No hay nada más estúpido que la competición en la izquierda plurinacional por exhibir agravios entre sí sin ser consciente de que los problemas que agreden a la clase trabajadora no lo hacen por la región donde vive sino por la clase social a la que pertenece.

El pacto entre PSOE y ERC sobre fiscalidad territorial ha vuelto a dejar en evidencia un lastre de la izquierda plurinacional. Aquel que hace que a la hora de pelear por los recursos que deben sufragar los servicios públicos se una a las burguesías locales y a los intereses de los privilegiados de sus comunidades antes que a la clase trabajadora, vertebrada en todas y cada una de las regiones de España, para hacer causa común por sus intereses. La atomización de las necesidades de la clase trabajadora beneficia a las oligarquías locales, que una vez conseguida la llave de la caja la usarán para favorecer sus propios intereses y abandonarán a los pagafantas que les han servido para atraer más dinero. En Madrid sabemos muy bien que tener más recursos y ser los más ricos no es algo que sirva para el bienestar de la clase trabajadora y los servicios públicos que la asisten. Si hay algo que une a las regiones con más y con menos dinero es que los servicios públicos que dan servicio a los más pobres están deteriorados. Parece ser que la izquierda plurinacional no pilla cuál es el vínculo común que une a un currela de Nou Barris, Vallecas o La Viña.

La ausencia en la izquierda de una política de clase convincente y sólida, basada en la situación histórica coyuntural, ha posibilitado que se dé más prioridad a los acuerdos con partidos de izquierda que siempre dan preferencia a las cuestiones territoriales en detrimento de una posición de clase común. La clase trabajadora urbana de Madrid no parece tener derecho a exponer sus problemas sin que haya una recua de insolidarios sin conciencia de clase despreciando sus dificultades para expresar sus agravios territoriales. Si alguien osa exponer que el agujero negro de recursos que es el sistema capitalo céntrico de Madrid no revierte en bienestar para la clase trabajadora urbana y de su periferia, sino que le afecta con mayor virulencia que a las burguesías territoriales, es directamente despreciado ninguneando los obstáculos que le afectan.

Una mujer migrante de Vallecas parece ser que no tiene derecho a quejarse de los problemas concretos que padece por su clase al vivir en la región más rica porque las regiones agraviadas solo verán en sus problemas los de una capitalina privilegiada porque Ayuso hace dumping fiscal, no importa que esa riqueza vaya destinada a los más ricos y todos esos recursos solo sirven para que traigan la Fórmula 1 mientras dejan sin médicos el centro de salud de Abrantes. Te callas, por madrileña.

El sistema de debate entre las izquierdas no varía. No existe la posibilidad de hablar de los problemas específicos de la clase trabajadora de Madrid sin que alguien levante la mano para despreciarlos poniendo en primer lugar los de su región por las especificidades territoriales en vez de compartir espacios incidiendo en la solidaridad de clase. Si hablas del Cercanías de Madrid y de cómo afecta a la vida de la clase trabajadora del cinturón sur alguien de la corona metropolitana de Barcelona expondrá que el Rodalies está peor y que la gente de Parla o Alcorcón tiene que joderse. Si explicas los problemas que tiene la clase trabajadora de las zonas urbanas de las grandes ciudades por el proceso de exclusión hacia coronas cada vez más alejadas, con mayores dificultades de transporte y más tiempo usado en los desplazamientos, saldrá alguien de Asturias o Cantabria a decirte que eso no es nada, que allí el FEVE no cabe por los túneles. Si hablas de los problemas de la clase trabajadora en cualquier urbe para el uso del transporte público por la falta de infraestructuras, te hablará alguien de las zonas rurales para decirte que ellos no tienen ni tren. Como si todos los problemas no fueran reales y el mismo, el que tiene la clase trabajadora para poder desplazarse en tiempo y forma por la falta de infraestructura sin importar cuál es el lugar donde vive, variando la forma en la que se produce esa explotación por tiempo, unida a la afectación a la salud mental que tienen las esperas, sin importar cuál es la región. Es la clase social, estúpidos.

La izquierda estatal en España no tiene futuro ni como organización política plural ni como singular, es un proyecto a la deriva con miedo a expresarse de manera radical contra quienes dispersan los intereses de clase en agravios territoriales sin entender que las singularidades que cada región tiene para afrontar los problemas que tiene la clase trabajadora se dan por la estratificación propia de una sociedad de clases en un sistema capitalista y no por la bandera de su comunidad. No hay nada que hacer. Está todo perdido en una izquierda que para ser plurinacional, por acomplejada con los nacionalismos, prescinde de su política de clase.