Haruki Murakami y Makoto Wada
Traductor: Juan Francisco González Sáchez
Editorial: Tusquets
Año de publicación original: 2025
Hay un hombre silencioso y oscuro en la puerta de casa. Fuera llueve. Un relámpago en la noche tormentosa dibuja su silueta en el marco de la entrada. Con paso firme y tranquilo camina hacia el interior de la casa. Su rostro serio no deja vislumbrar ninguna emoción. Lentamente deja un objeto brillante sobre la mesa, se gira y se va.
Ese objeto fascinante, cargado de misterio y emoción, es para Haruki Murakami la música de Thelonious Monk. Así, con esa metáfora, describe las notas que salen de su piano. Su música es "obstinada y amable a la vez; intelectual e impetuosa a partes iguales". Capaz de "llegar con intensidad a ciertos recovecos de mi ser".
'Retratos de jazz' es un libro alejado de las novelas de Murakami porque no cuenta una historia concreta, sino muchas y en muchas direcciones
Esa manera de describir qué le hace sentir la música de Monk, tan personal e intransferible, es parte de Retratos de jazz, un libro muy alejado de las novelas de Murakami, porque no cuenta una historia concreta, sino muchas y en muchas direcciones diferentes.
Este texto está mucho más cerca de los libros que Murakami ha dedicado a sus aficiones, como De qué hablo cuando hablo de correr o Música, solo música, la conversación (que mantuvo durante dos años) con el director de orquesta Seiji Ozawa sobre el arte de componer e interpretar música.
Retratos a partir de retratos
Y sin embargo, el germen de estos Retratos de jazz está fuera del propio Murakami. En concreto, el libro surge del interior del pintor y artista plástico Makoto Wada. Él, aficionado también al jazz, organizó una exposición en 1992 llamada simplemente así, 'Jazz'. En ella incluía veinte retratos de los músicos de este género que más le habían emocionado.
A raíz de esas pinturas, Haruki Murakami decidió escribir un texto corto sobre cada uno de ellos. Palabras que se alejaban de las biografías al uso e incluso de los relatos de ficción. Se trata más bien de reflexiones sobre la música de cada genio del jazz mezcladas con impresiones personales de Murakami, basadas en su propia experiencia y en su manera de entender y consumir el arte en general y la música en particular.
El libro lo componen 55 retratos acompañados por la fotografía de un álbum de la colección privada de Murakami
Cinco años después, en 1997, Makoto Wada realizó otra exposición titulada 'Sing', con otros retratos de músicos y cantantes como Ella Fitzgerald, Frank Sinatra o Tony Bennett. Y al igual que en 1992, Murakami escribió sendos textos para cada pintura. En 1999 llegó 'Jazz 2'. En total, realizaron 60 retratos de jazz, con colores y palabras, lo suficientemente expresivos como para que, viendo la obra y leyendo el texto la música sea capaz de crearse en la imaginación de quien se asome a ellos.
Ahora, para la publicación de este libro, han decidido seleccionar 53 de ellos y crear dos nuevos retratos exclusivos (Art Pepper y Gil Evans) para esta edición. Cada píldora viene, además, acompañada por la fotografía de un álbum concreto de cada artista salida de la colección privada del propio escritor y una brevísima biografía como apoyo.
Una pasión muy íntima
Asegura el propio Murakami en el epílogo del libro que, para él, escribir sobre jazz no es nada sencillo. "Se trata de algo demasiado íntimo y no sé qué debo decir ni cuánto alegrarme", se sincera el escritor japonés. No en vano, llegó incluso a ser su trabajo durante una etapa lejana de su vida.
Antes de dedicarse únicamente a la escritura, Murakami regentó un club de jazz en Tokio, el Peter Cat. Una pasión que no le ha abandonado desde su juventud y que transmite con la intensidad y el sentimiento que ha sabido imprimir en todos sus textos y novelas.
El resultado apasionará a los fanáticos del jazz y a los de Murakami. Si es que se puede ser lo segundo sin ser también lo primero
En Retratos de jazz, Murakami tira de metáforas para tratar de hacernos sentir la música de cada uno de los retratados. Así, la música de Glenn Miller es una "brisa que agita finas cortinas de encaje"; la voz de Billie Holliday "parece asumir todo el daño que he cometido hasta el presente"; y la corneta de Bix Beiderbecke "surge con el encanto del agua que mana de un surtidor, lanzando alegría y melancolía a partes iguales".
El resultado es un libro que apasionará a los fanáticos del jazz y a los de Murakami. Si es que se puede ser lo segundo sin ser también lo primero. Porque cuando admiramos mucho a una persona terminamos amando hasta las cosas que ellos aman. Si no eres fan ni de lo uno ni del otro, Retratos de jazz ofrece una ventana diferente por la que acercarse a dos mundos a veces algo opacos: el de la música más inesperada posible y el de un autor tan peculiar como inclasificable.
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