El suicidio y la conducta suicida en niños y adolescente es una realidad en España. Las familias necesitan ayuda.Pero ¿cómo pueden saber si sus hijos e hijas están sufriendo y pueden tener pensamientos e ideas suicidas? ¿Qué cosas, qué signos, cuáles son las señales de alerta a las que los padres y madres deben atender?
"El suicidio se puede prevenir. Pero se requiere un esfuerzo sostenido en el tiempo y cooperativo entre todos los sectores de la sociedad (clase política, sanidad, educación, justicia, igualdad, bienestar, medios de comunicación)", afirma a laSexta.com Miguel Guerrero, psicólogo clínico de la Unidad de Gestión Clínica de Salud Mental del Hospital Universitario Virgen de la Victoria de Málaga.
En el caso concreto de las familias, es importante estar atento a cualquier cambio que podamos notar en nuestros hijos/as. Pero también es clave que haya una colaboración con los profesores del centro educativo de los chicos/as.
"Si hemos notado cambios en nuestros hijos, consultemos también con el colegio a ver cómo actúan allí", sostiene José Antonio Luengo, psicólogo y catedrático de Enseñanza Secundaria y decano de la junta de gobierno del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid (COP), con motivo del Día Mundial para la Prevención del Suicidio (10 de septiembre).
Según datos publicados por el COP en 2021, las tentativas de suicidio y autolesión en la población infantil y juvenil aumentaron un 250% durante la pandemia, siendo además, el suicidio la primera causa de muerte no natural entre los jóvenes de entre 15 y 29 año en el año 2020.
Las tentativas de suicidio y autolesión en la población infantil y juvenil aumentaron un 250% durante la pandemia
Además, y según el informe 'Crecer Saludable(mente) de Save the children España, publicado en 2021, se observó que los trastornos mentales en niños, niñas y adolescentes habían aumentado y un 3% tuvieron pensamientos suicidas.
También es importante destacar, tal como refiere dicho trabajo, que las ideas suicidasaumentan con la edad: el porcentaje de niños y niñas entre 4 y 8 años con este tipo de pensamientos es de un 2%, fracción que se triplica en la adolescencia, alcanzando un 6% en el grupo entre 13 y 16 años.
Por último es importante destacar que hay determinados factores que están más relacionados con estas ideas y pensamientos suicidas. Por ejemplo, el acoso escolar. Según el trabajo de Save the children España: "Los menores que son víctimas de bullying tienen 2,23 veces más riesgo de padecer ideaciones suicidas y 2,55 veces más riesgo de realizar intentos de suicido que aquellos que no lo han sufrido".
Por otro lado, tal como explica la Confederación Salud Mental España, otros factores de riesgo para la conducta suicida en adolescentes y jóvenes son: experimentar abusos, acoso, violencia o discriminación de cualquier naturaleza, el consumo de drogas, tener depresión o algún trastorno mental, el duelo por separación de padres/madres, por cambio de centro educativo, por el suicidio de figuras referentes, o por carecer de habilidades sociales".
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Señales de alerta para ayudar a las familias
Según explican los expertos consultados, las señales de alarma de la conducta suicida en la población infanto-juvenil se pueden dividir en dos:
Manifestaciones explícitas
Por un lado, están las manifestaciones explícitas. Es decir, "si manifiesta o verbaliza abiertamente pensar en la muerte, en el suicidio, en no querer seguir viviendo o en la desesperanza ('nunca seré feliz')", indica Guerrero, que también es responsable de la UPII Cicerón.
También en estas situaciones, "el niño/a nos expresa una perspectiva de desvinculación de proyectos personales o sociales, esto es, que aquellas cosas que le ilusionaban deja de hacerlas y se desvincula de ellas, así como de sus amigos. Aparecen también los sentimientos de no ser importante para nadie, de no ser querido o incluso la percepción de sentirse como una carga para familiares y amigos", sostiene Luengo.
De este modo, "cuando un niño o un adolescente nos hace referencia explícita a todas estas cosas, estamos hablando de palabras mayores, sobre todo cuando además de lo dicho llega a manifestar pensamientos de desear morir o de no seguir en este mundo. O cuando sobre todo lo encontramos buscando de forma activa contenidos que tengan que ver con el suicidio", añade este experto.
Manifestaciones implícitas
Tal como explica Guerrero, "a veces se expresa el sufrimiento emocional de forma directa con mensajes como 'no estoy bien', 'estoy triste', 'no puedo soportar más una situación', pero también de forma indirecta con señales comportamentales: cambios de carácter repentinos, rechazo escolar, encerrarse en el dormitorio, no querer jugar, no querer salir con sus amigos, bajo rendimiento académico o problemas con los hábitos (alimentación, sueño, actividad física, etc).
De este modo, debemos estar muy atentos -comenta Luengo- a si los chicos/as empiezan a desarrollar conductas temerarias y de riesgo, sin miedo a hacerse daño; si observamos cambios muy repentinos y significativos de carácter y de comportamiento: irritabilidad, ganas de estar aislado o si le vemos (aunque él/lla no nos lo diga) con cara de angustia, de ansiedad, de rabia, de mal humor mantenido… Y también lógicamente cuando el chico/as muestra señales de abatimiento, de desinterés por las cosas cotidianas, un abandono de las relaciones y las actividades que antes hacía y le gustaban, etc.
También y en ocasiones, pueden entrar en juego otras personas. Es decir, "hay veces en las que te puedes enterar de que algo le pasa a tu hijo/a cuando alguien nos lo cuenta. No hay manifestación explícita pero sí de forma indirecta, a través de terceros", sostiene Luengo.
Por último, y en general -relacionado con todo lo anterior- es importante observar si los niños/as y adolescentes, tienen un aumento de verbalizaciones negativas sobre uno mismo/una misma, añade Guerrero. Esto es, frases del tipo: 'soy un inútil', 'soy una carga para los demás', 'estaríais mejor sin mi', 'nadie me quiere', etc.
Si hay dudas, lo mejor es consultar
No obstante, es importante aclarar que la adolescencia la adolescencia es de por sí una época de muchos cambios. "Los preadolescentes no siempre nos cuentan lo que sienten, se muestran más reticentes (aunque siendo niños nos lo contasen ) porque están cambiando. De ahí que los padres y madres podemos ver situaciones más indirectas que nos llaman la atención, pero tenemos que percibir que los adolescentes por esa fase evolutiva que están viviendo, se vuelven más sensibles, más irritables, dejan de contarnos cosas, etc", explica Luengo.
"Lo importante es cuando se suman o se juntan cosas y conductas. Y sobre todo, cuando hay algo que no comprendemos, lo mejor entonces es consultar y pedir ayuda. Por ejemplo, como hemos indicado antes, comentando esos cambios que has notado en tu hijo/a con el centro escolar", añade el experto.
Por último, debemos tener en cuenta que los chicos cuando están pasando por estas situaciones, en la gran mayoría de los casos, se dan tres características muy relevantes. Tal como explica Luengo, se dan las llamadas 3D (dolor, desesperanza y desvinculación): hay un dolor psicológico muy grande; desesperanza y están o se sienten desvinculados de los demás y de sus propios proyectos vitales.
De ahí que uno de los consejos más importantes cuando nos acerquemos a hablar con nuestros hijos/as sea escuchar sin juzgar: "Dar la sensación de que estamos interiorizando lo que nos está contando y que estamos comprendiendo su dolor. Y decirles y explicarles que vamos a estar ahí incondicionalmente y que no se tienen que preocupar para nada porque nos cuenten esas cosas, que lo importante es que lo cuenten", concluye Luengo. Este verano, este experto escribió una guía muy práctica y sencilla para ayudar a las familias a hablar con sus hijos/as: Cómo te ha ido el día.