Las vidas de Lee Miller unos años en los que su madre se labró un nombre que, por su belleza y su inteligencia, era difícil de obviar. Junto a Ray aprendió sobre el oficio pero, sobre todo, se entregó a la experimentación con las imágenes. El artista se apuntaría varios tantos ajenos, como el de la técnica de 'solarización', a pesar de haber sido producto de la curiosidad de su compañera. Uno de los desencuentros que la llevó a fundar su propio estudio y continuar con la fotografía por su cuenta.
La guerra frente al objetivo
En los años siguientes, Miller abandonó sus pasiones pasadas, quemando puentes a su alrededor y generando tanta admiración como obsesión entre las figuras de la literatura y las artes de la época. En la década de los 30 se casó con el egipcio Aziz Eloui. Penrose describe el aburrimiento que siguió rápidamente al matrimonio, atizando una vez más sus ansias de curiosidad, siempre dispuesta a encontrar algo nuevo a lo que entregarse.
Miller se convirtió en corresponsal de guerra, capturando desde su objetivo la crueldad del París ocupado o la liberación de Dachau
Mientras perseguía a las comunidades gitanas en Rumanía, interesada en ritos y ambientaciones mágicas, otro hechicero más perverso invadió Polonia y Europa se cerró en banda. En cuestión de semanas, la aviación nazi bombardeaba sin tregua Londres. Allí Miller pasó a convertirse en corresponsal de guerra, capturando desde su objetivo la crueldad del París ocupado o la liberación del campo de Dachau.
La mirada surrealista que había desarrollado en la década anterior se convirtió en una herramienta muy poderosa. Sus fotografías no tenían épica, tan desprovistas de ostentación o patriotismo que en su crudeza se convirtieron en todo un éxito. En esos mismos años publicó un libro que habría de convertirse en toda una referencia del fotoperiodismo de guerra: Grim glory: pictures of Britain under fire.
Lee en el frente
Días después del Desembarco de Normandía, Lee llegó a Francia para documentar el avance de las tropas Aliadas en Europa para Vogue. Fue en esos meses cuando sus crónicas se convirtieron en históricas. Documentó el avance sobre Saint-Malo y la llegada de los estadounidenses a París. Allí se reunió con Picasso, quien la había retratado años antes, con el escritor Paul Éluard y demás antiguos compañeros de las vanguardias que sobrevivían en las ruinas de la capital francesa.
Fue de las primeras corresponsales en enviar imágenes de los campos de exterminio, inéditas en Estados Unidos
A medida que se cerraba el círculo sobre Berlín, Lee asistió a la liberación del campo de concentraciónde Dachau, reflejando el horror de los cuerpos que se agolpaban en las fosas comunes, de la muerte y la enfermedad que habían dejado los nazis. Lee fue una de las primeras corresponsales en enviar las imágenes de los campos, inéditas hasta entonces en Estados Unidos, instando a sus editores a que mostrasen el horror al resto del mundo.
Aquellas fotografías se grabaron en la memoria de sus lectores, pero también en la suya propia. Los años siguientes estuvieron marcados por la depresión y el abatimiento de una Europa que, a media que abandonaba la guerra, iba descubriendo los estragos del nazismo. Al mismo tiempo, Vogue encargaba a la fotógrafa lujosos reportajes sobre la moda de posguerra. Encargos demasiado vacuos para quien había visto demasiado y necesitaba seguir purgando lo vivido.
Las mil vidas de Lee Miller
El trabajo de Antony Penrose en este libro está marcado por la diligencia de quien tiene entre manos algo más que la vida de su propia madre, de quien sostiene un relato mayor que la vida misma. Miller consiguió escapar de todos los futuribles que la vida podría haber arrojado en su camino. Participó en tertulias y fiestas pero jamás se convirtió en una diletante.
Vivió la guerra de cerca aunque nunca la convirtió en propaganda y observó la historia a un palmo pero jamás se puso en su camino
Disfrutó de las más altas esferas pero nunca se convirtió en una dama burguesa. Vivió la guerra de cerca aunque nunca la convirtió en propaganda y observó la historia a un palmo pero jamás se puso en su camino. Hoy todas esas vidas se reúnen en una edición que Blume ha editado en nuestro país con tanto cariño como compromiso. Un libro en el que se basa la película 'Lee Miller', protagonizada y producida por Kate Winslet.
A las cartas y extractos de reportajes se le suman más de una treintena de fotografías que acompañan al relato, lo ilustran. Pero, sobre todo, nos permiten detenernos en su trabajo, seguir admirándolo y digiriendo las muchas vidas que contiene el nombre de Lee Miller.
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