Begoña Villacís tiene seis pisos en la Comunidad de Madrid, de los cuáles cuatro de ellos están en la ciudad de la que es vicealcaldesa. La responsable consistorial se vanagloriaba de que su administración no haría nada al respecto de aplicar las leyes para mitigar la subida de precios del alquiler que ahogan a los ciudadanos. Una declaración suya en 2021 lo especificaba de manera grosera: "Spoiler. Madrid no aplicará la Ley intervencionista del Gobierno. La seguridad jurídica que ofrecemos hará que sigamos siendo el refugio de la inversión extranjera. Seremos más competitivos todavía. Puig y Rufián: ¡Madrid hace dumping inmobiliario! Y nos dará exactamente igual". La aprobación de la ley de Vivienda en el Senado ha enfadado a Begoña Villacís que vio el negocio familiar en riesgo y calificó la norma como “ley basura”. Es sencillo comprender la beligerancia de la vicealcaldesa y, próxima comercial de Idealista tras el 28M, mirando a los intereses patrimoniales propios y de su familia. No hace más que defender su dinero.
El paso en política de Villacís ha sido fructífero en términos de patrimonio inmobiliario para Begoña Villacís. Comenzó en 2019 con un patrimonio en valor catastral de cuatro inmuebles por un total de 419.000 euros. En la actualidad, cuando los madrileños la echen del Ayuntamiento, tendrá un total de seis inmuebles por valor de 1.121.000 euros. Esto con un sueldo de 100.000 euros anuales y en solo tres años. No me digan que la política no es rentable. Los seis pisos en propiedad de Begoña Villacís y la inversión inmobiliaria para el alquiler como negocio le viene de familia. Su madre es 'Marisol Pisos'. Su nombre es Marisol Sánchez Alonso y ha gestionado junto a su hijo Ignacio Villacís Sánchez, hermano de Begoña, la inmobiliaria 'Inmocis' que está sita en Gaztambide 24. La empresa fue constituida en el año 1995 y gestionaba tanto el alquiler de pisos de su propiedad como inmuebles de otros propietarios por los que cobraba la comisión como agencia.
En ese pequeño despacho de Madrid se gestionan casi todos los alquileres de Ciudad Universitaria. A los estudiantes les recibía una mujer guapísima. Rubia. Con unos ojos azules deslumbrantes. De un primer contacto altivo pero afable, aparentando cercanía para crear confianza. Apagaba un cigarro mientras encendía otro, no importaba que fuera interior, no importaba que se tragara el humo quien no fumaba, no importaba la ley. Ese pequeño despacho en la calle Gaztambide era la zona cero del alquiler universitario, pocos estudiantes podían aspirar a conseguir un piso sin pasar por su despacho. Todos los universitarios la mantienen en su agenda del móvil como 'Marisol pisos'.
Los testimonios de los estudiantes que han tenido que pasar por el mal trago de buscar un piso de alquiler a través de la familia Villacís dibujan un escenario clasista, despreciativo con la gente de izquierdas, de las carreras de letras y del sur de España y que dista mucho de respetar de forma escrupulosa la legalidad. Una de sus inquilinas define a Marisol como: "Imponente, con esas maneras de gente con dinero que lleva haciendo lo que le da la gana toda la vida. Miraba de arriba abajo y hablaba constantemente con tono de estar haciéndote un favor, aunque el que fueras a pagar fueses tú. Megalómana de manual y gestos afectados. Pija, pero ruda. Y maleducada. Acostumbrada a que nadie le lleve la contraria". Para otra compañera, Marisol: "Era un personaje salido de la escopeta nacional. Rubia, perlas, melena pepera, muchas veces recogida en coleta. La actitud de esta señora podría ser una página de los Ranciofact de Pedro Vera. Cuñada, altanera, déspota y condescendiente. Hablaba alto, era impertinente, no dejaba hablar. Un personaje digno de la Colmena pero en el ambiente de la Moncloa universitaria".
Todo el mundo que pasó por las manos de 'Marisol Pisos' cuenta experiencias similares. Leticia estudió en Madrid en el año 2011 y fue junto con dos compañeras a entrevistarse en su despachito de Gaztambide con la casera más conocida de Ciudad Universitaria, allí les recibió Marisol y la entrevista comenzó con unos intereses un tanto peculiares cuando se trata de la relación casera-inquilina. El primer interés de la casera era saber si ella y sus compañeras eran "demasiado rojas" para vivir en uno de sus pisos así que comenzó a hacerles preguntas sobre su ideología. Leticia cuenta que Marisol les habló de su amistad con Espe (Aguirre) y de su enfermedad y la pena que le daba porque "era una santa".
Todos los que acudían a la entrevista ya sabían que tenían que ir vestidos de una manera determinada y actuar acorde a unas reglas de definición políticas conservadoras. Si no lo hacías, no podrías alquilar un inmueble. Esther es el nombre ficticio de una estudiante que no quiere decir su nombre por miedo a que le afecte en su actual trabajo. "Cuando fui me quedé muy sorprendida porque el tipo de preguntas que nos hacían para conocernos es ¿Qué estás estudiando? Huy, las carreras de letras es que son flojas". Ella buscaba personas que estudiaran derecho, arquitectura, ingeniería, le gustaba mucho la gente con pasta porque ella se movía en ese ambiente".
A 'Marisol Pisos' no le gustaban los estudiantes del sur de España, que estudiaran carreras de letras y que tuvieran querencia por las transferencias bancarias. Paula contó que en la entrevista que hizo en aquel despachito de Gaztambide: "Cuando le dije que era de una provincia del sur se le cambió la cara", pero que pasó el corte porque estudiaba en una universidad privada. Cuenta cómo les dijo que los del sur "sois gente que vivís de cobrar subvenciones. Y allí sois muy rojos". Las pioneras del Chami, se llaman así por haber sido de las primeras del Colegio Mayor Chaminade (izquierdas) en haber conseguido alquilar con ella, cuentan que, como gestionaba casi todos los pisos cercanos a la universidad, si no pasabas por el aro te quedabas sin alquilar: "Le gustábamos porque éramos del norte". Esa era una constante en los testimonios: el desprecio sistemático de la familia Villacís a los estudiantes de Andalucía, Extremadura y el sur de España.
La familia Villacís enseñó el modo de hacer política de la que ha sido la vicealcaldesa durante la última legislatura. No existe diferencia entre el proceder familiar en ese pequeño despacho que discriminaba a todos aquellos que no pasaran sus filtros ideológicos a la hora de acceder a una vivienda de alquiler y el de Begoña Villacís gestionando solo para favorecer los intereses de los que pertenecen a su clase, de aquellos que hacen negocio con el sufrimiento de una mayoría. La ley de Vivienda y las resistencias de personas como Begoña Villacís son la muestra de una profunda lucha de clases entre rentistas y el pueblo que sufre con las políticas realizadas para garantizar sus privilegios. El caso de los Villacís es el paradigma de las oligarquías, la madre haciendo negocio con la especulación de la vivienda y la hija garantizando desde su responsabilidad, que la familia pueda seguir ganando dinero exprimiendo a los ciudadanos con sus prácticas abusivas.