El interés de un sarao suele estar en el escenario y en las primeras filas, ésas que siempre se reservan para los que los que importan, los que mandan, o simplemente aquellos con los que quieres quedar bien aunque quizá detestes. Los del front row se llamaban hoy Mariano Rajoy, Isabel Díaz Ayuso, los ex presidentes de Castilla y León Juan Vicente Herrera, Jesús Posada y Juan José Lucas, Cuca Gamarra, Ana Pastor, Santiago Abascal y Javier Maroto. Juntos como hermanos dispuestos a arropar al que hoy cantaba, llamado Alfonso Fernández-Mañueco.

Un señor que ha jurado su cargo como presidente de la Junta de Castilla y León que va a necesitar mucho y muchas veces el ángel de la guarda que sacó de su bolsillo y que le han regalado su mujer y sus hijas. Ojalá me equivoque.

Fernández -Mañueco se emocionó al hablar de ellas. Pidió perdón por "el lapsus". Enfocaron a la grada y pensé en lo muchísimo que desearía saber la opinión de esas dos hijas acerca del partido que acompañará a su padre en esta fascinante aventura que hoy comienza. Y es en ese gallinero, en el que me pareció ver también al Padre Ángel, donde estaba el interés de la que escribe. Porque la media hora que duró el asunto ya saben. Buenas intenciones, buenos deseos. Pellizcos los justos.

El recién estrenado presidente hizo un discurso como los partidos del Atlético de Madrid. Noventa minutos de plomo y si acaso un gol. Está dispuesto a poner su comunidad de moda y quiere eliminar ese estereotipo de conservadores que cargan. Desde aquí le digo que podría haber puesto otro, a juzgar por las últimas elecciones y las de las convocatorias anteriores.

Quiere una región "activa" en el que "nuestras mujeres avancen", "nuestros jóvenes" también y por supuesto se reconozca a "nuestros mayores". Maldito sea el día que algún asesor decidió que ese pronombre humanizaba los discursos.

Va a ser leal con el Gobierno de España, respeta mucho la Constitución y al rey y no puede dejar de pensar en otra cosa que en el bienestar de todos y cada uno de los ciudadanos. La noticia, claro, sería que dijera lo contrario. Dio las gracias "al partido VOX" y también dijo que la suya es una tierra de acogida para todos, hayan nacido dentro o fuera de nuestras fronteras.

Fueron todo ganas de agradar, teniendo en cuenta, además, que su discurso no traería consigo ronda de preguntas. Así que el Fernández-Mañueco condescendiente que responde a una pregunta de una periodista sobre "inmigración ordenada" con un "se lo voy a explicar" hoy se ha quedado en casa.

También fue colchonero el discurso previo de la ministra de Educación y Formación Profesional Pilar Alegría, que representó al gobierno español en esa toma de posesión. No era un formato en el que ponerse a lanzar dardos. Todo alabanzas a la constitución, al autogobierno, a la autonomía como mejor sistema para gestionar, a la historia de España y a Europa como paraguas que nos acoge, también a la "plena igualdad para las mujeres". Todo penurias al arranque de siglo que hemos tenido, con la pandemia y la invasión de Ucrania como protagonistas.

En ningún momento me ha parecido que la cámara enfocaba al nuevo vicepresidente de la Junta de Castilla y León. Pero ya he dicho que mi interés estaba en el gallinero. Desde mañana, en el sentido más literal y literario del término, caras (y caretas) fuera.