Es fascinante lo que ocurre en el PSOE de Madrid. Han asumido su derrota como una catástrofe natural, como el dinosaurio que mira el meteorito que viene a extinguirlo o el resignado que acude a la playa a ver cómo el tsunami lo arrasa. Ángel Gabilondo es un hombre mesurado, moderado, alejado de los mensajes extremistas y del discurso de confrontación que es norma estos días. Pero se pueden hacer cosas muy hondas con la voz baja. Hágase visible, muéstrese, tome iniciativas. Aparezca. Se debe a sus votantes, apaleados y desamparados con su inacción, mientras Ayuso es protagonista cada día por su combate con el gobierno con los madrileños como rehenes.
En plena ofensiva cultural, publicitaria, política y casi suicida de Isabel Díaz Ayuso nadie sabe dónde está Ángel Gabilondo. La broma de su oposición, o su oposición de broma, en este caso funciona la conmutativa, ya ha dejado de hacer gracia. Da la impresión de que Gabilondo pretende convencer a Ciudadanos para que le otorgue la presidencia sin hacer ruido, sin hacer nada, por su buen hacer filosófico, y sin conocer cuál es la verdadera esencia del partido naranja.
'¿Dónde está el líder de la oposición cuando Isabel Díaz Ayuso pone en peligro a sus ciudadanos?'
Es frustrante asistir a un ejercicio de insivilibidad como el que Ángel Gabilondo está realizando estos meses. Imitando su vacuidad de campaña. Perder la comunidad con una candidata como Isabel Díaz Ayuso tendría que haber sido motivo más que suficiente para retirarse a sus libros. Hay gente que no sirve para la política, Ángel Gabilondo y su equipo han demostrado ser inocuos e inválidos. El electorado de izquierdas en Madrid necesita gente que les defienda, que al menos les cuide. ¿Dónde está el líder de la oposición cuando Isabel Díaz Ayuso pone en peligro a sus ciudadanos? Es necesario un líder de la oposición firme y convincente que cuide a los madrileños de este desamparo. Y Gabilondo no puede serlo, ojalá lo fuera, pero ha desistido. Ha preferido no hacer nada y pasar desapercibido sin atender a sus obligaciones.
El hombre tranquilo es ahora invisible, incorpóreo, imperceptible, insoportable. El líder del PSOE no es consciente de cuál es su papel, no le gusta hacer política y ha renunciado a ser un servidor de sus votantes por incomparecencia. Podría haber sido un buen presidente de la Comunidad de Madrid, pero para ser líder de la oposición del gobierno más agresivo ideológicamente desde Esperanza Aguirre hace falta un colmillo que tiene afeitado. Es un manso. Y no está la política madrileña para que el líder de la oposición esté desaparecido y no sea capaz de marcar el paso a la presidenta con peor nivel intelectual que jamás hemos conocido.
Ángel Gabilondo es un hombre de la academia. De buen tono, palabras amables, honesto e íntegro. Pero eso no está reñido con el combate político y no parece dispuesto a darlo. No se siente cómodo en el barro y ojalá no lo hubiera, pero el terreno está embarrado, con material de derribo y cocodrilos. A veces el lugar donde se dirime la contienda no es el que deseamos, y si Gabilondo no quiere o no está preparado para dar batalla es mejor que deje paso a alguien que esté en condiciones y con las ganas suficientes para remangarse, ensuciarse y no rehuir su obligación.