Ocaña fue más grande que el momento que vio nacer. Por eso, siendo joven, abandonó su Cantillana natal, en Sevilla, para acabar en Barcelona. Allí encontró a los compañeros y la libertad que necesitaba.
"Ocaña supo llevar el pueblo a la gran ciudad"
Hablamos con el coordinador de Ocaña (Editorial Dos Bigotes), un libro de pequeños relatos de amigos, conocidos y estudiosos de la obra del artista que nos permite aproximarnos a su figura. "Su acierto fue que supo llevar el pueblo a la gran ciudad", afirma Carlos ante unas fotografías del artista que atesora el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid.
Sexilio en Barcelona
Y así es. A pesar de haber tenido que practicar el sexilio (huida del lugar de origen por motivos de orientación sexual o identidad), Ocaña jamás renegó de su pueblo ni de su cultura. En torno a ello basó su obra, radical y vanguardista que, sin embargo, conseguía hacer con tanto cariño y talento que no enfadaba a los creyentes.
Sí tuvo problemas con la policía en algún momento. Eran los años 70, y mientras paseaba travestido por Las Ramblas acabó detenido y en el calabozo. Para solicitar su liberación se produjeron manifestaciones y disturbios en Barcelona. Al salir, recuerda Barea, reconoció habérselo pasado muy bien dentro practicando felaciones a algunos detenidos mientras su compañero Nazario les tatuaba los brazos.
Así era Ocaña. Quien le conoció lo define como un torrente de gracia que encandilaba a cualquiera. Hoy, 40 años después de su muerte, es reivindicado por artistas queer como Pakita, que le homenajeó en la tercera temporada de Drag Race España con el último disfraz que llevó el artista el día que se prendió fuego.
Inspiración queer
"Se nos ha dejado de lado dentro de esos círculos de cultura andaluza simplemente por ser maricas o ser queer", asegura Pakita. "Eso es lo que principalmente representa para mí la figura de Ocaña: que nunca dejó de lado su propia cultura andaluza, su Asunción Gloriosa de Cantillana ni todo ese folclore clásico. Sin embargo, lo que estaba haciendo era vanguardia", sentencia.
Así es. Su obra, presente en museos como el Reina Sofía de Madrid o el Macba de Barcelona, gira en torno a la devoción, a la sexualidad, al folclore... como una baraja pintada en papel de fumar que regaló a su tío y que hoy cuelga de su bar, en la que se puede ver el As de Bastos representado por un glande, o la obra que cuelga de su Centro de Interpretación en Cantillana, en la que imagina un funeral alegre.
"Nunca dejó de lado su propia cultura andaluza para hacer vanguardia"
Su muerte le llegó bruscamente precisamente en las fiestas de su pueblo en el verano de 1983, cuando una bengala prendió el disfraz hecho de papel que vestía, y el que pudo matar al artista, pero no su grandeza, porque no habrá quien nazca que pueda hacerle sombra.