¿Se imaginan que un androide aspirase a gobernar el país? O que la tecnología avanzase hasta tal punto que los robots tuviesen problemas psicológicos.
Es lo que ocurre en la sociedad hipertecnológica de 'QualityLand' (Tusquets, 2017), una distopía disparatada pero, en ocasiones, más real de lo que parece. Porque si algo hemos aprendido estos días es que la distancia que nos separa de las distopías es muchas veces minúscula, y que la realidad ha alcanzado a la ficción en varias ocasiones.
Cuando la ficción se anticipa a la realidad
Sin ir más lejos, esas videollamadas que hoy nos están haciendo un poco más amena la cuarentena eran impensables hace años. Menos aún en 1927, y eso que la película 'Metropolis' ya intuía por dónde iba encaminado el futuro.
En '2001, una Odisea en el espacio' Kubrick demostró ser un visionario. Además de las videollamadas, el director imaginó una estación espacial habitada, algo inconcebible entonces. Y en su interior podíamos ver monitores de pantalla plana o una especie de tableta electrónica donde los astronautas veían sus programas favoritos.
La ficción ha sido una fuente de ideas para grandes inventores como Martin Cooper. El estadounidense se inspiró en 'Star Trek' para crear el teléfono móvil. Y, aunque nadie lo haya reconocido abiertamente, los 'muros digitales' que se describen en la novela 'Fahrenheit 451' (1953), son sospechosamente parecidos a lo que hoy conocemos como redes sociales.
Esperemos que los aspectos positivos sigan convirtiéndose en realidad, pero que los negativos, como ese mundo devastado de Wall-E, no dejen de ser nunca ciencia ficción.