James Baldwin se describía como "negro, feo y pobre". Un hijo cuya madre soltera jamás pensó que su vástago llegase a alcanzar la notoriedad que más tarde tuvo. En la década de 1970 compró un edificio de apartamentos en Manhattan en el que alojar a toda su familia. El salón de la señora Baldwin se convirtió en el centro neurálgico del clan.
Diez años antes de aquellos días aciagos, los asesinatos de Malcolm X y Martin Luther King le obligaron a exiliarse a Francia . Una vida dedicada a la literatura y el activismo que le mantuvo siempre en el punto de mira, no solo por sus ideas con respecto a la liberación y la identidad nacional de la población negra, también por su homosexualidad, un aspecto de su vida que jamás ocultó a sus lectores.
Oposición férrea contra el racismo
En esa misma década de 1970, en su edificio familiar, el escritor impartía charlas charlas, organizaba reuniones e incluso ofrecía entrevistas, como la que concedió a ABC News. En ella, una acongojada reportera de la cadena intentaba encajar las palabras de Baldwin, hundiéndose en una de las sillas del salón de la matriarca. Él respondía tajante sobre la situación de los afroamericanos con respecto a una lucha que había estallado en las dos décadas anteriores: "Tenía 7 años hace 47 y nada ha cambiado".
Baldwin saltó a la palestra literaria con un libro que se centraba en los lazos familiares y la herencia. Ve y dilo en la montaña se convirtió en una obra de referencia para los millones de estadounidenses que empezaban a movilizarse contra el apartheid y las leyes de Jim Crow en su país.
Su obra resultaba refrescante, centrada en su complicada relación con la religión, pero también sobre su identidad y la de su familia. Nunca llegó a conocer a su padre, y su infancia estuvo marcada por la mano estricta de su padrastro, un predicador bautista que también le legó una complicada relación con la religión. Su madre, además de sus hermano, fue su gran aliada. En aquel edificio de Nueva York se le podía ver paseando muchos días, rodeado de sobrinos a los que agasajar.
Huida a París
Aquel primer libro se presentó como un canto coral que bebía de una sensibilidad distinta, la adquirida durante el tiempo que pasó en París a finales de la década de los cuarenta. Acosado durante buena parte de su vida preguntado por su huida a Francia, respondía de forma cansada que solo quería "respirar".
Baldwin se fue a Francia a "respirar". En esos años contactó con un mundo que vivía a espaldas de EE. UU. y que le marcó profundamente
En esos años entró en contacto con un mundo que vivía a espaldas de los Estados Unidos y que le marcó profundamente. En Francia vivió un racismo distinto al de su país natal, aunque de terrible, que le permitió entender las entretelas del odio racial desde una distancia que cautivó a sus lectores en Norteamérica. Pero también la de la homofobia, entendiendo ambas opresiones como fruto del mismo aparato sangriento.
Baldwin terminó por convertirse en un símbolo de la lucha antirracista. Participó en entrevistas y debates en televisión, muchas veces como una suerte de tercera vía dentro del Movimiento por los Derechos Civiles. Sin embargo, sus líderes seguían viendo con suspicacia a un escritor homosexual -que atraía a un amplio público blanco y progresista- dentro de organizaciones que seguían adoleciendo de un fuerte halo de puritanismo religioso.
Conociendo a Baldwin
Cien años después de su nacimiento, Baldwin sigue siendo una figura desconocida en las letras en nuestro país. Ahora son varias editoriales las que se han organizado para hacer llegar parte de su obra a los lectores en España, prácticamente inédita hasta ahora en nuestras librerías.
Capitán Swing y Tigre de Paper traducen al castellano y al catalán, respectivamente, una recopilación de ensayos sobre la identidad del país en un momento clave. La próxima vez el fuego se publicó el mismo año en que Martin Luther King pronunció su famoso discurso en Washington. Un texto que sirvió de inspiración para muchos pensadores y activistas de la época.
Y su segunda novela, El cuarto de Giovanni, llega de la mano de Sexto Piso en castellano y de Trotalibros en catalán. Su manuscrito casi fue destruido por sus editores de Knopf por miedo a "polarizar a sus lectores blancos". Baldwin presentaba una historia de amor homosexual en 1956 entre dos hombres blancos, escrita en un tiempo en el que ser homosexual estaba penado en muchos estados.
Blancos y negros no compartían mesa ni asiento por las leyes de segregación. El novelista explicaba en otra entrevista en 1970 que había intentado ser sincero con su sexualidad desde el primer momento para evitar que otros pudiesen chantajearle.
En James Baldwin descubrimos una sensibilidad histórica, coral y de profundas raíces, a la altura de la mejor literatura norteamericana. Pero también a un autor audaz, dispuesto a experimentar con el lenguaje sin ceder a un compromiso, siempre férreo en sus libros por contar si estamos dispuestos a escucharle.