Isabel Díaz Ayuso realizó una declaración en la Asamblea de un minuto que no incluía ningún dato falso ni manipulación y que se separaba del discurso de la extrema derecha. Por novedoso fue noticia. Por eso no hubo reparo alguno en expresar en la izquierda que lo que dijo fue totalmente cierto en respuesta al discurso racista de VOX contra la inmigración ilegal al asociarla con la delincuencia de las bandas. No lo hizo por convencimiento, porque si necesita a la extrema derecha para sacar adelante unos presupuestos y los posfascistas le vuelve a pedir poner a los menores no acompañados en la diana lo hará sin complejos. No es que tenga muchos escrúpulos, pero eso no implica que la declaración puntual vaya en la línea correcta. El problema es que en su delirio populista habitual no hay coherencia en sus palabras y no lo acompaña de hechos. No hay diferencia entre la relación con VOX que tiene Ayuso y una declaración puntual con el discurso que Pablo Casado tuvo en la moción de censura. Son retazos de derecha europea que rápido caen en el olvido. Pero Ayuso marca tendencia en el PP, todo lo que hace influye en Casado. Es su némesis.
Isabel Díaz Ayuso es la misma que solo un día antes declaró que su partido tiene que pactar con VOX en Castilla y León solo para llevar la contraria a la estrategia de Pablo Casado, que intentó en campaña evitar decir que pactarán con la extrema derecha. Ayuso puso en valor su política y reconoce lo que todos sabemos y la dirección en Génova no se atreve a explicitar. Si algo tiene la lideresa es que cuando habla de sus políticas y estrategias a los de su clase suele ser clara, expresa de manera diáfana sus intenciones y deja claro a los suyos que va a gobernar para ellos, por eso gusta a los suyos. No juega a ser la presidenta de todos los madrileños, es solo la presidenta de quien le ha votado y pertenece a una clase social determinada. Y sigue marcando el paso a Pablo Casado.
La relación de Ayuso con VOX suele ser el termómetro que marca la relación que quiere Pablo Casado para combatir a la extrema derecha en su espectro basada en la falsa premisa de que Isabel Díaz Ayuso y su discurso tapan a los posfascistas. Porque eso no ocurre. En Madrid el éxito de Ayuso se debió a la absorción íntegra de Ciudadanos y la infiltración en bolsas del PSOE, pero en ningún caso logró parar a VOX, que creció en apoyos. El error de diagnosis del éxito electoral de Ayuso ha llevado al PP a iniciar una serie de delirios políticos y discursivos que creen posible imitar la campaña madrileña en Castilla y León sin contar que la base electoral del votante es totalmente diferente y el contexto diametralmente opuesto. Porque Ayuso acompleja a Casado.
Teodoro García Egea y Génova han planteado la campaña electoral en Castilla y León como una mala copia de la que Miguel Ángel Rodríguez planteó en Madrid. Ayuso basó la campaña en contraposición a Pedro Sánchez después de meses confrontando contra el gobierno por la crisis de la pandemia y aprovechando el error de Moncloa de aceptar esa dinámica que finalizó con aquella reunión bilateral en la sede la Comunidad de Madrid con banderas y boato de representación de jefes de Estado. Con esos mimbres era fácil plantear la campaña en oposición al "sanchismo", más aún cuando Pablo Iglesias se presentó a las elecciones en Madrid y le dio hecho un lema: 'Comunismo o libertad'.
Ahora nos parece chusco, pero tenía un elemento concreto de contraposición en el líder de Unidas Podemos que daba credibilidad a las elecciones de Madrid como plebiscito contra el gobierno central en una de las regiones más derechizadas de España y con la pandemia y las medidas de restricción como elemento troncal de la elección de los ciudadanos. Todos los condicionantes favorecían la campaña de Ayuso y son irreproducibles en Castilla y León. No son exportables. Sin contar que los genios estrategas de Génova no han valorado la falta de carisma de Mañueco que, consciente de sus limitaciones, suplicaba a Génova que le dejara llevar a Ayuso a todos los mítines. La urgencia de Pablo Casado se le ve en la mirada y en los gestos, ha usado las elecciones en uno de sus feudos para reforzar su posición y las expectativas dicen que saldrá de ellas como un líder tocado al que se le pondrá en cuestión que sea el candidato en las generales. Casado quería con estas elecciones vencer a su rival interno en el partido y al externo en su espectro ideológico pero va camino de reforzar a ambos y seguir el camino de Albert Rivera. Ayuso puede enterrar a Pablo Casado en la tierra donde nació simplemente asistiendo al espectáculo.