Mientras el pescadero limpiaba de espinas un cogote de merluza y me lo convertía en dos lomos, se puso a tararear una canción de Manolo Escobar. Su compañero se burló de semejante viaje en el tiempo, a lo que él respondió: "También me gustan Los Chichos y Los Chunguitos. Lo de mi época sí que era música, no como la de ahora".

Me gusta mucho la rotundidad con la que se expresan siempre este tipo de personas, fábricas de sentencias que aseguran, como si la ciencia en su conjunto les diera la razón, que lo que vivieron ellos fue lo bueno y a partir de ahí todo fue a peor. Para ellos la vida actual no es más que algo cutre y ratonero. La música pero también el cine, la política y hasta las recetas de cogote de merluza.

Lo de Alberto Núñez Feijóo es casi peor. Porque no es rotundidad, sino desidia. Como si La Moncloa le diera una profunda pereza. Con la de melones que tiene que abrir y que derogar, la de plancha que le espera. Es un hombre que cree que en su época las cosas funcionaban con sentido común, que es un concepto impreciso porque cada uno de nosotros lo interpretamos a nuestro antojo.

La igualdad en un cajoncito, porque ya sabemos que las mujeres somos mucho mejores que ellos y cómo vamos a ser machistas si tenemos madres, hijas y vecinas y el 8M está ideologizado y encima ahí empezó el coronavirus, no en Wuhan. La memoria democrática tal y como estaba porque muertos hubo en los dos bandos y en ambos se cometieron atrocidades. Además, en Cuelgamuros se reza y eso no le hace daño a nadie. A las personas trans hay que aceptarlas, claro, pero que no hagan ruido, que molestan. La cultura es importante porque un libro al año no hace daño.

El líder del PP es sutil. No chilla ni hace ruido. De vez en cuando confunde cosas porque a quién no le ha pasado alguna vez en la vida. De vez en cuando sube el tono pero enseguida viene una compañera de partido a pasarse por él todas las pantallas. Y de vez en cuando, como en laentrevista que ha mantenido con Carlos Alsinaen Onda Cero, tiene que mojarse. Y decir lo que va a hacer si gana las elecciones. Y ha sido entonces cuando se le han visto las costuras. Su conservadurismo en estado puro. Dejar las cosas como estaban porque para eso están las tradiciones, para mantenerlas. "No estamos para esto", dice.

Se equivoca el líder del PP si cree que sus millones de votantes se han quedado tan anclados como él en el pasado. Que siguen pensando lo mismo que hace años, como si ninguno de ellos hubiera sufrido la desigualdad, el machismo. Si no han tenido o tienen cerca una víctima de violencia machista o un agresor. Si no se avergüenzan de comportamientos y silencios de entonces que no están dispuestos a cometer ahora. Si todo eso no les ha sacudido los prejuicios y los principios que creían inamovibles.

Si después de ver morir a un familiar tras una larga agonía no han pensado que todo ese tiempo y esos dolores sobran. Si no creen que el aumento de las agresiones sexuales en grupo merece algo más que una pensada, que hay que abordarlo en las casas y en las aulas y en las políticas públicas. Si un país en el que se denuncia una violación cada tres horas y lleva 1.205 crímenes machistas en veinte años no precisa de un ministerio que articule leyes que protejan a las víctimas, que son ellas y también sus hijos.

Que nos recuerde que el feminismo nos hace mejores. Ése que ya existía en la época en la que parece haberse quedado a vivir el, según las encuestas, próximo inquilino de La Moncloa.