Hoy se cumplen dos años desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró oficialmente la pandemia, el 11 de marzo de 2020. Las vacunas, por fortuna, han cambiado por completo la situación, pero ¿qué sabemos de esos síntomas que persisten durante meses una vez superada la infección? ¿Qué sabemos a día de hoy del COVID persistente?

Sin duda es todavía uno de los grandes desconocidos. Falta todavía mucha más investigación. En España, se calcula que alrededor de un 10% de los pacientes que han superado la infección por SARS-CoV-2 tienen COVID persistente.

Ha pasado todavía poco tiempo para poder valorar con exactitud estas secuelas o consecuencias. De hecho, no fue hasta el pasado mes de diciembre cuando la OMS publicó un documento de consenso (en la revista científica The Lancet Infectious Diseases) sobre la definición del llamado COVID persistente o long COVID, también síndrome poscovid (PACS, por sus siglas en inglés). En el último año, se ha hecho, sin duda, un gran esfuerzo por unificar esta entidad.

Esta definición oficial, de la OMS, -en la que también han participado investigadores españoles- es la siguiente: conjunto de síntomas, en pacientes con antecedente de infección COVID, que aparecen en los primeros 3 meses desde la infección y que duran al menos 2 meses. Y que no se deben a otra causa.

Es decir, "hay pacientes que han cogido el COVID-19 y persisten con síntomas que tuvieron durante la infección o bien, pacientes que tras padecer COVID - incluso los que lo pasaron de forma muy leve- que comienzan a padecer síntomas en los primeros meses de haberse contagiado", explica a laSexta.com la Dra. Estíbaliz Arrieta Ortubay, especialista en medicina interna y coordinadora de la Unidad postCOVID del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid. En ambos casos, es importante señalar que los síntomas nuevos, no pueden explicarse por ninguna otra causa que no sea haber padecido la infección. Por haber tenido COVID.

"Ha habido mucho ruido con la definición", cuenta Arrieta. Y es que al fin y al cabo estamos aún en un escenario muy nuevo, llevamos sólo dos años conviviendo con el SARS-CoV-2 y queda todavía mucho por estudiar y por investigar. Especialmente, en las secuelas o consecuencias que puede tener el virus en determinadas personas.

El ponerle nombre a esta situación es importante para poder investigar mejor el cuadro clínico y llegar así a mejores diagnósticos y tratamientos. Esta semana el Ministerio de Sanidad ha anunciado el inicio de una investigación para el tratamiento y síntomas del COVID persistente, por parte del Instituto de Salud Carlos III.

Los síntomas más frecuentes del COVID persistente

El COVID persistente engloba una serie de síntomas muy diversos. Los que más se presentan son: astenia, fatiga (cansancio excesivo), disnea o falta de aire, palpitaciones, dolor de cabeza y sensación de quejas de pérdida de memoria y olvidos frecuentes. También dolores articulares", explica la doctora Arrieta.

Las unidades de COVID persistente -explica- "son unidades multidisciplinares (compuesta por varios especialistas) que llevan a cabo, además de una labor de investigación muy importante, un abordaje integral del paciente".

Los síntomas más frecuente del covid persistente son astenia, fatiga (cansancio excesivo), disnea o falta de aire, palpitaciones, dolor de cabeza y sensación de quejas de pérdida de memoria y olvidos frecuente y dolores articulares

Dra. Elisabet Arrieta, medicina interna

"Lo más importante es descartar que esos síntomas no sean por otra causa, por lo que hacemos las pruebas pertinentes y hacemos un seguimiento al paciente que en función de los síntomas se derivará a un especialista u otro (cardiólogo, neurólogo…). El tratamiento que hacemos ahora es síntomático, es decir, tratamos el síntoma o los síntomas que tenga paciente", explica.

No obstante -añade esta facultativa del 12 de Octubre- "el mensaje tiene que ser optimista: en estos 2 años, es cierto que hay pacientes que están muy limitados por el cuadro -y estamos intentando seguir mejorando- pero muchos de ellos han ido mejorando, incluso hemos podido dar de alta a muchos pacientes".

"Vemos que los cuadros, poco a poco, se van resolviendo. Incluso, en pacientes que han tenido una neumonía grave, vemos -por pruebas diagnósticas, tales como la radiografías- que las neumonías se resuelven y los parámetros de las analíticas se normalizan. El objetivo es seguir investigando y ofrecerles un buen seguimiento a estos pacientes", asegura.

Atender a todas las situaciones clínicas

Además de esta definición oficial de la OMS, otros investigadores como el Grupo Colaborativo Multidisciplinario para el Seguimiento Científico del COVID-19 (en colaboración con el Colegio de Médicos de Barcelona o ISGlobal), han querido abordar los diferentes escenarios de esta situación y en junio de 2021 publicaron uninformesobre el síndrome de COVID postagudo (PACS, por sus siglas en ingles).

De acuerdo con las publicaciones revisadas hasta la fecha, estimaban que "hasta un 15% de los pacientes con COVID-19 podían presentar sintomatología prolongada semanas o incluso meses después de la infección inicial". Así, tal como explica la Dra. Gema Lledó, del Servicio de Medicina Interna y del Servicio de Enfermedades autoinmunes del Hospital Clínic de Barcelonay co-autora de este informe, dentro de este síndrome hay dos escenarios clínicos diferentes, aunque no necesariamente excluyentes, que merece la pena diferenciar.

El primero sería el COVID prolongado. "Nos gusta más esta traducción en lugar de COVID persistente porque implica la posibilidad de mejora, como de hecho ocurre en algunos pacientes, connotación no implícita si contemplamos el adjetivo de persistente", afirma la experta. Esta situación contempla "la prolongación de síntomas más allá de 4 semanas desde el diagnóstico de la infección (pudiendo estar presentes al comienzo de la infección o bien aparecer tras la resolución de la fase aguda de infección en el caso de pacientes asintomáticos) y que no son resultado de un daño orgánico aparente e irreversible", explica.

El segundo escenario sería la de secuela, esto es, "situación clínica donde los síntomas que comenta el paciente son consecuencia de un daño orgánico irreversible constatado por pruebas diagnósticas y que persiste tras 12 semanas desde la infección en base a distintos grados de disfunción ", explica la doctora.

En cualquier caso, "es importante hacer un seguimiento de los pacientes y no subestimar los síntomas, porque aún nos queda mucho por conocer sobre esta entidad y por qué ocurre en algunos pacientes y no en otros, teniendo en cuenta que además la gravedad del COVID no es la única razón que justifique la prolongación de síntomas, como así ha quedado patente en los diferentes pacientes que valoramos de forma habitual en la consulta", afirma esta doctora.

Existen además programas de rehabilitación física y de rehabilitación cognitiva (enfocada en problemas de memoria, atención, concentración, etc.) adaptados a este tipo de pacientes, incluso centros dedicados a ello de forma dirigida.

Además, como comenta esta investigadora, "es tan importante su aplicación que ha habido consensos publicados desde organismos internacionales en defensa de esta estrategia, desde la OMS hasta sociedades de fisioterapia y rehabilitación con consejos de seguimiento y tratamiento para pacientes que han pasado esta infección, independientemente de su gravedad".

Las vacunas mejoran el COVID persistente

Las vacunas -aunque no eviten la infección- han salvado y salvan vidas, han disminuido hospitalizaciones y cuadros graves de COVID-19. También, mejoran los síntomas del COVID persistente.

"La vacuna puede mejorar los síntomas de las personas con COVID prolongado y ya hay estudios que constatan esta afirmación frente a personas no vacunadas con especial interés respecto a los síntomas más invalidantes como la fatiga, disnea o disfunción neurocognitiva", afirma la la doctora Lledó.

La vacuna puede mejorar los síntomas de las personas con COVID prolongado y ya hay estudios que constatan esta afirmación

Dra. Gema Lledó, investigadora

Un trabajo español publicado en junio de 2021 ya sostenía que la vacuna mejoraba los síntomas del COVID persistente. La encuesta ('sobre los efectos de la vacunación contra la COVID-19 en afectados por Long COVID o COVID persistente') elaborada por Sociedad Española de Medicina General y de Familia (SEMG) y el colectivo de afectados LONG COVID ACTS, mostró que "el 26 % de pacientes con COVID-19 persistente mejoran sus síntomas tras la vacunación".

Por otro lado, un estudio israelí, publicado a finales de noviembre, afirma además que el riesgo de padecer síntomas prolongados se reducían con la vacuna. Para ello, analizaron especialmente los síntomas más comunes como la fatiga, el dolor de cabeza, la debilidad y el dolor muscular persistente. Los resultados mostraron cómo el riesgo de padecer estos síntomas, con la pauta completa de la vacuna, era de un 64% menor para la fatiga; un 54% menor para el dolor de cabeza; un 57% menor para la debilidad y de un 68% menor para el dolor muscular.

Igualmente, otro trabajo anterior -al que refiere la doctora Lledó- publicado en septiembre de 2021 en la revista The Lancet mostraba también una diferencia -entre vacunados y no vacunados- de en torno al 50%. Es decir, las personas vacunadas reducían a la mitad el riesgo de tener un covid persistente.

Sin duda, como hemos dicho al comienzo, las vacunas han supuesto un punto de inflexión evidente, "y además necesario en la supervivencia, como ha quedado patente en las últimas olas de la pandemia tanto en la tasa de hospitalización como en la tasa de ingreso en unidades de cuidados intensivos", concluye Lledó.