Ya dice el refrán que las prisas no son buenas consejeras. Tampoco para comer. Es importante dedicarle tiempo a las tres comidas principales del día -desayuno, comida y cena- pues de lo contrario, si comemos rápido, podemos tener más riesgo de engordar. No sólo los adultos, sino también los niños.
Sí, un estudio español realizado por el área de Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición del Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBEROBN)y publicado esta misma semana en la revista 'The Journal of Pediatrics, ha concluido que comer rápido se asocia a mayor riesgo de sobrepeso y otros factores cardiometabólicos en la infancia.
Los investigadores evaluaron a 956 niños y niñas entre 3 y 6 años de edad y observaron cómo aquellos que comían más rápido (o tenían mayor velocidad de ingesta) presentaban una menor adherencia a la dieta mediterránea, un mayor riesgo de presentarsobrepeso/obesidad y un incremento en los niveles de grasa corporal, tensión arterial y glucosa en sangre.
"No se ha establecido una definición universal para la velocidad de comer que algunos autores lo definen como el tiempo que una persona destina para realizar una comida. En nuestro estudio, en la población estudiada, los niños y niñas clasificadas en la categoría de 'comer rápido' reportaron comer en menos de 65 minutos en total (suma de minutos que destinaron a la realización de las 3 comidas principales, desayuno, comida y cena), es decir, unos 20 minutos en cada comida", explica a laSexta.com la investigadora Nancy Babio, una de las autoras de este estudio.
Por otro lado, "los niños y niñas con los que se compararon tardaban en comer unos 85 minutos en total, más o menos alrededor de 30 minutos en cada comida (desayuno, comida y cena)", añade la experta.
De este modo y según los resultados del estudio, "comer más rápido podría estar asociado con la ingesta de alimentos menos saludables como aquellos con mayor contenido energético y alimentos ultraprocesados, asociados a un mayor riesgo de obesidad y alteraciones en el sistema cardiometabólico, los cuales pueden resultar más atractivos debido a su alta palatabilidad".
No obstante -añade el informe- "estudios anteriores han demostrado que masticar lentamente y aumentar el número de ciclos de masticación durante una comida se asocia inversamente con la adiposidad. Por lo tanto, estos resultados sugieren que una velocidad de ingesta más lenta podría mejorar el desarrollo de la señal de saciedad, lo que podría limitar la ingesta total de alimentos".
Así, y tal como explicó en este artículo la dietista-nutricionista Raquel Capel, tres serían las consecuencias de comer deprisa: no disfrutar realmente de la comida; incrementar el riesgo de tener peores digestiones e inflamación abdominal (ya que al comer rápido ingerimos más aire), y por último, tal como como estábamos comentando, no conectar realmente con la sensación de saciedad.
Comer rápido hace que comamos más porque la señal de saciedad tarda más tiempo en llegar al cerebro. La principal hormona que regula la saciedad se llama leptina y ésta necesita un tiempo para llegar al cerebro, por lo que si comemos más despacio le damos tiempo a llegar al cerebro. Por ello es importante masticar bien y comer de forma relajada o al menos, no comer deprisa.
Cómo fomentar hábitos saludables y comer más despacio
En estos tiempo que corren es complicado comer despacio, incluso para los más pequeños y pequeñas de la casa. Las prisas son grandes protagonistas en nuestro día a día. Pero es importante tomar nota de una serie de consejos para que nuestros hijos/as puedan comer más relajados.
Es cierto que, como comenta Nancy Babio, "al ser éste un estudio transversal (sólo se ha medido en un momento) no podemos hacer recomendaciones, por lo que se necesitan estudios a largo plazo y sobre todo de intervención para confirmar nuestros resultados. Sin embargo, sí nos aporta evidencia para seguir avanzando en una posible estrategia de prevención del sobrepeso y la obesidad y de otros factores cardiometabólicos".
No obstante (ya ya fuera del contexto del estudio) sí existen una serie de recomendaciones, en general, que ya algunos pediatras nos han ofrecido -por ejemplo en este artículo sobre cómo prevenir el sobrepeso y la obesidad infantil- para intentar no solo que los niños coman más despacio sino que se adhieran a nuestra dieta mediterránea, cosas que suelen ir, como hemos visto, relacionadas. Una de las claves: que los adultos demos ejemplo.
"Sin duda, el ejemplo familiar es básico", asegura Babio. "Si las familias tienen en cuenta la importancia de las comidas, de destinar tiempo a este acto social, seguramente se hagan comidas más saludables, elaboradas en casa, y además, se consumirán sin prisas. Por el contrario, si se va con prisas, no se tiene tiempo de desayunar o de cocinar seguramente se caiga en el consumo de alimentos pocos saludables. Por ejemplo, en lugar de una manzana o naranja, se le da un zumo, por lo que la velocidad de ingesta es menor y el niño/a no mastica".
El ejemplo familiar es básico. Si las familias tienen en cuenta la importancia de las comidas, de destinar tiempo a este acto social, seguramente se hagan comidas más saludables, elaboradas en casa, y además, se consumirán sin prisas
Los factores culturales y de tradición familiar tienen gran influencia. "De hecho, el estudio nos muestra que los niños y niños clasificados en la categoría de comer más rápido se asocia a mayor prevalencia de sobrepeso/obesidad materna", expone Babio. Por tanto, es fundamental que desde pequeños, los niños/as incorporen unos buenos hábitos en el entorno familiar.
También es fundamental el papel de las escuelas: "Es importante que los colegios promuevan un marco adecuado para transmitir y reforzar esta educación. A los niños no basta con aleccionarles con charlas, sino que el mejor método es el trabajo en grupo en un ambiente que le permita, mediante la acción-reacción aprender a identificar lo saludable de lo no saludable y cómo medirse con aquello que tanto le gusta pero que no es lo más aconsejable", señala.
Y lo más importante: no podemos relacionar la comida con premios ni con castigos, pues de esta forma no estaremos promoviendo desde la infancia unos hábitos saludables de alimentación. Así, explica la experta que "se debe enseñar y persuadir a llevar una alimentación saludable en forma positiva y dar ejemplo: el niño/a debe seguir contemplando el comer como un placer y no como un fastidio".
Y es que "aprendemos a saborear las legumbres, por ejemplo, muy tarde, quizás porque nadie nos advierte en la infancia del gusto por ellas. Incluso se llega a la aberración de decir 'que si comes esta verdura, te podrás comer las patatas fritas con kétchup'. Este tipo de trucos que se emplea en casa inducen al error y a malas percepciones", concluye la investigadora.
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7 consejos sencillos y prácticos
- Comer en familia dando ejemplo, disponiendo del tiempo necesario y evitando distracciones (móviles, tabletas, etc.)
- Motivar a los pequeños a que participen en la elaboración de las comidas.
- Disponer en casa de alimentos saludable: frutas, verduras, frutos secos (al natural), legumbres, cereales integrales, leche y yogures sin azúcares añadidos y aceite de oliva.
- Favorecer el consumo de aceite de oliva y frutos secos frente a mantequilla y grasas vegetales saturadas empleadas en la bollería industrial.
- Procurar que el aporte de hidratos de carbono se haga preferentemente escogiendo alimentos con fibra: pan y cereales integrales, frutas, verduras y legumbres.
- Evitar el exceso de sal y el abuso de las bebidas azucaradas.
- Identificar los alimentos ultraprocesados y que cuanto menos haya en casa, mejor.