Un equipo de la Universidad de Aberdeen realizó un estudio en el que se concluyó que si se come más en el desayuno que en la cena se regula mejor el apetito. No obstante, no se han encontrado evidencias de que un menor apetito suponga de manera causal una mayor pérdida de peso.
En este estudio publicado en la revista científica 'Cell Metabolism' se hizo el seguimiento de la alimentación de 30 voluntarios. Para ellos les prepararon cajas con las tres comidas y con un total de 1.700 calorías al día durante un mes. La diferencia estaba en la distribución de calorías que sería mayor en el desayuno o en la cena (45%-35%-20% frente a 20%-35%-45%, respectivamente).
Para calcular de forma certera el comportamiento del metabolismo de las personas, éste se midió con precisión utilizando agua doblemente etiquetada, que es más densa que el agua normal y puede seguirse a medida que sale del cuerpo.
Para las pruebas los 30 sujetos comieron una distribución mayor hacia el desayuno por un mes y luego hacia la cena en el segundo. Después de esto, los científicos concluyeron que "los participantes que consumieron la dieta cargada —de calorías— por la mañana informaron de un hambre significativamente menor", así como que la supresión del apetito para el resto del día podría ayudar en las dietas.
Sin embargo, no se encontraron diferencias en las calorías quemadas de una u otra manera, en la tasa metabólica en reposo o en cuanto peso perdieron. La diferencia crucial era que los que desayunaban más tenían menos apetito en el resto del día. La profesora y coautora del estudio, Alexandra Johnstone le contó a 'BBC' que "si puedes empezar el día con un gran desayuno saludable, es más probable que mantengas los niveles de actividad física y ese control sobre el apetito durante el resto del día".
El estudio se proponía investigar los efectos de la 'crono-nutrición' y cómo nuestro tiempo corporal afecta el procesamiento de las comidas; por ejemplo, existen teorías de que la tarde es un mal momento para comer porque nuestro cuerpo se prepara para dormir, según Cleveland Clinic.
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Sin embargo, el estudio no logró encontrar un motivo claro por el que se produce este efecto de menor apetito. Los científicos dijeron que no es algo tan simple como estar lleno en el día y aprovechar de dormir con el estómago vacío. Hay que tomar en cuenta los hábitos de las personas y su propio reloj corporal; en estos momentos se está investigando la alimentación de quienes trabajan de noche para concluir si se debiese comer dependiendo del reloj corporal de cada uno.