Los familiares de los 7291 ancianos fallecidos en las residencias sin tratamiento médico, cuidados paliativos y sufriendo un triaje político tienen argumentos morales suficientes y razones de peso para no dejar vivir en paz a Isabel Díaz Ayuso ni en su ámbito privado. Pero no. No lo harán. Nadie merece que le acosen en su propia casa durante siete meses y los familiares de los fallecidos en las residencias son personas honestas e íntegras que solo buscan justicia y no se vengarán por sus medios. Condenar ese tipo de actitudes es lo que nos aleja de la barbarie y nos garantiza vivir en paz sin matarnos unos a otros y sin establecer la violencia política como norma. La norma de civismo básico y de respeto a las reglas democráticas y de convivencia mínimas exigen que todos defendamos que la vida privada y la vivienda de nuestros dirigentes políticos sea un espacio libre al margen de la confrontación. Pero eso no se respetó con Pablo Iglesias e Irene Montero y lo ha validado una jueza que está a salvo de vivir una situación ni siquiera parecida.

El golpe togado blando en el que lleva inmerso la justicia desde que Pedro Sánchez tomó el poder lanzó un nuevo mensaje disciplinante esta semana al absolver al hombre que estuvo siete meses apostado frente a la casa de Pablo Iglesias, Irene Montero y sus tres hijos. Es una advertencia clara, no tendrás defensa ni protección si perteneces al adversario declarado por la judicatura. La izquierda vuelve a tener que tragar y seguir adelante sin responder en los mismos términos de agravio. Una vez más ejerciendo la responsabilidad política unilateral y la superioridad moral y democrática.

Es preceptivo recordar que Isabel Díaz Ayuso difundió una imagen de la vivienda de Pablo Iglesias e Irene Montero para, con la excusa de denunciar el acoso a su vivienda, promoverlo. Todos nos conocemos, nadie difundiría una imagen de la vivienda de un adversario político si la intención es denunciar el acoso y más conociendo las claves con las que se maneja el asesor áulico de IDA. Todos sabemos lo que ocurriría si alguien publica la imagen del ático de Isabel Díaz Ayuso con un mensaje que diga que es inaceptable que nadie vaya a acosar a la presidenta a su domicilio. Pero en este país desde la pandemia hemos tolerado comportamientos mafiosos por parte de la derecha política y sus acólitos mediáticos con un estoicismo militante. Si no ha habido una escalada de violencia política de una magnitud difícilmente imaginable ha sido porque la izquierda ha soportado con paciencia el acoso sin responder de la misma manera y manteniendo la paz social.

Los periodistas de medios progresistas conocen la dirección de la vivienda de Isabel Díaz Ayuso por las informaciones que han tenido que trabajar sobre los delitos fiscales de su pareja y no ha habido ninguna filtración ni se conoce que nadie haya acudido a la vivienda de la presidenta a molestar ni acosarla. No ocurrirá. Esa información está a salvo en esas manos, pero todos sabemos lo que pasó cuando la información sobre la vivienda de Iglesias acabó en manos de periodistas reaccionarios. No ha habido manifestaciones a la puerta de la casa de la lideresa porque la izquierda tiene una concepción moral superior a la de la derecha que sí considera que cualquier actuación es válida contra el adversario.

¿Qué dirían los que justifican el acoso en la vivienda de Pablo Iglesias e Irene Montero por declaraciones pasadas si hicieran lo mismo con Isabel Díaz Ayuso en la calle madrileña donde disfruta de su ático con su pareja? Todos lo sabemos. No solo se quedaría en declaraciones y denuncias, sino que la policía acudiría rauda a proteger la vivienda de la presidenta, como es normal, e impediría que cualquier persona se apostara, no ya durante siete meses, sino una simple hora, frente a la vivienda de Ayuso. Todo aquel que hubiera participado, estando simplemente presente, habría acabado multado y condenado por el primer juez que recibiera la denuncia. Eso es lo que debería pasar, por eso lo anómalo es que eso no ocurriera con el vicepresidente del Gobierno y una ministra de la nación.

No existe la polarización política. Existe la violencia política por parte de una reacción que no tolera la pérdida de poder y una izquierda responsable y, en ocasiones inocente, que ha soportado el peso de la democracia y la paz en las calles en sus hombros. Este país no habría soportado de manera pacífica que la izquierda hubiera respondido a las estrategias de acoso y violencia que la derecha ha ejercido sobre sus líderes con las mismas armas. Es de recibo reconocer a los líderes de Podemos que fueran responsables en aquellos momentos de tensión y no usaran el poder omnímodo que tienen sobre buena parte de su militancia para responder del mismo modo al acoso que sufrieron. La izquierda somos mejores, y en ese periplo de acoso y respuesta tanto Pablo Iglesias como Irene Montero han sido mejores que sus enemigos.