Las caras de Ayuso son la muestra más palpable de su nerviosismo. Lady Quirón nunca ha conseguido ocultar sus emociones y ese ha sido siempre su punto débil. Se le notan las costuras, siempre se ve de manera evidente por dónde le sangran las heridas y enseña a los adversarios cuáles son sus flaquezas. No soporta que se deje en evidencia que su familia se ha aprovechado de su posición igual que ella se aprovechó para trepar. Su relato de la meritocracia y el esfuerzo queda desnudo cuando se analiza la manera en la que todo su entorno y ella misma se ha enriquecido por el simple hecho de tener carné del PP de Madrid. Cuando se la ve desencajada, con la mirada perdida, es que Ayuso está incómoda. Es fácil seguir la línea de puntos para seguir apuntando a sus carencias hasta tumbarla.
La pataleta de Ayuso con el pinganillo y negando el saludo a Mónica García tenían un objetivo claro. Enseñarnos la muleta para que entráramos y no miráramos a la verdadera noticia relacionada con Ayuso que ha salido hoy. La jueza que investiga a Alberto González Amador, el novio del ático, ha citado como investigada a la esposa del directivo de Quirón Fernando Camino, la dueña de la empresa que la pareja de Ayuso compró por 500.000 euros. La investigación viene motivada por los indicios de que esa compra escondía una comisión oculta ya que era una empresa de cosmética, sin actividad ni patrimonio, y que no tenía ninguna relación con la actividad empresarial de Alberto González Amador. El novio compró por 500.000 euros una empresa que solo tenía como patrimonio un portátil y una maquina de estética. Esto es lo relevante, y es por esto que Ayuso actuó como una niña consentida cuando salió de la Conferencia de Presidentes en protesta por no querer usar un pinganillo cuando el lehendakari comenzó a hablar en euskera. No miren a su oreja, miren al ático.
La estrategia de despiste de Ayuso comenzó en su encontronazo con Mónica García, ministra de Sanidad, negándole el saludo y acusándola de haberle llamado asesina. Algo que nunca ha ocurrido. Pero es normal que la conciencia le haga sentirse así después de haber dejado morir sin asistencia hospitalaria ni cuidados paliativos a 7291 ancianos por unos protocolos dictados por su administración. Las familias no sé si piensan que Ayuso es una asesina, pero parece que con sus actos, desplantes y actitud algo en su interior sabe que ella es responsable del sufrimiento y la muerte sin atención médica de tantas personas vulnerables.
Ayuso no tiene piedad con sus adversarios. Para eso ficha a personajes sin escrúpulos como Miguel Ángel Rodríguez para que a los periodistas nos amenace con despedazarnos, por eso utiliza Telemadrid para colocar a sus amigos y propagandistas por 7.000 euros al mes mientras despide a los que no le sirven, por eso ficha a un excapitán de la UCO que usaba a los confidentes para que colocaran a su familia y les ayudaba pasándoles datos confidenciales de las bases de datos de la Guardia Civil. A Ayuso y su gente le sirve cualquier cosa para amedrentar, subyugar y hostigar a sus enemigos. Hasta se atreve a llamar canalla al único consejero con dignidad que ha tenido en su organigrama por denunciar que era propio de miserables dejar morirse como alimañas a los padres, madres y abuelos de miles de madrileños. No tengan piedad con ella. Si la ven la cara desencajada como hoy es que están haciendo las cosas bien.