"Los griegos son muy curiosos, muy cercanos y están muy orgullosos de su cultura, su comida, su lengua, su religión...". Lo relata la periodista Mary Norris en su último libro, 'Mi gran odisea griega' (Larousse, 2019), una oda a la historia y la cultura helénica. "Soy irlandesa, aunque me gustaría ser griega".
De lo griegos lo aprendimos casi todo: aprendimos a contar, a tener filias, fobias, y a instaurar eso llamado democracia. Un pueblo, como el español, de besos y celebraciones familiares ante el que Norris cayó rendida: "Me enamoré de los paisajes: el cielo, la tierra... Y entonces decidí: tengo que ir allí".
Crisis en la cuna de la democracia
Grecia es también cuna de filósofos, de héroes como Hércules o Ulises. Sinónimo de vacaciones de verano y de cruceros que serpentean entre sus islas. Pero también de crisis. Durante unos años los griegos aprendieron (y odiaron) una de sus palabras: Troika.
Europa, el FMI, las agencias de calificación... Austeridad y tensión contra Bruselas. "Fue una situación muy difícil para los griegos. Tuvieron ese régimen de austeridad que les impusieron". Pero el país decidió no someterse dócilmente.
Crónica de un viaje por la historia
Como la hidra de un mito griego, iban apareciendo más quebraderos de cabeza: recorte de sueldos, subida de impuestos... Una década después de esa odisea, la hidra no se ha vuelto a despertar, de momento.
Es la crónica, del griego cronos (tiempo) de una civilización milenaria. El resto del viaje, en las páginas de este libro, del latín líber. Pero esa es otra historia.