Me gustan las manifestaciones porque los lemas son siempre genéricos y libres de interpretaciones. Y a poquito que una se ponga encuentra un motivo para acudir. ¿Igualdad de salarios en los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado? Por supuesto. ¿No a la guerra? También. ¿Críticas al gobierno? Dígame dónde hay que firmar. ¿Defensa de la vida? Como si hubiera gente que defiende la muerte. ¿Matrimonio igualitario y fin de la violencia machista? Ya me dirás el día y la hora.
El domingo algunas de las principales calles de Madrid se llenaron de tractores, bueyes, señoritos muy bien peinados reivindicando la ya denostada gomina a lomos de un caballo. Personas que defienden el campo, la tauromaquia, el chuletón, el olivar y, ya puestos, a la patria en cuyas carreteras aún resiste el toro de Osborne. Personas que denostan a la clase política, a los intermediarios que encarecen lo que trabajan con sus manos y denuncian las pérdidas del sector y la invisibilización de una España que no sale en el telediario.
Los periodistas y curiosos acudimos a estas cosas con cierta intensidad, más o menos lo que tarda en apagarse una varilla de incienso. Es un público urbanita que echa la mañana en el paseo de la Castellana y que esta vez apoya al campo como lo haría con la última etapa de la Vuelta Ciclista, una visita del Papa o cualquiera de las múltiples cabalgatas reivindicativas que acoge la capital.
Por cada pancarta, una causa. "Por lo que lucharon nuestros antepasados no lo pierdan nuestros hijos. Sin campo no hay vida". "SOS ganadería". "El campo se muere y tiene asesinos". "Sin ganadería ni agricultura comeréis basura" #mujerrural #lobosNO #elmonteNoesunzoo #huelgageneralsintardar "Sánchez, Barbón, os habéis cargado la leche y el chuletón".
Las televisiones nos regalaron imágenes de señoras estupendas, muy señoreadas, afeando al periodista que dudara de sus nobles intenciones. "Vengo a decirles que les apoyo, ¡claro que sí!", gritan al micrófono. "¡Estoy con ellos!", chilla otra. Pagaría por espiar luego qué compran estas señoras y dónde, aun a riesgo de que algún amable lector me acuse de izquierda caviar o izquierda quinoa, un hallazgo del politólogo Lluis Orriols.
Los políticos acuden a estos encuentros para hacerse la foto y disfrazados para la ocasión. Sacan del armario la ropa de tonos tierra, quizá alguna gorrilla de tweed, algún que otro barbour y ciertos detalles que revelen a qué partido pertenecen entre tanto uniforme de los asistentes.
Este domingo Francisco Igea se colocó el corazón tripartito de Ciudadanos con las banderas catalana, europea y española a la altura del suyo. Rocío Monasterio superó todas mis expectativas y ejerció de Lady Halcón, impecable con uno customizado de Vox y la tez con exceso de autobronceador. Ha habido crítica y mofa por el estilismo escogido para la ocasión. A mí me parece que el partido de las dos tallas menos de ropa consigue siempre lo que quiere -la foto- y así no hablamos de otras cosas.
Como de la abismal diferencia que hay entre el precio de lo que sale del campo y lo que pagamos en el supermercado. O del incumplimiento de la Ley de la Cadena Alimentaria que obliga al operador a pagar precio igual o superior al coste de producción. Ésa contra la que votaron Partido Popular y Vox.
Pero que no dude nadie de que defendemos el campo.
A ver de qué nos disfrazamos el domingo que viene.