El nombre para una persona trans forma parte de la concreción de su identidad. El final del camino de una transición y un lugar seguro desde donde desarrollar toda su vida en paz, con tranquilidad e igualdad. El nombre es importante para quien no siente que su identidad se adapte a su biología, por eso el nombre elegido es todo lo que cualquier persona decente tiene que respetar cuando se dirige a una persona trans. Por eso el nombre es aquello que el odio y la intolerancia eligen para acosar y hacer bullying. Hacer bromas con el nombre de las personas trans es parte fundamental del acoso hacia el colectivo porque es negarles su identidad y recordarles el proceso que tuvieron que pasar hasta lograr su plena identidad.
Isabel Díaz Ayuso se convirtió esta semana en una acosadora indigna más, pero con la gravedad de ser la responsable institucional que tiene que proteger a toda esa adolescencia trans que sufre en sus centros educativos el acoso de la burla que se hace cuando se le cambia el nombre para humillarla. "Tendremos a Enriqueta López o a Enriqueta Ossorio", dijo Ayuso, la bully jefa, al ser preguntada sobre la ley de paridad haciendo una burla sobre el proceso de cambio de nombre recogido en la ley trans. No pasa nada, es solo transfobia. Hay vía libre para ese odio.
El acoso en el colectivo trans alcanza cotas de pandemia y es de especial incidencia en los centros educativos, donde la vulnerabilidad es aún mayor. Un 60% de las personas trans de entre 16 y 24 han sido víctimas de transfobia en algún momento. "Las burlas y el acoso comenzaron a los siete u ocho años en el caso de Jorge. Es un chico transexual de 14 años víctima de acoso que por aquellos entonces era tachado por sus agresores como una niña 'masculina'. Era objeto de constantes burlas y mofas. De cánticos y comentarios denigrantes que le marcaban en clase como 'lesbiana'". Este ejemplo es uno de los casos que se contaba en eldiario.es y que denunciaba el bullying en las aulas. "¿Cómo es que te llamas Alan si tienes tetas?", le decían sus compañeros mientras le levantaban la camiseta. Alan acabó suicidándose con 17 años, incapaz de soportar el acoso constante al que le sometían sus compañeros de clase. Ahora es Isabel Díaz Ayuso la que promueve estas burlas desde la presidencia de la comunidad de Madrid.
Mientras me documentaba para la escritura de Los Rotos hablé con personal docente para que me explicara problemas cotidianos a los que se enfrentaba el colectivo trans en los institutos. La importancia de lo material que es el nombre en el DNI asomó de manera natural. Un docente me explicaba un caso que recogí en el libro: "No es difícil comprender que tan material es tener un salario digno como tu nombre en el DNI, tan sencillo como que sin la conformación legal de tu identidad no eres un sujeto político. Un menor trans conoció de manera cruda cuánto de material puede ser no tener su nombre en el DNI (donde solo figura su deadname) al no atreverse a ir a un instituto fuera de su círculo de confianza educativo para hacer un examen de FP. Su miedo y su vergüenza a tener que dar explicaciones sobre esa distorsión entre el nombre de la documentación y su aspecto le privaron de la oportunidad de prosperar, de estudiar para labrarse un futuro más cierto y acorde a sus expectativas".
Un lugar donde le llamaban por su nombre elegido era su espacio seguro. No quería salir allí donde le llamaran por su nombre muerto, un sitio donde tuviera que escuchar que su identidad no se corresponde con el nombre que aparece en el DNI, un lugar donde hicieran bromas con su nombre, con su identidad, con su ser. Ahora ya no hay espacio seguro porque tiene que escuchar de boca de la presidenta de la Comunidad de Madrid una burla sobre con su nombre, con su elección, una validación constante al acoso que sufre emanado desde la máxima responsable educativa. La indecencia de Isabel Díaz Ayuso se comprendería de manera diáfana si al ser preguntada sobre la necesidad de la representación de personas racializadas en las instituciones hubiera bromeado con pintarse la cara de color negro, pero el colectivo trans se ha convertido en un objeto de odio naturalizado que puede ser puesto en la diana, objeto de burla y desconsideración sin que eso suponga la salida inmediata de la política, la persecución judicial y la censura social más absoluta. Un colectivo al que se puede odiar en libertad. Ayuso es un pozo negro de miseria en el que todavía no hemos alcanzado a ver el fondo de su indigencia mental.