Paco Cerdà
Editorial: Alfaguara
Año de publicación original: 2024
Ser testigos de un tiempo que ya no está es posible gracias a la detallada reconstrucción que nos ofrece esta novela de Paco Cerdá y que nos traslada hasta aquel otoño de 1939 en el que tuvo lugar la peculiar peregrinación con los restos mortales de José Antonio Primo de Rivera.
Un libro adictivo que transporta al lector a esa España de posguerra, que se paralizó durante 11 días y 10 noches para escenificar el mayor acto propagandístico de la historia contemporánea de este país.
Testigos de un tiempo pasado
Gracias al detalle y al rigor al que Paco Cerdà nos tiene acostumbrados en todas sus novelas, como 14 de abrilo El peón, es fácil recrear con este Presentes aquella estética fascista, la epopeya, la solemnidad que acompañó a la comitiva durante los días que duró la macabra procesión. Este libro cuenta las muchas historias coetáneas y, a su manera, entrelazadas de quienes vivieron en ese tiempo.
Aquella España que se hundía en la miseria contempló con perplejidad y miedo el traslado de los restos de José Antonio
El traslado del cadáver de Primo de Rivera, desenterrado de una fosa común en Alicante y transportado a hombros a lo largo de 467 kilómetros hasta El Escorial, atravesó pueblos, campos y ciudades de una España que se hundía en la miseria y que contempló con perplejidad y miedo la que fue la primera gran puesta en escena del régimen franquista y los valores de la nueva España.
En este escenario oscuro y grotesco, Cerdà cuenta las dramáticas historias de la otra España, la que se pretendía acallar, esa que perdió la guerra, si es que aún creemos que hubo alguna que la ganó. Represaliados, exiliados, encarcelados... todos ellos también estaban ahí, presentes en esa misma España que se desvivía por honrar los restos mortales de Primo de Rivera en una performance siniestra y adoctrinadora, cuidada hasta el más mínimo detalle, para dejar claro quiénes eran los dueños de aquel nuevo país.
La poesía de la historia
Hay algo de poético, de justo, en dar a conocer esas historias acalladas por el tiempo, historias pequeñas, sin grandes parafernalias, como la de Eulalio o la de Andrés: perdedores por derecho de una guerra que no ganó nadie. Muertos de hambre, literalmente, por las penurias de la posguerra, enfermos, desterrados y con ese sentimiento tan desesperanzador de no volver a sentirse nunca en casa.
Ellos son la otra cara de la moneda de aquella pompa fúnebre que se grababa y se proyectaba en los cines, antes incluso de la creación del No-Do. Gracias a este relato, ponemos nombre y apellido a algunas de esas historias, olvidadas, de miles de españoles que luchaban por no morir durante aquellos días de fervor religioso y exaltación de los valores de La Falange.
Primo de Rivera fue fue convertido en todo un héroe, un símbolo, un mártir, casi un profeta
Será que siempre alguien encuentra en la muerte de otros un negocio o una oportunidad. Eso fue exactamente lo que ocurrió con la de José Antonio Primo de Rivera. Con escasa repercusión en vida y apenas 45.000 votos conseguidos seis meses antes de ser fusilado, en muerte fue convertido en todo un héroe, un símbolo, un mártir, casi un profeta.
"Que la verdad no te arruine una buena historia", solía decirme un antiguo profesor con el que tuve más de una discusión, pues eso debió pensar La Falange en aquel histórico momento.
"Jodidos cojos" o "caballeros mutilados"
Dividir, dividir hasta en la mutilación. Porque la posguerra también es guerra y tiene sus armas para seguir hiriendo. Porque la guerra, en realidad, no termina nunca mientras continúan sus secuelas y sigue clavada en la memoria de aquellos que la han librado.
La Orden de los Caballeros Mutilados, no solo dividía a los heridos de guerra entre caballeros y rojos, sino que otorgaba distinta puntuación a los mutilados para que pudieran optar a una especie de paga del estado. Incluso quienes ganaron, perdieron.
Todas estas realidades que componían la sociedad de aquellos primeros meses tras la guerra, están reflejados en las páginas de Presentes. Un libro que reivindica que hubo muchos más presentes que los que alzaban el brazo al paso de la comitiva fúnebre.
Tras leer la novela queda un sentimiento de perplejidad, pero también de cierta vergüenza, al reconocer, que tal vez, todavía no entendemos nada de aquella herida que dividió al país y que aún, de alguna manera, seguimos alimentando de uno y otro lado.
Relatos como este, llenos de detalle y de verdad, ayudan a entender nuestro pasado y a gestionar nuestro presente
El régimen franquista intentó con este tipo de actos ceremoniales, como el entierro de Primo de Rivera, construir una realidad, una épica, y a la vez, silenciar las voces de medio país. Este libro les devuelve un pedacito de dignidad, les entrega de vuelta una parte de la historia que también les pertenece. Un retrato demoledor de la España de 1939, precedente no tan lejano de la que vivimos ahora.
Con ley o sin ley de por medio, la memoria histórica parte de no olvidar y de no silenciar el sufrimiento ni de unos ni de otros, de no blanquear la violencia y la muerte y de normalizar, de una vez por todas, que aún estamos cosiendo la cicatriz de aquella herida que mutiló al país durante más de cuatro décadas.
Relatos como este, llenos de detalle y de verdad, ayudan a entender nuestro pasado y a gestionar nuestro presente, gracias a las historias mundanas de quienes tuvieron que lidiar con el contexto histórico más oscuro de nuestra historia reciente.