Jonathan Arribas
Editorial: Libros del Asteroide
Año de publicación original: 2025
Desde que supe de qué trataba Vallesordo –el relato de un chaval sobre el verano más importante de su corta vida– no pude dejar de pensar, mientras leía, en otras novelas geniales protagonizadas por niños. Me refiero a la divertida Vozdevieja de Elisa Victoria, a la rompedora Panza de burro de Andrea Abreu, o a la onírica Mala estrella de Julia Viejo.
Todas ellas, primeras novelas, se han publicado en los últimos años, comparten un mismo universo (levantados con estilos muy distintos) y han sido escritas, curiosamente, por autoras que rondan la treintena. Es como si estuviéramos ante una generación de escritores que no ha abandonado del todo la infancia y necesitara tener un último encuentro con su yo del pasado antes de abandonarlo definitivamente.
A falta de tacones, Nico se calza unas latas de Coca Cola para representar las coreografías de su programa favorito
A ese grupo se suma ahora Jonathan Arribas con una obra que, sin ser redonda del todo, ofrece un puñado de grandes momentos. El primero es esa imagen del protagonista, Nico, de doce años, que a falta de tacones se calza unas latas de Coca Cola para representar las coreografías que ve cada tarde en su programa de televisión favorito, Fama, ¡a bailar!. Porque el sueño de Nico es ser bailarín.
Mamá, quiero ser bailarín
Parte de la novela transcurre frente a la pequeña pantalla y entre movimientos de baile: el molinillo, el espejo robótico, el paso de batuka o el bumbumplac de Rafa Méndez. El mítico profesor y juez del talent show se convierte en un personaje más, al igual que la presentadora, Paula Vázquez. El autor se sirve de ellos y de otros tantos para recrear con detalle –demasiado, quizás– varios programas, una idea divertida pero que acaba alargando en exceso algunas de las 200 páginas.
Arribas logra lo más difícil: dar con una voz infantil creíble y entrañable
Pero si algo sostiene la historia es el pequeño Nico y su forma de ver el mundo que le rodea. Arribas logra lo más difícil: dar con una voz infantil creíble y entrañable que suena así: "Llegó el estribillo y fue lo mejor. Keit Rayan cantó lo de tutecaooo acoteee tuuuumesiiideoomemo, y era un estribillo de samba y de chundachunda, un estribillo de música de África y también de discoteca móvil de las fiestas de Vallesordo todo junto mezclado, y me dieron cosquillas por la espalda y todo para arriba hasta el cerebro".
Un estilo ágil y atractivo con el que Arribas plasma esa sensación de descubrimiento constante propia de la infancia, esas primeras ilusiones, rabietas y enfados que nos desbordan de niños. Esa sensación mágica de vivir dentro de un verano infinito en el que todo puede ocurrir.
Un verano en el pueblo
La historia se desarrolla en el pueblo ficticio de Vallesordo, en Zamora, donde los sueños de Nico podrían esfumarse, devorados por una madre empastillada de antidepresivos y un padre desatento. Sin embargo, el choque con el mundo adulto queda en un segundo plano, amortiguado por figuras más amables como la tía Justi, la abuela, La Yesi (la perrita de la familia) y, sobre todo, por sus amigos Izan y Telma. Porque esta es, también, una historia sobre la amistad.
Alrededor de la amistad se levantan algunos de los momentos más emotivos y tiernos de la novela
De hecho, alrededor de la amistad se producen algunas de las escenas más emotivas y tiernas de la novela. Como cuando Izan y Nico juegan en el baño a pressincach, que consiste básicamente en pegarse de mentira mientras Telma hace de árbitra; o cuando el propio Nico siente "unas cosquillas malas en los pies" estando a solas con su amigo. Fogonazos de verdad con los que el autor consigue capturar la inocencia y el mundo interior de Nico.
Vallesordo no alcanza a ser esa obra "brillante" que se anuncia en la contracubierta, pero sí es una historia entrañable y agradable que se lee con una sonrisa. Jonathan Arribas tiene estilo, talento y sensibilidad de sobra para regalarnos grandes novelas.
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