Una pregunta a Isabel Díaz Ayuso en un corrillo fue el tema de debate ayer. La presidenta la eludió y contestó que no podía improvisar una respuesta a una cuestión simple relativa al recurso del gobierno sobre las trabas a la eutanasia en Madrid. Los comentarios al respecto de su reacción se planteaban si es que llevaba pinganillo de manera habitual mientras todos hablaban de ella. Sin embargo, este es otro éxito más de su campaña. En una escena de la película Brexit, el encargado de dirigir la campaña para la permanencia de la Unión Europea se queja de manera amarga con sus colaboradores por el hecho de que estén todo el tiempo desmintiendo los bulos y hablando de los temas que lanza Dominic Cummings, el estratega del Brexit, y de que así hablan siempre de la agenda que interesa a los que abogaban por el Brexit, no de la propia. En Madrid vivimos permanentemente en esa escena.
Llevamos diez días de mayo y hemos hablado de una jefa de protocolo que no ha dejado subir a Bolaños, de una no respuesta y de una ocurrencia suya en un mitin. Durante toda la semana el tema de política madrileña, y por elevación el nacional, es que Ayuso ha dicho en un púlpito que la "justicia social" es un invento de la izquierdaque busca enfrentar a ricos y pobres y fomenta la evidencia. Hemos perdido tiempo debatiendo sobre la ocurrencia, buscando si en su programa electoral aparece la palabra "justicia social", si el PP la defiende, si aparece en la Constitución o qué significa el concepto. Un triunfo incontestable de Isabel Díaz Ayuso, porque mientras habla de conceptuación política, algo que no importa a nadie, dejamos de hablar de que nos estamos quedando sin médico, no hablamos de las personas afectadas por el metro en San Fernando de Henares o de los encierros de familias en colegios porque tienen a sus hijos en barracones.
Ayuso es una ignorante integral. Ella lo sabe, sabe que su nivel es ínfimo y que no le da para una conversación compleja adulta. Su única fortaleza es recoger una emoción reaccionaria y ser el vehículo que representa ideas, actitudes y provocaciones. Es una magnífica reproductora del Zeitgeist facha y lo ejerce con devoción. Pero ella sabe que es ignorante, por eso se rodea de gente que no lo es mostrando que su falta de capacidad intelectual, de conocimientos culturales y políticos, no implica que no sea lo suficientemente lista para ocultar sus limitaciones y dejarse llevar por quien sabe.
¿Ella es la tonta? ¿O lo somos nosotros? Ella es consciente de sus limitaciones, de su incapacidad para armar un discurso coherente improvisado y de su nulo nivel cultural, político e histórico. Pero es que no todo el mundo puede saber de todo, y ella, sabedora de que su nivel no le deja hablar en campo abierto a preguntas relacionadas con la gestión o con conceptos políticos simples, ha decidido convertirse en un busto parlante que dice de manera robótica todo lo que Miguel Ángel Rodríguez y sus asesores le dicen que diga. Prefiere quedar en evidencia cuando no puede leer un papel y decir que no puede improvisar una respuesta a una pregunta antes que equivocarse y salirse del carril que le han marcado. Porque su objetivo lo tiene claro, el poder, y sabe que siendo el personaje que le han creado lo consigue. Se ciñe de manera absurda a un guion para que hablemos de los temas que le interesan sin dejar espacio para su improvisación. Y nosotros salimos a bailar ridículos al son de sus palabras. Hacemos lo que el PP de Madrid quiere, cuando quiere y cómo quiere. No tengo duda, los tontos somos nosotros.