La sobremesa es una hora malísima para cualquier cosa excepto la siesta. Y a Mariano Rajoy se le notó tanto que le molestaba comparecer a esa hora que alternó su pasotismo habitual con un festival de gestos. Fueron dos horas y media de comisión Kitchen en las que arqueó las cejas, abrió mucho los ojos, hizo mohínes con la boca y movió mucho las manos. Unas manos blanquísimas y velludas a las que una, siempre pendiente de las variaciones de castaño de su melena, nunca había prestado atención.
Fue un Rajoy a veces despistao, a veces entregao (al sarcasmo, al mireustéquemelasopla), guasón. "Yo creo que se lo ha pasado bien", me confesó por privado uno de los portavoces con los que dialogó (es un decir). Lo dudó todo y lo negó casi todo. Hasta la existencia de una caja B en el PP.
Porque el expresidente tiró de oficio. Del actual, que el del que ve los toros desde la barrera y se permite dar lecciones al torero sobre dónde colocarse. Se jactó de saber mucho pero con un tono de chulapo madrileño: sobre presunción de inocencia, que recalcó en varias ocasiones, sobre división de poderes. "Los que sabemos algo de democracia", recalcó. Y citó tres veces su libro. La vida con Rajoy puede ser (a ratos) maravillosa.
La diputada de su todavía partido, Cuca Gamarra, parecía molesta con su papelón. Es una mujer que siempre parece nerviosa, tensa, incómoda en su papel y que se traba con los papeles. Se encargó de recordar a los presentes lo mal que le parecía tener que dedicarle la tarde a esa comisión. "Un juicio sumarísimo", "estamos perdiendo el tiempo", "no entiendo bien para qué sirve", dijo. Citó los ERE de Andalucía y habló de narcodictaduras porque si no no sería una intervención del PP. Rajoy asintió cuando terminó de hablar, claro.
Macarena Olona es la pasivoagresividad en persona, pero a Rajoy todo le da igual a estas alturas de la vida. Las cámaras le enfocaban mientras la diputada de Vox leía a una velocidad pasmosa, llena de lenguaje juridiquísimo y profesional aunque luego se le escapen atentados como "en base a", diga de sí misma "este portavoz" y quiera comparar a dos de nuestras villanas y grandes de España que son María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría. Portavoz, no insista, nos gustan las dos y así las tendremos en nuestra memoria.
El expresidente la miraba, a veces con ternura y otras veces perplejo. "Le voy a dar una idea que creo que es buena", le dijo a la portavoz de Vox. Ésta alternaba la educación exquisita con la exasperación.
Según pasaba la tarde y la modorra desaparecía en la sala, Rajoy fue entrando en su salsa. "La echo de menos", confesó a la diputada de Unidas Podemos Sofía Castañón, con la que mantuvo momentos entrañables. Ella citando la serie 'Venga, Juan' de Diego San José. "Por ahí hay audios, hay muchas cosas", respondía él. Luego entraron en un sainete regional sobre la galleguidad y la asturianidad (el expresidente aparece citado en los papeles -supuestamente- como el asturiano) y resulta que Castañón es del Principado. "De mí se dicen tantas cosas que podrían llamarme el chino", afirmó. Ahí me tuve que poner en pie porque me quedé sin siesta, pero me eché unas risas.
Con Gabriel Rufián me pasa que cuando se pone muy serio me lo creo menos. Aún estando de acuerdo con el contexto, el sitio de la comparecencia y el asunto, la tarde avanzaba y Rajoy estaba dispuesto a sacarlos de quicio a todos. Así que podría haberse quitado la pompa y entrar en su terreno. Pero no. Prefirió citar varias veces 'El hormiguero' y recordar al expresidente que eso no era Antena 3 y él -Rufián- no era Pablo Motos. Le afeó la "claca" (yo creía que se decía cla) que lo acompañaba y llegó a preguntarle si acaso ha sido presidente del Gobierno. Rajoy juntó las manitas, se acercó al micrófono y respondió: "Es una pregunta muy inteligente".
"Si no van a creerme, ¿a qué me traen aquí?", apuntó cuando la comparecencia tocaba casi a su fin. Que alguien le pregunte a Diego San José para cuándo la cuarta temporada.