Si bien todos nos hacemos una idea aproximada de cómo podría ser, el infierno es mucho más que una mera alegoría.

Entre fuego, torturas y demonios, todos somos capaces de evocar su paisaje. Estos beben directamente de textos bíblicos, como el libro del Apocalipsis, y de la mitología clásica. Sin embargo, el puente en común entre ambas lo encontramos en la Florencia del siglo XIV, cuando Dante compuso su Divina comediay nos regaló su propia visita guiada al averno.

Desde entonces hemos visto a Dante y a Virgilio, su acompañante, en infinidad de películas, videojuegos... recorriendo lagos de fuego y castigos eternos ya presentes desde hace siglos en la obra del poeta. Dante concibió el infierno como un lugar geográfico, con su propia orografía y accidentes. Una descripción inspirada en escenarios reales, pero, principalmente, en el propio castigo humano.

Así, el poeta dividió cada uno de los cantos de su poema en simetría con los círculos que dividían su descenso. A medida que se descendía, estos aglutinaban castigos cada vez peores, a la altura de quienes penaban en dicha sección. De aquellas descripciones de penitentes y demonios se fue generando nuestra concepción general del averno.

Renovando el infierno

Blackie Books recupera Infierno de Dante en una edición de lujo que se añade a su colección de Clásicos Liberados. Un libro que recoge todo lo que ya conocíamos sobre Dante y la Divina comedia pero que consigue traer el texto hacia el presente, con una presentación tan llamativa como plagada de curiosidades.

Ante las, por lo general, aburridas anotaciones al pie, la editorial barcelonesa ha optado por comentarios que ilustran cada uno de sus pasajes con referencias que van en todas las direcciones. El texto de Dante se convierte en un viaje fascinante, al que el lector es capaz de acceder abriendo sus páginas casi por cualquiera de los cantos que componen el poema.

Midiendo el infierno

Una de estas curiosidades es la de la medición del infierno llevada a cabo por Galileo Galilei en 1588. El italiano dedicó a las descripciones dantescas una atención científica, utilizándolas como punto de apoyo para sus propias investigaciones. Entre las ciudades de Cuma (en Italia) y Jerusalén, fue capaz de describir un arco de 5.922 kilómetros que describía la base del infierno.

Galileo fue capaz de calcular la longitud de cada uno de los círculos interiores aplicando la geometría propuesta por Dante y detallada por el arquitecto Antonio Manetti. Pero no solo eso, también las del propio Lucifer. Galileo determinó que el ángel caído tendría una altura de 1.500 metros en base a las relaciones establecidas por Dante.

Más allá de la mera anécdota, estos cálculos solventaron muchos de los problemas que estudios anteriores habían generado en el campo de la geometría y la física.

Unas décadas más tarde, Galileo aplicó muchos de estos procedimientos y conclusiones a la elaboración de su obra magna, Dos nuevas ciencias. Aquel estudio marcó un antes y un después en el paso de las ciencias aristotélicas hacia las modernas, gracias, en mayor o menor medida, al infierno.